Querido Fernando: el primer destino de estas letras era un correo electrónico, de ahí la forma epistolar, pero cuando puse tu dirección y me dispuse a escribirlo, me sentí casi tan cobarde como el Joxian de tu Patria, que saludaba con la mente a su amigo amenazado, el Txato. Tú eres uno de los escritores más generosos que conozco, y nunca has alabado con la mente a nadie, siempre lo has hecho en público. Por eso no mereces menos que una columna.
Me entristeció ver tu firma en este periódico el viernes. No porque me disgustara reencontrarla, sino porque sentí que regalabas unas explicaciones innecesarias a gente marrullera y perdonavidas. Entiendo el escozor de verte difamado y la necesidad de salir al paso, pero al hacerlo les concedes un honor que están muy lejos de merecer. Uno tiene que ganarse el derecho a debatir con escritores de tu talla, y aprovechar el estreno de la serie de Aitor Gabilondo para lanzar basura sobre tu reputación no cuenta como mérito.
He visto estos días la serie, y al verla he sido aún más consciente de la grandeza de tu novela. En su traslación a la tele, entiendo mejor por qué ha penetrado tan hondo en el espíritu de nuestro tiempo. Otros lo han intentado antes. La tuya no es la primera novela sobre ETA, pero sí es la primera que ha sabido comunicar a todo el mundo la parálisis de una sociedad cobarde. No es extraño que quienes no solo no han conseguido lo que tú has hecho, sino que han dado coartadas estéticas y morales a esa cobardía, te busquen las cosquillas. La serie es muy buena y ampliará el eco de Patria, por lo que te dejarán más pintadas, como al Txato. Por favor, no bajes al portal a encararte con ellos. No les des el gusto.
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