Todo es de lujo en la Vuelta de la pandemia y las PCR negativas para todos. Es de lujo la pelea por la victoria final entre Roglic, Carapaz y Carthy, y 47s entre los tres a falta de cuatro etapas; es de lujo el descenso hacia Ourense en otoño junto al Miño ya engordado por el Sil y encañonado que la fuga, que también es de lujo, no cualquiera tiene derecho a integrarla, y son seis cracks de equipos WorldTour –todos ellos ya, salvo el novato holandés Arensman, ganadores de etapa en la Vuelta, esta u otras, Woods, Soler, Wellens, Van Baarle y Stybar, clasicómano de gran nivel–, enfila full gas, como se dice ahora, porque el pelotón no le da tregua ni respiro, acelerado por los del Total, equipo que no es del WorldTour y está en la Vuelta sin querer estar, mano de obra barata azuzada por los Jumbo a sus ruedas con simbólicos látigos entre los dientes.
Estampa típica del clasismo que alimenta al pelotón aparentemente tan igualitario: proletarios tirando del carro, la fea burguesía jugándose la victoria en la carretera que sube al Seminario entre parques, un juego de curvas y cuerdas que maneja con sabiduría, siempre por el interior, Tim Wellens, el belga que ya ganó en el repecho de Sabiñánigo, y es sorprendente porque, en teoría, el maestro en el manejo y el control de la cuerda era Michael Woods, el mediofondista canadiense que sorprendió a Valverde en Valdegovía, pero, no, Woods que parecía más rápido, anda torpe, se queda por fuera y en todas las curvas debe pedalear el doble de metros que el belga feliz. Entre ciclistas con piernas de dinamita y glúteos de acero, Marc Soler, epítome de la resistencia diésel, lentitud en el cambio de marchas, escalador de largo aliento, el turbo, un deseo, llega el quinto. “Ya sabía cómo iba a acabar”, dice el catalán del Movistar, uno de los dos españoles, con Izagirre, que ha ganado una etapa esta Vuelta. “En cuanto se ha hecho la fuga de lujo ya he dicho al coche, vaya nivel que tiene estos, menudos rivales duros hay aquí, todos ganadores de mucho nivel”.
Los de equipos de menor nivel no tienen hueco ya no en la lista de ganadores, tan selecta, tampoco siquiera en la configuración de las fugas, justamente el terreno que antes era solo suyo. En esta Vuelta no hay sitio para los Madrazo o los Iturria, del Burgos y del Murias, los personajes que se hacen entrañables, el triunfo de los modestos, reyes por un día con vidas ejemplares que relatar, que ganaron etapas en la pasada Vuelta, y para salir en la tele casi tienen o que caerse o hacer el pinopuente sobre el manillar, como lo intenta Willie Smit, el sudafricano de los morados del Burgos BH, que logra un segundo un plano televisivo al ganar unos metros en un descenso en acrobática postura.
Si Soler es un compendio de resistencia, Smit y su vida dura en Suráfrica, madre maltratada por 20 novios, padre muerto desactivando minas en Afganistán, adolescencia con los abuelos, es la lucha hecha carne, huesos, sangre y un corazón de ciclista. Es un peleón por su vida y por la de sus semejantes, por causas justas que hace unos días reflejaba en un tuit el aliento feo de un pelotón en el que los niñatos de equipos WorldTour les dicen en la Vuelta de lujo a los de los equipos de segunda división, como el Burgos o el Caja Rural, que qué pintan delante, que ese no es su sitio, que se vuelvan a la cola del pelotón. “Me reí en su cara y les dije que si tenían un problema con mi maillot morado porque cuando estuve en el Katusha nunca nadie me dijo nada. Patético”, termina su tuit.
Cuando los del Total a sueldo dejaron la fuga a menos de dos minutos con 30 kilómetros por delante, por un momento pareció que los del Jumbo tomarían el relevo y acabarían con la escapada para que su Roglic, al que le abren el apetito todos los repechos de fin de meta y la posibilidad de sumar bonificaciones, sumara más ventaja en la general. El esloveno, ganador de cuatro etapas, ha conseguido ya 42 segundos de bonificación, 26s más que Carapaz y 32s más que Carthy, quienes sin los abonos estarían ahora a 13s y a 15s en la general, respectivamente. Sin embargo, quizás a Roglic le pareció un esfuerzo excesivo, y cuando los Total se cansaron, los Jumbo levantaron el pie la fuga lujosa respiró por fin.