Take Kubo y Barrenetxea arreglaron una tarde que por momentos parecía envenenársele a la Real por su recurrente falta de puntería. Y eso que gozó del espectáculo futbolístico de un elegido de la pelota como David Silva, que generó una docena de ocasiones de gol en su partido 900 como profesional. Honor al aita del fútbol en el ‘Día del Padre’. Entre el nipón y el grancanario generaron lo suficiente como para vencer con holgura, pero esta Real sigue enferma de gol y eso lo pagó con innecesario sufrimiento al final, abortado por una genialidad de un ‘pequeño diablo’ como Barrenetxea. Tres puntos a la buchaca, felicidad para 28.000 incondicionales y al parón en puestos Champions. Un triunfo más, un partido menos. Quedan 12.
Quizá esta interrupción de 15 días le venga bien a la Real para experimentar una catarsis y dar por concluido este periodo de incertidumbre y malos resultados, además de para dar el valor que merece a poder contar en la plantilla con un futbolista único como Silva, al que Anoeta despidió con una gran ovación y al grito de ‘¡Silva, quédate!’. Era un partido de ganar, entre otras cosas porque era en casa, contra el ultimo y habían vencido los otros rivales directos, pero por juego, por ocasiones y por la maestría del ’21’ fue de golear. En todo caso, el 2-0 es el como el maná, agua fresca en el desierto. El abrazo de Imanol con Labaka con el 2-0 fue elocuente.
45 minutos sin gol
Los regalos de los centrales del Elche y la excelente química entre Silva y un volcánico Kubo no fueron suficientes para que la Real se fuera al descanso en ventaja. Parece mentira que la dimensión de la portería sea de 18 metros cuadrados entre los tres palos, porque los realistas no atinaron con ellos en ninguna de las 11 ocasiones en la que intentaron encontrarla. Y eso que chutaron desde todos los ángulos, incluido el área pequeña. Paradójicamente, el Elche, que vivió pertrechado en su parcela, hizo trabajar a Remiro en las dos ocasiones en las que probó fortuna, con sendos misiles de Gumbau de trayectoria irregular desde fuera del área.
Imanol volvió a jugar al engaño en la sala de prensa, ya que repitió con ocho de los futbolistas que habían jugado 65 horas antes la Roma, cuando la víspera había declarado que los titulares necesitaban descanso porque estaban descoyuntados. Volvieron Aihen, muy inspirado y valiente desde el inicio, Illarra y un Kubo que capitalizó las mejores opciones locales. El nipón tuvo la virtud de agitar al Elche, un bloque de hormigón con grietas por la escasa factura técnica de los de la primera línea.
Desde el inicio, las oportunidades realistas fueron clarísimas y producto de ese buen pie de un extraordinario Silva en su partido 900 como profesional y Kubo. El nipón chutó, de forma incomprensible, altísimo, casi a la Torre de Anoeta, ante Badía, y luego pegado al ángulo.
Tras el primer susto de Gumbau, Brais, con otro tiro con rosca que salió lamiendo la escuadra, y Sorloth, que disparó fuera tras anticiparse y regatear a Verdú, acariciaron el gol sin conseguirlo. Las musas de la inspiración parecían haber volado hacia otras latitudes.
Y así, con la frustración de la falta de puntería, se consumió un primer tiempo de ‘quiero y no puedo’ que fue el retrato de la Real de las últimas semanas, a la que ni siquiera respetan los árbitros. Kubo pidió un penalti por una patada de Gumbau en la última jugada, pitable, pero el VAR le dijo que nones.
Un gol al límite
Y todo lo que antes fue improductividad se convirtió en lucidez al inicio de la segunda parte. En una magistral jugada colectiva, en la que tomaron parte Zubimendi, Brais, Illarra y, cómo no, Silva y Kubo, la Real halló el 1-0 al límite del fuera de juego. El grancanario lanzó magistralmente al de Kawasaki esperando la décima de segundo apropiada y Take cruzó el cuero con la suavidad y armonía del Lejano Oriente. ‘Lo va a pitar’, clamó, con las manos en la cabeza, Ansotegi, auxiliar de Imanol, haciendo alusión al fuera de juego. Pero no. Y por fin Anoeta fue una fiesta con el Dale Cavese.
Con el Elche noqueado, la Real rozó enseguida el 2-0, pero el remate de Silva tras la asistencia de Gorosabel se fue al palo -no hubo justicia poética con el genio de Arguineguín- y Sorloth fue incapaz de embocar el rechace dentro de la portería.
El partido parecía encarrilado, pero la Real incurrió en esa fase espantosa, entre el pánico y las dudas, ya habitual de cuando va ganando. Cedió el protagonismo a un Elche moribundo que, con la entrada de Ponce, generaba problemas con el juego directo a los dos gigantes, el propio Ponce y un guerrillero Boyé.
Susto y 2-0
El delantero argentino aceleró el ritmo de los corazones txuri urdin con un chut potente que desvió primero Remiro y luego, Aihen, el rechace. Y fue Barrenetxea el que ejerció como el mejor cardiólogo con una jugada magistral para el 2-0. Robo a Carmona, quiebro a Bigas y gol a Badía de tiro cruzado. ‘Eskerrik asko’, dijo para sus adentros la parroquia.
48 puntos a falta de 36 para que esto acabe. Europa comienza a ser un hecho. Queda mantener como jabatos la plaza Champions
Real Sociedad: Remiro; Gorosabel, Zubeldia, Le Normand, Aihen; Zubimendi, Illarramendi (Barrenetxea, min.85), Brais, Silva (Cho, min.78); Kubo (Guevara, min.78), Sorloth (Oyarzabal, min.63).
Elche: Badia; Morente, Palacios, Verdú (Bigas, min.61), Diego González, Clerc (Carmona, min.76); Fidel (Josan, min.83), Mascarell, Gumbau; Boyé, N’Teka (Ponce, min.61).
Goles: 1-0: Kubo (min.48). 2-0: Barrenetxea (min.89)
Arbitro: Sánchez Martínez. Amonestó a Brais (min.30), Zubimendi (min.75), Boyé (min.84)
Espectadores: 28.510 en Anoeta
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