24 horas de modernismo a raudales en Canet de Mar


En el centro geográfico de esa franja de playas y pueblos marineros y de veraneo que ha sido y es la comarca barcelonesa del Maresme brilla con luz propia la villa de Canet de Mar. Con casi 15.000 habitantes, Canet está formada por distintas y sutiles capas que se van intuyendo a pasos lentos y mirada precisa, de charlas y cafés. 

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Vista de la localidad barcelonesa de Canet de Mar. Iakov Filimonov / alamy

De tradición marinera, como atestiguan algunas de las callejuelas que perduran hoy separadas del mar por la carretera y la vía de tren, esta no ha sido una población eminentemente turística como algunas de sus vecinas. Su pujante industria textil hizo que desde finales del siglo XIX y entrado el XX algunos de sus acaudalados residentes encargaran casas espectaculares en el estilo que estaba de moda en ese momento: el modernista. Canet, en efecto, acapara en poco espacio un excelente patrimonio, en cantidad y calidad, de casas señoriales, obra civil e incluso en su cementerio. 

09.00 Desayuno con ‘pan de coca’ para coger fuerzas

Si algún nombre está ligado a esta villa marinera es, sin duda, el del arquitecto Lluís Domènech i Montaner (1850-1923), precursor del modernismo y guía de otros insignes arquitectos como Antoni Gaudí y Josep Maria Puig i Cadafalch. Empezamos la ruta en el centro neurálgico de la villa, en la Casa Museo Domènech i Montaner (Riera Gavarra, 2) (1). Por la arbolada Riera de Sant Domènec llegamos al Hostalet de Canet (Riera Sant Domènec, 5) (2), un pequeño hotelito con siete habitaciones y restaurante ubicado en un edificio del siglo XIX que hace las veces de centro de tertulia y reunión y donde sirven sabrosos bocadillos de pan de coca con tomate y embutidos y excelente café. 

10.00 En la casa-museo de Domènech i Montaner

Remontamos la Riera de Sant Domènec y en la confluencia de la Riera Gavarra con la Riera Buscarons encontramos la Casa-Museo Domènech i Montaner. Canet, como otros pueblos del Maresme, es una villa de sinuosas y empinadas calles que descienden desde las cercanas montañas del Montnegre hasta el mar y que en época de lluvia a menudo se convierten en caudalosas vías de agua. La vinculación de Domènech i Montaner con el municipio fue larga e intensa: su madre nació en esta villa y aquí conoció a su esposa María Roura, hija de una importante familia local.  

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Uno de los panteones del cementerio de Canet de Mar. getty images

El museo está formado por dos edificaciones: una es la Casa Domènech, que reformó y adaptó para el veraneo de su numerosa familia (tuvieron ocho hijos). En un muy interesante recorrido por la obra y la figura del genial arquitecto se muestra su trayectoria polifacética y se aprecia su carácter austero, muchas de las constantes del modernismo catalán como la pasión por todo lo medieval, además de algunas de sus innovaciones constructivas y decorativas. La casa es bellísima y en su construcción se incorporaron algunos de los moldes de yeso que formaban parte de otros grandes proyectos del maestro en Barcelona, como el Palau de la Música Catalana, el Hospital de la Santa Creu i Sant Pau o la Casa Lleó i Morera del Passeig de Gràcia. No hay que abandonar la casa sin una última mirada al Mediterráneo desde el ventanal que da a la Riera de Sant Domènec el cual, aunque hoy está sesgado por la construcción de nuevos edificios, a principios del siglo XX debía ser impresionante. La visita prosigue en el otro edificio: Can Rocosa (3), la masía barroca del siglo XVII que sería también su estudio, un paraíso de sosiego. Magnífica es la contemplación del espacio de trabajo del arquitecto con la enorme mesa de dibujo diseñada por él mismo. En el vestíbulo de la Casa-Museo se halla la oficina de turismo donde informan de las rutas para conocer el resto del patrimonio modernista de la ciudad catalana. 

12.00 Visita al cementerio

Se afirma que Canet es el pueblo con más patrimonio modernista por metro cuadrado. Un simple paseo por su centro lo confirma. Muy cerca de la Casa-Museo Domènech i Montaner brillan con luz propia otras de sus obras, como la Casa Roura (1892) (4) y el Ateneu Canetenc (1885) (5), que hoy albergan un restaurante y la biblioteca municipal. Remontando la Riera de Buscarons llegamos al cementerio de Canet (Carrer Sant Marc, 55) (6), no sin antes dar una vuelta por el mercado municipal. A principios del siglo XX muchos de los llamados indianos o americanos regresaron de su periplo por América con grandes fortunas y levantaron increíbles casas que mostraban su desbordante riqueza. Eso también se plasmó en la construcción de sus panteones. El camposanto alberga una arquitectura funeraria de primer orden con obras de Lluís Domènech i Montaner y esculturas de Josep Llimona y Pau Gargallo. 

