50 años del nacimiento de 'UNO', el juego superventas que nació en una barbería

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En el UNO todos los participantes son amigos hasta que uno de ellos grita el nombre del juego: “¡Uno!”. A partir de ahí, se acabaron las amistades. Todos los jugadores empiezan a soltar toda su artillería en forma de cartas de “chúpate dos”, “chúpate cuatro”, “sáltate el turno”… No es un juego para estrechar lazos, aunque este superventas, con millones de copias vendidas en todo el mundo, nació gracias a los esfuerzos conjuntos de toda una familia: la de Merle Robbins, un barbero estadounidense de procedencia húngara. Este 2021 se cumplen 50 años desde que Robbins gritó “¡uno!” por primera vez en la historia.

El UNO es uno de los juegos de mesa más populares de todo el mundo. Según Mattel (su propietaria desde 1992), actualmente vende 17 copias por minuto. Hace 50 años, sin embargo, no tuvo un comienzo sencillo. Nació en la mesa de la cocina de la familia Robbins en Reading, Ohio, tras varias discusiones jugando al ocho loco, un juego de mecánica similar al UNO al que se juega con una baraja inglesa. Según explica la página del Museo Nacional del Juego de Estados Unidos, el ocho loco, como muchos juegos de cartas tradicionales, cuenta con diferentes variantes (los conocidos “en mi casa jugamos así”) y, para zanjar las disputas sobre qué hacía cada carta, Merle Robbins empezó a escribir sobre ellas su función en el juego y a añadir más cartas con nuevas funciones.

La versión de los Robbins del ocho loco acabó siendo un juego completamente nuevo que triunfaba donde iba. Según cuenta el propio Merle Robbins –barbero de profesión, fallecido en 1984– en un reportaje en el diario The Cincinnati Enquirer publicado en 1980, su familia comenzó a ver el potencial del juego tras invitar a casa a una pareja para que jugaran al bridge, al que también eran aficionados. Cuando llegaron, en vez de eso, Merle y Mary Robbins, su mujer, sacaron el UNO. “Estuvimos jugando hasta las dos de la madrugada”, recordaba Robbins. “Ellos [la pareja de invitados] nos dijeron que teníamos que comercializarlo, y empezamos a planteárnoslo”.

Producir un juego de mesa no es barato, y el UNO no daba con inversores. “Intentando encontrar financiación, los Robbins escuchaban siempre la misma historia: que era solo un juego más de las docenas que aparecían cada semana”, cuenta The Cincinnati Enquirer. Finalmente, decidieron pagar una tirada de 10.000 juegos entre el matrimonio Robbins, uno de sus hijos y su pareja. Del diseño de las cartas se encargó, según cuenta el libro The Hidden History of Cincinnati, el ilustrador Bob Grove. Grove era conocido por ser el autor del logo del equipo de baloncesto de la ciudad, los Cincinnati Royals (ahora llamados Sacramento Kings).

Para abaratar costes, los Robbins encargaron a una imprenta las cartas, a otra las cajas y a otras los folletos de instrucciones. Los 10.000 folletos, las 10.000 cajas y las 1.080.000 cartas (108 por juego) llegaron a la casa de los Robbins, que las empaquetaron personalmente. En 1971 empezaron a vender el juego en la barbería de Merle Robbins a 3 dólares.

De las ferias de funerarias al mundo

Merle Robbins cuenta a The Cincinnati Enquirer que el primer juego de UNO se lo vendió a su amigo Andrew Smith, propietario de una funeraria y compañero de partidas de cartas de la familia Robbins. Fue también el principal difusor del juego: “Cada semana, Andy me llamaba para pedirme dos docenas de juegos o más”, explica Robbins. “Cuando iba a convenciones o ferias, me pedía de cuatro a seis docenas”.

El juego comenzó a popularizarse con el boca a oreja y a ser conocido fuera de Reading gracias a los tours funerarios de Andrew Smith. Un año después de su lanzamiento, en 1972, el propietario de otra funeraria decidió comprarle el juego a los Robbins, Robert Tezak. Lo hizo por 50.000 dólares y 10 céntimos de royalties por cada UNO vendido. Producir el juego había costado a la familia Robbins 8.000 dólares. El mismo día que lo vendieron, Merle Robbins vendió también su barbería y se jubiló. Tenía 60 años.

Tezak cuenta en una entrevista a la agencia de noticias UPI, en 1992, que cuando compró UNO no tenía ni idea de cómo se vendían juegos de mesa. “No sabíamos absolutamente nada del negocio, comenzamos con un proceso de ensayo y error muy interesante, pero muy difícil… Y tuvimos mucha suerte”, reconoce. Fundó la empresa Games Inc. para distribuir el juego y, en 1980, ya había vendido más de 15 millones de copias en Estados Unidos, “superando en unidades vendidas a Monopoly y Scrabble”, explicaba The Cincinnati Enquirer. UNO llegó a patrocinar algunos coches de las populares carreras NASCAR estadounidenses. 

UNO, pero con cientos de versiones

En 1992, la juguetera Mattel compró Games Inc. y con ella todos sus juegos, UNO incluido. En 1996, en un reportaje del diario estadounidense Living sobre el UNO explicaba que por aquel entonces ya se imprimía en 18 idiomas, se vendía en más de 30 países y se habían vendido más de 120 millones de copias. Además, Mattel había empezado a sacar distintas versiones: la edición Deluxe, UNO Hearts (que mezclaba UNO con el juego de cartas corazones), una versión electrónica…

Actualmente hay publicadas más de medio centenar de versiones de UNO. Algunas incluyen algún pequeño cambio en las mecánicas del juego y otras solo cambios temáticos en el diseño de cartas: hay un UNO de Padre de familia, otro de Los Simpson… e incluso hay uno de tractores John Deere. También el pasado año, y en colaboración con ONCE, salió a la venta el primer UNO en braille. Este año, Mattel publicará una edición 50 aniversario, con un rediseño de las cartas con fondo negro y una nueva regla.

UNO nació para zanjar las disputas surgidas con el ocho loco, que era tan popular que tenía distintas normas y versiones según con quién y dónde se jugara. Finalmente, al UNO le ha acabado pasando lo mismo: el pasado año, el perfil oficial del juego en Twitter aclaró que las cartas de +2 (conocido en España como “chúpate dos”) y +4 (“chúpate cuatro”) no eran acumulables. Más de 5.000 respuestas en una semana confirmaron que casi nadie jugaba así.

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