Bernal, con maillot naranja, pedaleaba el pasado domingo.
Y el día 60 pedaleó en la carretera… Durante dos meses Egan Bernal ha ido reconstruyendo su organismo destrozado tras chocar contra un autobús en un proceso que en cierta manera podría llamarse bíblico. En el principio fue la nada, la oscuridad, la muerte la tetraplejia a un centímetro de su médula espinal el 24 de enero. Así lo relató él mismo después de dos semanas en la UCI, varias operaciones para recomponer su columna, su fémur izquierdo, su rodilla. “Mi hijo ha vuelto a nacer”, dijo su madre, Flor. Y él se calló luego y solo comunicó al mundo sus avances mediante clips en su Twitter, en su Instagram… Era, en efecto, un niño que recién nacido aprende a andar, se da un paseo, se monta en una bicicleta estática, hace gimnasia, aprende a montar en bicicleta, más pedaladas, y crece sano y hermoso.
Así se cuenta el milagro que él resume en una frase en un Instagram de hace unos días, una mañana de domingo soleada, junto a una foto, él, de naranja, el color del Ineos en los entrenamientos, y a su derecha, en una bicicleta rosa, su novia, María Fernanda, también feliz de naranja, pedaleando, y mirando al frente, a la cámara, por una carretera tranquila que parece conduce al paraíso en el que habitan: “El día más feliz de mi vida. Después de 2 meses y 20 huesos rotos, acá estoy, y tengo ganas de más”. Un día después, el lunes, la foto es una película y una historia. Una salida de 100 kilómetros, una moto desde la que lo filma su amigo Camilo Castilblanco, y el velocímetro marca 36 kilómetros por hora, una carretera camino de Zipaquirá, su paraíso, y Egan, que va a rueda de sus amigos ciclistas Brandon Rivera y Diego Japo Vásquez, acelera y los adelanta, y los saca de rueda en un ataque magnífico, y escribe: “O yo no perdí tanto el nivel o ellos no han mejorado nada”.
MÁS INFORMACIÓN
Ahí se acabará el relato de la creación del nuevo Egan, lo que llaman milagro, un hecho que para los especialistas, tan descreídos de lo que no es ciencia, también lo es casi, aunque prefieren describirlo más como una “recuperación muy rápida”. “Que en dos meses vuelva a pedalear está muy bien”, dice Pedro Celaya, médico del ciclismo que recuerda que, después de un parón de dos años, Armstrong nunca volvió a ser el mismo o que Joseba Beloki nunca se recuperó de una caída en el Tour en la que se destrozó la cadera. “En personas tan jóvenes, y tan deportistas, con tanta calidad muscular, los huesos sueldan rápido y la atrofia muscular provocada por la inactividad no es muy pronunciada, se recupera rápido el músculo. Otra cosa será recuperar la forma, comprobar cómo el accidente ha influido en su capacidad física, cómo se han soldado las fracturas, porque no hay que olvidar que en la médula ósea es dónde se fabrican los glóbulos rojos, tan importantes para el rendimiento… Pero para eso tendrá que pasar el tiempo”.
Según Strava –la app que registra todas las salidas de los ciclistas, que las publican luego en la red—es esa salida alrededor de su Zipaquirá, Bernal recorrió 87 kilómetros, con un desnivel de 1.000 metros, en tres horas y media, a 25 por hora de media, a 128 vatios de potencia. Números extraordinarios para un recién regresado.
Y la afición se inflama y le dice, Egan querido, te echamos de menos, vuelve. Todos hacen cuentas. ¿Volverá para la Vuelta, a mediados de agosto? ¿Volverá antes? ¿Volverá más tarde? Nadie duda que volverá. Y su equipo aprovecha la onda de optimismo y fe que rodea el renacimiento del colombiano de 25 años que ganó el Tour a los 22 y el Giro a los 24 y organiza para complacer la sed del corredor y la necesidad de las gentes del ciclismo una marcha virtual vía Zwift, una app que convierte para todos los que pedaleen conectados en sus rodillos la pantalla de su tele u ordenador en el escenario de una carrera.
Nadie da fechas de regreso a la competición, aunque teniendo en cuenta los casos de Chris Froome y Remco Evenepoel, ocho meses después del accidente parece una fecha sensata. Ambos ciclistas, que sufrieron caídas pavorosas y fracturas de pelvis, fémur y otros huesos, también tuvieron una primera recuperación muy rápida. Remco, más joven aún que Egan, aceleró el retorno y cuatro meses después de su caída, el 15 de agosto de 2020 en el Giro de Lombardía del primer año de la pandemia, ya estaba dispuesto para entrenar al mismo nivel que sus compañeros de equipo. Sufría tanto, sin embargo, que debió parar a las pocas semanas y volver a la clínica ya que sus heridas no habían cicatrizado completamente. En febrero de 2021 volvió de nuevo, pero no comenzó a competir con dorsal hasta mayo, hasta un Giro del que se retiró por caída, casi nueve meses después de su accidente. A los ocho meses regresó Chris Froome, que sufrió en junio de 2019 una caída a los 34 años. El parón de la pandemia ocultó sus problemas, su incapacidad para volver a estar a un buen nivel. En la Vuelta del 20, que terminó a más de tres horas de Primoz Roglic, comprobó que su pierna derecha, la que sufrió la rotura del fémur, tenía un 20% menos de potencia que la izquierda y descubrió que un tornillo del fémur había roto el hueso y rozaba su cuádriceps al pedalear. Nunca se repuso completamente.
Puedes seguir a EL PAÍS DEPORTES en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.