La muerte de 34 personas por beber alcohol adulterado en Rusia, en la región de Oremburgo ―al sur― ha puesto en alerta a las autoridades sanitarias del país. Las botellas de vodka y coñac que compraron decenas de personas, algunas bajo la etiqueta de marcas conocidas, no eran sino un preparado que contenía metanol, una sustancia tóxica. Veinticuatro personas permanecen además hospitalizadas y las autoridades regionales tratan de localizar a más víctimas de un fraude mortal que ha vuelto a poner sobre la mesa el problema del alcohol barato de contrabando en Rusia, donde 21 millones de personas viven por debajo del umbral de la pobreza. Hay nueve detenidos sospechosos de elaborar los licores a partir de un alcohol industrial empleado para compuestos anticorrosivos y venderlo a tiendas locales de la región.
La señal de alarma llegó el 7 de octubre, cuando empezaron a llegar los primeros intoxicados a los centros de salud. Un día después, la cifra de muertos se elevaba a 18. La policía logró detener a los culpables y confiscar un lote de alcohol falsificado. Sin embargo, aún se desconoce cuántas botellas se han vendido, admite el Ministerio del Interior en un comunicado. “Tenemos pruebas que muestran la presencia de metanol puro. En algunos casos se encontró que su concentración multiplicaba tres o cinco veces lo que sería una dosis letal”, explicó la ministra de Salud de la región Tatiana Savinova.
No es la primera vez que una tragedia similar sucede en Orsk en los últimos meses. En agosto, durante la celebración del nacimiento de un niño, tres miembros de una misma familia fallecieron por consumir el alcohol manipulado que habían comprado en un punto de venta oficial.
La lucha contra el alcoholismo ha sido uno de los objetivos del Gobierno de Vladímir Putin desde que llegó al poder. Rusia fue el país de Europa donde más disminuyó el consumo entre 2010 y 2016: de 15,8 litros anuales per cápita a 11,7. Aun así, el país sigue por encima de la media europea (9,8 litros), según datos de abril de la Organización Mundial de la Salud.
La última medida del Gobierno ha sido recuperar por ley los polémicos “autobuses celda” que retiran a los alcohólicos de la calle y que fueron desmantelados hace una década, para dejar en manos de los servicios médicos la asistencia a estas personas. La nueva ley contempla además la imposición de multas a las personas ebrias, y fue justificada por el aumento de delitos y las muertes con las bajas temperaturas. En 2009, además, para evitar los fraudes del contrabando, se introdujo un precio mínimo para la venta de bebidas espirituosas, con la excepción del vino. El precio mínimo de una botella de vodka de medio litro es 243 rublos (casi tres euros); un 5,6% más que el año pasado.
La subida de precio del alcohol, creen los expertos, puede ser sin embargo un arma de doble filo ante la lacra de las bebidas manipuladas, especialmente con la crisis económica. La inflación ha alcanzado un nivel récord de cinco años y la cesta de la compra se ha encarecido un 7,4% respecto a septiembre de 2020, según la agencia de estadísticas rusa Rosstat, y ello alienta el consumo de alcohol metílico en las zonas más pobres de Rusia. Las capas de la población más desprotegidas recurren en ocasiones a sustitutos baratos, como lociones de baño o productos industriales. Hace un año, en plena pandemia, al menos nueve personas murieron en un pueblo de la región siberiana de Yakutia tras beber gel desinfectante.
Las muertes por alcohol adulterado son un problema de gran magnitud y sin embargo recurrente en Rusia. En 2016, al menos 76 personas murieron y un centenar resultaron intoxicadas por beber geles de baño etiquetados fraudulentamente como licores en la región de Irkutsk. Y aunque la legislación contempla hasta 10 años de cárcel por la producción o venta de alcohol adulterado si mueren más de dos personas, los comerciantes de Irkutsk que incumplieron los requisitos de sanidad en aquella tragedia recibieron condenas de entre dos y cuatro años de prisión.
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