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Vox crea su propio sindicato para intentar atraer el voto obrero

El líder Vox, Santiago Abascal, se dirige a un mitin en Lugo durante la campaña electoral.Carlos Castro / Europa Press

Vox quiere formar su propio sindicato. Lo ha anunciado este sábado en un mitin en A Coruña el líder del partido ultra, Santiago Abascal. No ha dado muchos detalles, pero ha dicho que será un sindicato “para todos los españoles y no para forzar una inexistente lucha de clases”. Su objetivo, ha añadido, no será apoyar a los trabajadores frente a los empresarios, sino defenderlos de la “nomenclatura comunista” y los “poderosos intereses globalistas”.

Según Abascal, los trabajadores están “desprotegidos” e “indefensos” frente a los sindicatos de izquierdas, a los que ha tachado de “ideológicos”, y ha asegurado que su organización, a diferencia de los sindicatos de clase, se mantendrá solo con las cuotas de los afiliados; una promesa que también hizo Vox, que no ha renunciado sin embargo a vivir de las subvenciones públicas.

El anuncio confirma que el proyecto del partido ultra no pasa ya por ampliar su base electoral arañando votos al PP, como ha hecho hasta ahora, sino por intentar pescar en los caladeros de la izquierda. Su bandera de enganche entre las clases populares ha sido el rechazo a la inmigración, a la que culpa de llevarse la mayor parte de las prestaciones sociales o de provocar un aumento de la delincuencia.

No obstante, su penetración entre el electorado tradicional de la izquierda venía limitada por su política económica ultraliberal, heredada de la exlíder del PP de Madrid, Esperanza Aguirre, madrina política de Abascal, por lo que carecía de una política social al estilo de sus homólogos de la ultraderecha europea, como la francesa Marine Le Pen o el italiano Matteo Salvini. Sin embargo, en los últimos tiempos Vox ha iniciado un giro social que se ha evidenciado, por ejemplo, en su abstención en la votación por el Congreso del ingreso mínimo vital.

Además, Vox ha asumido algunas reivindicaciones sindicales de carácter sectorial, como la equiparación salarial de la Policía y se ha acercado a Jupol, el sindicato policial que se ha hecho con el apoyo mayoritario del cuerpo tras desbancar al histórico SUP, de carácter progresista.

La creación de una pléyade de organizaciones satélite en la sociedad civil (también ha puesto en marcha una escuela de formación de líderes con la sobrina de Marine Le Pen) responde también al propósito de asegurarse la supervivencia en caso de caída electoral y evitar convertirse en un fenómeno pasajero, como le pasó a UPyD y puede suceder a Ciudadanos.

La creación de un sindicato de este tipo entronca, además, con la tradición de la extrema derecha española. Falange, el partido fascista español creado en los años treinta del pasado siglo, se definía como “nacional-sindicalista” y, bajo la dictadura de Franco, controló un sindicato vertical al que debían afiliarse obligatoriamente patronos y trabajadores y que, como predica ahora Abascal, rechazaba la lucha de clases.


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