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Vista aérea del Castell de Santa Florentina, a las afueras de Canet.
13.00 En un castillo de ‘Juego de tronos’

Aún queda mucho patrimonio por descubrir. La siguiente parada es el Castell de Santa Florentina (7), ubicado en las afueras de Canet. A los seguidores de la serie Juego de tronos les resultará familiar el regio comedor de la casa y el patio con la gran escalinata gótica, ya que fueron convertidos en la casa de la familia Tarly, Horn Hill. Un escenario épico que merece ser recorrido con atención. El origen del castillo se remonta al siglo XI y fue profusamente remodelado y ampliado por Lluís Domènech i Montaner en estilo neogótico a finales del siglo XIX. Para su restauración se utilizaron elementos góticos auténticos y su imagen no puede ser más veraz con sus torreones, almenas, patio de armas, amplias escalinatas, vetustas chimeneas, ventanas ojivales, columnas labradas…. La casa perteneció al tío del arquitecto y fue él quien encargó las obras. La familia la ocupó hasta hace unos años, y actualmente está abierto al público y se alquila para eventos o como escenario medieval y fantástico. 

14.00 Les fresas del Maresme, imprescindible bocado

Recuperamos fuerzas en el restaurante 6Q (8), en la casa modernista de Can Roura. El edificio y el interior se conservan genuinos y sus artífices, el chef Francesc Martínez y Sílvia Fernández, cuidan este privilegiado espacio y lo fusionan con una carta elaborada con productos de proximidad en la que brillan arroces como el caldoso de pato con foie y huevo frito y el de langostinos con butifarra negra. Dispone de pequeños comedores ubicados en las antiguas estancias señoriales y una terraza ideal para este entorno mediterráneo.

Si se visita Canet en primavera es imprescindible degustar las deliciosas fresas del Maresme, rojas, dulces y carnosas. Producto kilómetro 0 que se sirve en los restaurantes de la villa como ingrediente en numerosas recetas. 

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El restaurant del santuari de Nostra Senyo de la Misericòrdia también se encuentra en un edificio modernista diseñado por Josep Puig i Cadafalch en 1914. Alberto-G-R alamy
16.00 De casa en casa

Se impone el callejeo y desde la Riera de Sant Domènec tomamos el Carrer Ample, donde se hallan el Ayuntamiento (9), construido en 1906, y algunas majestuosas residencias de los americanos como son Can Font y Can Busquets, construidas a finales del siglo XIX, y Can Mir (10), antigua masía remodelada en 1906 con aspecto medieval. Calles estrechas se entrelazan para llegar a la gran iglesia parroquial que data del siglo XVI y tiene una impresionante fachada de 42 metros de altura. Seguimos por la Riera de Buscarons, vía comercial de Canet y eje principal del centro histórico. 

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Interior del santuario neogótico Santuario de la Misericordia, en la localidad del Maresme. Andrés Membrive alamy

El Passeig de la Misericòrdia conduce directamente al santuario homónimo junto al cual se halla el bello edificio de ladrillo decorado con azulejos azules obra de Puig i Cadafalch de 1914 y unos espléndidos jardines diseñados también por el arquitecto. Hoy alberga el restaurante El Santuari (11), perfecto para deleitarse con unas tapas y un buen vermut o una cerveza a media tarde disfrutando de un entorno único y unas magníficas vistas. Rodeamos el neogótico Santuario de la Misericordia (Francesc Daniel Molina, 1857) (12) para apreciar el gran arco gótico que enmarca la entrada y el rosetón de grandes dimensiones. 

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Interior de Vil·la Flora, una construcción modernista que data de 1925. alamy
18.00 Un paseo junto al Mediterráneo

Un receso en la ruta arquitectónica para recorrer el frente marítimo por las playas del Cavaió (13) y la de Canet (14), ambas con una extensión de poco más de dos kilómetros. Tras disfrutar de la luz especial del Maresme y la placidez del Mediterráneo proseguimos desgranando el pasado glorioso de Canet cuando la industria textil enriqueció la villa y dejó muestras arquitectónicas tan potentes como la fábrica Jover (1910) (15), situada en la Riera del Pinar 12, obra de Pere Domènech —hijo de Lluís Domènech i Montaner—. O la fábrica Carbonell (16), de Josep Maria Puig i Cadafalch (Torrent de Lledoners, 1), de la que solo se conserva una de las naves de ladrillo visto tan comunes en la obra industrial del arquitecto. Una última parada antes de regresar al centro para admirar Vil·la Flora (1925) (17), antigua residencia del importante terrateniente americano Ramiro Busquets que actualmente alberga distintas dependencias municipales. El conjunto es imponente, además de la casa con bellas forjas en los balcones y esgrafiados en el interior están los jardines con varias construcciones anexas. 

20.00 Dos opciones para cenar

Tras el trasiego del día apetece una cena informal a base de tapas y platos ligeros y sabrosos acompañados de vino blanco de la cercana denominación de origen Alella. Dos opciones, el agradable A Media Luz (Carrer Ample, 9) (18) y el Paquita Slow Bistro (Riera Buscarons, 8) (19), donde sirven un excelente humus de alcachofas. La luz se va ocultando en las montañas del Montnegre-Corredor y crea un ambiente irreal en el que las fantasiosas formas de los edificios modernistas se recortan señoriales, impresionantes, y nos ofrecen el recuerdo de una forma de vida ya lejana que ahora se nos aparece irreal.

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