En sus años al frente de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el brasileño José Graziano da Silva solía decir que “en algún momento habría más obesidad que hambre” en el mundo y hoy ya tiene que precisar: “ya hay más” y eso “empeora la raza humana”.
En una entrevista con EFE en la Casa Encendida de Madrid, donde este martes presenta el libro ‘Josué de Castro y la Diplomacia del Hambre’, el ex ministro de Brasil de Seguridad Alimentaria y Combate al hambre apunta a los ultraprocesados como el gran culpable de que la obesidad hoy sea tan preocupante como el hambre.
Una obesidad que ya tienen “1,000 millones de personas en el mundo” -frente a los “735 millones de hambrientos”– y cuyas consecuencias son “generacionales”.
La obesidad tiene un impacto tan malo o peor (que el hambre), sobre todo en niños y mujeres en edad reproductiva, es para toda la vida, por generaciones, está comprobado que los hijos de los padres obesos acarrean esta tendencia, es un empeoramiento de la raza humana por el tipo de alimentación.
Un cambio en la alimentación de la población mundial que se “acrecentó durante la pandemia” cuando “no se podían acceder productos frescos en ferias o mercados” y en un periodo en el que los “productos procesados y sobre todo los ultraprocesados se volvieron mucho más baratos”, algo que unido a la subida inflacionaria de los productos frescos facilita el cambio de tendencia.
“Cada vez vamos más a por los procesados y ultraprocesados y menos a por los frescos, algo que empeora la dieta en todo el mundo porque hay un patrón, todo el mundo come igual, te vas a cualquier parte del mundo y se desayuna, se almuerza y se cena lo mismo, una fuerte concentración de ultraprocesados, pastas y embutidos y eso afecta a la obesidad”, incide.
“El Estado tiene que responzabilizarse” de la alimentación
“Es fundamental entender que la alimentación no es una cuestión individual ni familiar, el Estado tiene que responsabilizarse”, asevera Da Silva, coordinador del programa ‘Fome Zero’ (Hambre cero) del primer gobierno del presidente Lula da Silva con el que Brasil salió del mapa mundial del hambre de la FAO.
El brasileño defiende que la obesidad infantil no es culpa de las familias sino que “en la escuela tienen una cantidad absurda de patatas, chucherías, etcétera, para comprar” o que cuando se sientan frente a la televisión “hay propaganda con dibujos que les atrae” para tomar estos alimentos.
Por tanto, hay que “sacar” la alimentación del “ámbito privado y pasarlo al público”:
Es el salto de calidad que tenemos que dar, que el Estado se involucre más en eso porque está ya claro y demostrado que los hábitos alimentarios se forman a lo largo de un período mínimo de 3 meses a un año y se mantiene.
“Cuanto más joven es más fácil cambiarlo, entonces la manera es hacerlo en la escuela, en la merienda escolar, porque va a haber resultados distintos si una escuela tiene productos frescos, una dieta balanceada o si simplemente reparte productos procesados”, añade.
Hay “alimentos suficientes” para todo el mundo
El brasileño asegura que en el mundo se producen alimentos “suficientes”, sobre todo en granos básicos como el arroz, la soja o el trigo, para dar de comer a toda la población, aunque precisa que sí existe “escasez” en algunos frescos como las legumbres, la fruta o la verdura.
A pesar de ello, señala que el problema de la alimentación y la pobreza no es la escasez sino “la especulación” con los precios y las existencias.
Por ello, cree “muy insuficiente” el avance contra la erradicación de la pobreza, porque en el año 2030, si se cumplen las previsiones, “seguirá habiendo 600 millones de hambrientos en el mundo”.
“Hoy tenemos 735 millones, vamos a bajar a 600, pero la meta para 2030 era cero, es muy insuficiente”, concluye.
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