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Yuma, la activista lesbiana perseguida por posar en plan familia feliz para un anuncio


Una fotografía arruinó la vida de Yuma Yuma y un texto, publicado en este periódico, se la salvó. Echando la vista atrás, explica ella, todo parece un poco absurdo. Era julio de 2021 cuando Yuma, psicóloga y activista LGTBIQ rusa, accedió a participar en un anuncio de la cadena de supermercados VkusVill. Varias familias posaban en una fotografía y compartían sus recetas de cocina. Yuma posó sin su mujer. “Trabajaba para una empresa estatal, así que nadie podía saber que era lesbiana”, explica por e-mail. A su lado sí estaban sus dos hijas, Mila y Alina, y la novia de esta última. La foto de la feliz familia estaba glosada de comentarios elogiosos sobre el humus o el arroz del supermercado. A veces no hay nada más subversivo que la normalidad.

Mostrar a una pareja de lesbianas junto a familias tradicionales en condición de igualdad es un paso arriesgado en Rusia. Al poco de publicar la campaña, hordas de trolls acosaban a la familia de Yuma, inundando sus redes sociales de amenazas de muerte y violación. La cadena retiró el anuncio y pidió disculpas por herir los sentimientos de sus clientes. El acoso no paró. “Estamos acostumbradas al odio”, explica Yuma, activista LGTBIQ en un país donde serlo puede llevarte a la cárcel. “Pero estos no eran insultos, eran amenazas. Y muy graves”. El linchamiento tomó un cariz peligroso cuando publicaron la dirección de la casa familiar animando a la gente a ir a agredirlas. Así que empacaron la maleta y abandonaron su hogar, buscando refugio en casas de amigos.

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La historia llamó la atención de María R. Sahuquillo, corresponsal de EL PAÍS en Moscú, que escribió un reportaje sobre Yuma. Y entonces llamó la atención de mucha más gente. “Nos empezaron a escribir distintas personas desde España. Cuando leí los mensajes lloré durante varios días. Nos ofrecían ayuda, decían que, si veníamos aquí, recibiríamos protección”. Yuma dice “aquí” refiriéndose a Barcelona, donde la familia se instaló en agosto. Han pedido asilo político. Viven entre casas de conocidos y albergues. Por fin se sienten a salvo, aunque aún prefieren no revelar datos personales como su auténtico apellido.

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Yuma nació y creció en Stavropol, una región del sur de la Unión Soviética, hace 49 años. Entonces, ser diferente podía llevarte a la cárcel. Pero la condena más dura no derivaba de la ley, sino del entorno más cercano. “Mis padres tienen convicciones fuertemente patriarcales y homófobas. Y a mí, como a muchas chicas de las regiones del sur, no me dieron opción. Tuve que casarme”. Ella no sabía entonces qué significaba ser lesbiana. No podía saber. Sus dos hijas fueron su único amor durante muchos años. Fue al cumplir 37 cuando decidió aceptar su sexualidad. “Mis hijas ya eran mayores y yo era independiente”. Fue entonces, separada, empoderada, cuando se propuso que nadie más pasara por lo que ella pasó. Y decidió volcarse en ayudar a otras personas a aceptar su sexualidad. Tras la caída del régimen, se despenalizó la homosexualidad, fueron excarceladas a cientos de personas. Pero la homofobia continuó en la sociedad de forma soterrada. En 2013, el régimen de Putin aprobó la ley de persecución de propaganda homosexual, galvanizando la caza al diferente. Desde entonces, la homofobia social y estatal es terrorífica. Hablar de temas LGTBIQ o ser visible en espacios públicos pasó a ser delito. Fue entonces cuando Yuma empezó a hacerlo: “Era tan absurdo que alcé mi voz”.

El pasado diciembre, Yuma fue elegida una de las 100 mujeres del año por la BBC. La huida de su familia a España le ha dado una fama inesperada, pero su militancia en el activismo viene de largo. Licenciada en Psicología, ha dirigido grupos de trabajo para colectivos queer y feministas desde hace años. Brinda asistencia psicológica en lugares como Chechenia, donde ONG internacionales denuncian secuestros, torturas y asesinatos de homosexuales por parte de las autoridades. Su activismo ya le granjeó problemas en el pasado, cuando tuvo que mudarse con su familia a Georgia, aunque allí la situación para los homosexuales no es mucho mejor. “Su figura es muy relevante”, explica Alina Alieva, psicóloga y directora de cine rusa. “En mi país suelen desacreditar estos temas diciendo que es una confusión pasajera”, dice. “Y ahí tienes a Yuma: madre, abuela, psicóloga y orgullosa”. La activista señala que hablar de derechos LGTBIQ puede llevar a ser apartado de la vida pública. “Pero el acoso a esta familia, todo el odio que se vertió hacia estas mujeres y a su niña pequeña…, es simplemente repugnante”.

Yuma añade dos adjetivos más: humillante e injusto. Le encanta su vida en España, aunque no olvida que no está aquí por elección. Denuncia el giro opresor del régimen de Putin: “El Estado está destruyendo activamente todas las organizaciones de derechos humanos, editoriales y cualquier iniciativa activista que contradiga el poder”. Por eso dice que va a seguir luchando por los derechos de las minorías de una tierra de la que la han expulsado. “Amo a mi esposa y quiero poder hacerlo con dignidad. Y quiero esto para todo el mundo. Por naturaleza tenemos derecho a amar y a construir nuestra vida con dignidad. En Rusia nos quitaron este derecho”.

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