Honduras se dispone a cambiar de rumbo radicalmente. Si el recuento de votos no da un vuelco inesperado, después de 12 años de gobierno conservador, el país centroamericano, el segundo más pobre del continente después de Haití, ha girado a la izquierda y ha elegido a una mujer para conducir el país los próximos cuatro años. Según los datos provisionales, se trata de una victoria por goleada por más de 20 puntos frente al candidato conservador Nasry Asfura con el 51,4% de los votos contabilizados. El conteo se detuvo el lunes, aunque los consejeros del órgano electoral señalaron que se debió a un retraso en la llegada de las actas que no habían podido ser transmitidas de forma digital.
La victoria de Xiomara Castro llega respaldada además por una participación histórica que superó el 68%, una cifra especialmente alta en un contexto de apatía ante las urnas. Después de dos intentos como cabeza de lista, Castro de 62 años, regresa al poder como presidenta, después de haber sido derrocada como primera dama.
“Doce años … Doce años…”, comenzó diciendo Xiomara Castro la noche del domingo frente a sus seguidores en medio de nostálgicas pausas. Sus primeras palabras como presidenta no podían aludir a otro recuerdo que a la noche de junio 2009 cuando su marido Manuel Zelaya fue derrocado por un golpe de Estado que lo sacó del poder y del país en pijama. Su victoria cierra una larga travesía por el desierto de la izquierda hondureña por intentar recuperar la presidencia. Un tiempo en el que la oposición huyó al exilio, vivió después una reelección ilegítima y finalmente un fraude electoral mientras arrastraba su causa por medio mundo con escaso éxito. Con estos mimbres, nada más conocerse los primeros datos oficiales, pueblos y ciudades de todo el país estallaron en una fiesta en la que se gritó una y otra vez “se van, se van” y “sí se pudo”. La noche del domingo en las calles volvió a sonar la pegadiza música electoral de la campaña “Juanchi va para Nueva York, los gringos lo están esperando”, en alusión al actual presidente Juan Orlando Hernández y los vínculos con el narcotráfico que se escucharon sobre él en una corte estadounidense durante el juicio contra su hermano Tony.
A las 9.53 de la noche (casi las 5.00 hora española) Xiomara Castro, tomó el micrófono y frente a sus seguidores dedicó la victoria “a los mártires que ofrecieron su vida para que el pueblo tuviera libertad, democracia y justicia”, dijo en referencia a las muchas veces que su movimiento fue reprimido por soldados y policías. “Dios tarda, pero no olvida”, dijo.
El discurso de Castro fue el de una “presidenta electa”, como fue presentada, que ha logrado convencer al campo y a las clases medias, cansada de la escandalosa corrupción y los vínculos con el narcotráfico que abarcan desde el presidente a un gran número de diputados. “Nunca más se va a abusar del poder en este país”, insistió. Vamos por una democracia directa y participativa”, señaló en referencia a la Asamblea constituyente con la que promete refundar el país.
Hija de un terrateniente de Olancho, la primera vez que la mayoría de los hondureños escuchó hablar de Xiomara Castro fue en el verano de 2009, cuando se movilizó para defender el Gobierno de su marido, expulsado tras un acuerdo cívico militar por coquetear con Chávez y Cuba y saltarse un buen número de leyes. Hasta ese día, Castro había cumplido de forma impecable el papel que América Latina reserva a las esposas presidenciales: sonreír, inaugurar hospitales y visitar a los pobres, que en Honduras son el 70% de la población. Sin embargo, tras la caída de su marido, dio un paso al frente, que llega hasta hoy.
Durante aquellos convulsos días posteriores al golpe, mientras su marido protestaba en el exilio, ella encabezó La Resistencia, y en multitud de ocasiones fue humillada por los uniformados a quienes se enfrentaba siempre de forma pacífica y acompañada de sus hijos. De tono suave, discurso moderado y poco sofisticado Castro ha pasado de una discreta mujer que caminaba dos pasos detrás de su marido a liderar el regreso de la izquierda al poder. En lo social, en su programa ha prometido impulsar un aborto de mínimos (violación, riesgo para la madre y feto inviable) en uno de los pocos países del mundo que prohíbe el aborto en cualquier circunstancia. Políticamente, apuesta por una nueva Asamblea Constituyente, para la que necesita un amplio apoyo en el Congreso. En lo económico sus propuestas son tan vagas que cabe de todo, desde apoyo a las pequeñas empresas hasta planes para jóvenes con las que frenar las caravanas que vacían el país. En el campo internacional, su partido, Libre, forma parte del Foro de São Paulo que aglutina a las principales formaciones izquierdistas del continente desde las FARC de Colombia al indigenismo de Evo Morales. Honduras es uno de los 15 países del mundo que, a cambio de dinero y ayudas, mantiene relaciones diplomáticas con Taiwán, prescindiendo de China, pero el equipo de Castro ha dejado caer que podría cambiar de socio y abrir las puertas a China en el que fue el patio trasero de Estados Unidos.
Castro tiene ante sí un reto titánico. El 27 de enero asumirá las riendas de un país roto socialmente que en el último año ha sufrido dos huracanes seguidos, y en el que el gas, la gasolina y los alimentos más básicos no han dejado de subir. Desde hace años, Honduras es una máquina de expulsar caravanas de jóvenes hacia Estados Unidos y si nada lo remedia, tras una caída del 7,5% en la economía, terminará el año con 700.000 nuevos pobres, según el Banco Mundial. El desencanto colectivo convive con un cruel sistema neoliberal donde los medioambientalistas hondureños son los más asesinados del mundo, la gasolina (1,15 dólares el litro) o la luz tienen precios casi europeos, las empresas extractivistas horadan el país y se construyen hidroeléctricas controladas por diputados que se otorgan las concesiones a sí mismos. Para hacer frente a todo ello Castro cuenta con un equipo heredado de la etapa de su marido en el que hay desde nostálgicos del castrismo “a funcionarios capaces de ponerse una corbata para negociar con el Fondo Monetario Internacional”, revela una fuente cercana de su equipo. El vicepresidente Salvador Nasralla añade la nota conservadora en el Gabinete.
Más allá de Honduras, el giro a la izquierda agita el tablero centroamericano. Su esposo, Manuel Zelaya y Daniel Ortega son buenos amigos, y el ranchero de Olancho no olvida que el sandinista le acogió y lo paseó cuando salió del poder en 2009. Junto a él viajó en su Mercedes Benz cuando Zelaya amagó más de una vez con regresar a Tegucigalpa desde la vecina Managua durante el Gobierno provisional de Roberto Micheletti. Paralelamente, comparte cercanía con Nayib Bukele a quienes les une su odio a Juan Orlando.
La jornada del domingo deja un gran derrotado que es el presidente saliente Juan Orlando Hernández. Con uno de los índices de popularidad más bajos del continente, Hernández deberá enfrenar, ahora alejado del poder, los señalamientos de la justicia estadounidense. Si bien no tiene ninguna causa abierta, su nombre aparece 104 veces en el juicio contra su hermano en el que fue condenado a 25 años de cárcel por tráfico de drogas.
En la calle la sensación la victoria de Xiomara Castro llegó en medio dela extrañeza por una victoria que no implicó disturbios ni un espeso conteo. Acostumbrados a la tensión del día de votación, la publicación de resultados fue un bálsamo para el maltratado país que volvió a reír en las calles después de un año cargado de desgracias. La tensión previa trasladaba la sensación de que era la última oportunidad de manejar por cauces pacíficos tanto hartazgo.
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