El rumbo por el que avanza ahora Hong Kong es el correcto y no hay absolutamente ninguna razón para cambiarlo, según considera el presidente chino, Xi Jinping. Su discurso para conmemorar el 25 aniversario de la vuelta de la antigua colonia británica a la soberanía china ha dejado claro que los “patriotas” afectos al Gobierno central seguirán siendo los únicos candidatos a puestos de gobierno o legislativos. Que la seguridad y la estabilidad se mantendrán entre las grandes prioridades. Y que Pekín continuará controlando de cerca la gestión de su territorio autónomo.
Xi hablaba desde el Centro de Convenciones en el centro de Hong Kong, en una ceremonia que incluyó la jura del cargo del nuevo líder del gobierno autónomo, el antiguo policía John Lee. Era la primera vez que el presidente salía de la China continental desde el comienzo de la pandemia, hace dos años y medio.
Su discurso buscaba enviar un mensaje claro: la victoria de Pekín después de las manifestaciones masivas que paralizaron Hong Kong en 2019 para exigir el respeto a la autonomía del enclave y protestar contra China. Aquellas marchas representaron la mayor amenaza contra Pekín en suelo chino; el Gobierno central sofocó por completo un año después la posibilidad de que se repitieran, al imponer al territorio autónomo de una ley de Seguridad Nacional que castiga hasta con cadena perpetua comportamientos que considere separatistas, terroristas, subversivos o confabulación con poderes extranjeros. Tras la aprobación de esa ley, decenas de legisladores y activistas prodemocracia quedaron detenidos; se han cerrado medios de oposición y las manifestaciones de protesta antaño tan frecuentes han desaparecido por completo.
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A esa medida se ha sumado una reforma electoral que desde el año pasado solo permite la presentación de candidaturas electorales de “patriotas” que cuenten con el visto bueno de Pekín.
“Tras experimentar vendavales y tormentas, todo el mundo se ha podido dar cuenta de manera dolorosa de que Hong Kong no puede ser caótica, y que no debe volver a caer en el caos… El desarrollo de Hong Kong no se puede retrasar de nuevo, y cualquier injerencia debe ser eliminada”, declaraba Xi. El presidente chino prometió, al mismo tiempo, respaldar el papel de la antigua colonia como centro financiero, comercial y marítimo internacional.
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El jefe de Estado, que viajó a Hong Kong acompañado de su esposa, Peng Liyuan, declaró el éxito del principio Un País, Dos Sistemas. Con una precisión: un éxito bajo la “jurisdicción completa” de China.
Esta fórmula, así bautizada por el entonces líder Deng Xiaoping y consagrada en la declaración conjunta chino-británica para la vuelta a la soberanía china de la antigua colonia británica en 1997, debía garantizar “un alto grado de autonomía” para el enclave. En ese grado de autonomía figuraban derechos y libertades, como el de expresión, inexistentes en el resto de China. Pero durante el mandato de Xi, la interpretación de Pekín ha evolucionado para convertirse en una fórmula que permite una economía más abierta que en el resto del país, mientras las libertades políticas y sociales quedan en un cajón.
“No hay ninguna razón en absoluto para cambiar este tipo de buen sistema. Debemos mantenerlo en el futuro”, aseguró Xi. El presidente chino también instó a desarrollar el sentimiento patriótico de los jóvenes hongkoneses, los grandes protagonistas de las protestas de hace tres años y que, según las encuestas, rechazan mayoritariamente identificarse como chinos. “Si los jóvenes tienen un futuro, Hong Kong tiene un futuro”, subrayó el jefe de Estado.
Por su parte, John Lee, el nuevo líder del gobierno autónomo, elegido en mayo por un comité de notables afectos al régimen chino y que sustituye en el cargo a Carrie Lam, consideró que sus próximos cinco años de mandato serán una etapa fundamental para lograr una mejor gobernanza y una mayor prosperidad del enclave. Hong Kong deberá reforzar su competitividad como centro financiero, marítimo y comercial al tiempo que garantiza la estabilidad y la seguridad, insistió. “El Estado de derecho es un pilar y un elemento fundamental del éxito de esta ciudad”, declaró.
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La visita de dos días de Xi estuvo rodeada por unas medidas de seguridad extremas: el líder, que llegó en tren de alta velocidad, ni siquiera llegó a dormir en el enclave. Pernoctó en la vecina Shenzhen, en territorio de la China continental. Y se marchó de la antigua colonia británica en cuanto terminó la ceremonia y tras una breve visita al cuartel del ejército chino en la ciudad, en una jornada de nubes cada vez más grises y bajo amenaza de la llegada del tifón Chaba en las siguientes horas. La ceremonia en sí se desarrolló en medio de un estricto cumplimiento de las medidas anticovid: amplios espacios de seguridad entre los asientos de los invitados, mascarillas para todos ―incluido el propio jefe de Estado― y ningún apretón de manos entre Xi y John Lee después de que este último jurase su cargo.
Desde el lunes, la zona en torno al Centro de Convenciones se encontraba bloqueada por grandes vallas plásticas rellenas de agua de más de dos metros de altura. Había aumentado notablemente la presencia policial en las calles. Los invitados a la ceremonia de toma de posesión debían realizarse pruebas PCR de coronavirus. En el cuartel general de la Policía, un cartel en inglés prometía que “Unidos, Triunfamos”. En chino, instaba a “denunciar a los terroristas. Tú puedes ser su próxima víctima”.
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