4 mujeres españolas que hicieron historia a través de sus viajes

Viajar es una de las actividades que más felicidad aporta a las mujeres por delante de otras actividades como disfrutar de su comida favorita o hacer deporte, según un estudio realizado por la agencia de viajes online Rumbo. Pero no conocer mundo no siempre fue tan fácil para ellas. Hace siglos (e incluso hasta hace sólo unas décadas), viajar era una tarea compleja, y todavía más si eras mujer y querías recorrer el mundo sola.

Sin embargo, hubo mujeres viajeras, inconformistas y luchadoras que lograron hacer historia rompiendo moldes y enfrentándose a las barreras de su época para hacer lo que más les apasionaba. Como por ejemplo, estas cuatro mujeres españolas que desafiaron las normas de su época y lograron cumplir su sueño: viajar hacia destinos desconocidos.

Egeria, la primera peregrina de la historia (siglo IV)

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A pesar de los pocos datos que se conservan de la época, sabemos que a finales del siglo IV existió en la Gallaecia una mujer culta y rica llamada Egeria que decidió emprender un viaje a Tierra Santa, convirtiéndose así en la primera peregrina de la historia.

Su viaje comenzó en Gallaecia, recorrió el sur de la Galia, el norte de Italia, cruzó el mar Adriático y llegó a Constantinopla, donde se le perdió la pista. De este peregrinaje, que duró tres años, dejó un manuscrito en latín, por lo que a Egeria se la considera también la primera escritora española de nombre conocido.

Mencía Calderón, ‘La Adelantada’ (siglo XVI)

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A pesar de que de la historia del descubrimiento de América sólo nos han llegado nombres masculinos, también hubo algunas mujeres que emplearon su coraje y valentía en la colonización del Nuevo Mundo. Y una de ellas fue la extremeña Mencía Calderón, una mujer que estaba casada con Juan de Sanabria, al que Carlos V había nombrado adelantado del Río de la Plata.

El matrimonio estaba preparando la mudanza de toda la familia al Nuevo Mundo, cuando de repente Juan de Sanabria falleció. Sin embargo, Mencía consiguió que la expedición no se cancelase, se embarcó con sus hijos y participó activamente en la conquista de América.

Catalina de Erauso, una mujer disfrazada de hombre (siglo XVII)

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Una novicia se escapa del convento, se disfraza de hombre y se alista en el ejército rumbo al Nuevo Mundo para combatir como soldado en la conquista del nuevo continente. Al mismo tiempo que combate, escribe libros. Y nadie descubre que en realidad es una mujer hasta casi el momento de su muerte. Es la historia de Catalina de Erauso, conocida como ‘la Monja Alférez’, que nació pobre y mujer. La única opción que tenía para salir de casa de sus padres era casarse, pero estos consideraron que no lo iba a conseguir nunca al no tener la belleza de otras mujeres. Así que cuando Catalina cumplió cuatro años, la ingresaron en un convento.

Allí pasó por todo tipo de maltratos hasta que con quince años decidió que no aguantaba más. Cosió un traje de hombre con su hábito, se lo puso y huyó del convento con un nuevo nombre: Francisco de Loyola. Como la ropa de la época era muy holgada, nadie descubrió su verdadero sexo hasta el día en que, muchos años más tarde y tras haber recorrido la costa oeste de Sudamérica prácticamente entera y pasado por la cárcel varias veces por asesinatos y peleas, se lo confesó al obispo Agustín de Carvajal por miedo al verse asediada por la justicia. El obispo, al ver que era virgen, la protegió y la envió a España. Pero Catalina siguió viajando, esta vez por Europa, e incluso fue recibida por el Papa de entonces, Urbano VIII.

Carmen de Burgos, la primera periodista de guerra en España (siglo XIX)

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Fue la primera periodista y reportera de guerra en España, traductora y una inagotable defensora de los derechos de la mujer, pero de su obra apenas queda rastro. Todos sus artículos, libros y cuentos desaparecieron de las bibliotecas y librerías después de su muerte por orden del régimen franquista.

Lo que sí permanece es su huella en la historia del Periodismo en nuestro país y de la lucha por la igualdad de género. Porque a pesar de que en sus artículos hablaba de asuntos tan triviales e inofensivos como las modas y los modales, empezaba a introducir ideas modernas, que ya se dejaban oír en otros países europeos. Ideas como por ejemplo la legalización del divorcio, el sufragio femenino o la objeción de conciencia. Esto le valió la condena de la Iglesia, pero no le impidió seguir viajando por Europa y América, donde estudiaba modelos docentes de otros países que le servían para aplicar nuevas formas de enseñanza cada vez que volvía a Madrid.


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