La Real ha despachado al Eibar con la clase de victoria que el más forofo aficionado txuri urdin habría esperado en cada uno de los cinco enfrentamientos anteriores en Anoeta ante el conjunto azulgrana desde que juegan en Primera División. La realidad recuerda, sin embargo, que desde 2014 la escuadra azulgrana, habitualmente, había sido capaz de presentar un nivel de batalla mucho más elevado que el que pudo ofrecer ayer, doblando la rodilla dos veces por la mínima, una en el 90, y sólo una vez en cinco años con la claridad que ha cedido hoy.
La Real logró su victoria más clara en este lustro de convivencia con los azulgrana en la máxima categoría.No sólo en el marcador.La diferencia de potencial se palpó sobre el terreno de juego y la holgada victoria no se produjo porque los txuri urdin supieran accionar alguna clave que en años anteriores desconocieran para plasmar la teórica diferencia que les debe separar de los azulgrana. Si la Real goleó al Eibar fue porque tiene mejor equipo, porque dispone de mayor calidad técnica y de recursos y porque juega mejor.
A excepción de Odegaard, de Zaldua y de Monreal, que sí se situaron en un nivel de rendimiento, por arriba, similar al de las mejores tardes de la temporada, el resto de ‘starlettes’ blanquiazules tampoco se puede decir que lucieran su mejor versión. Que aún y todo le alcanzara a la Real para lograr su más holgado triunfo en Primera frente al Eibar, que el único gol que encajó lo regalara y que apenas sufriera claras ocasiones en contra dice mucho de lo que sucedió ayer en Anoeta y del diagnóstico actual de los dos equipos guipuzcoanos de la máxima categoría. Unos dormirán en puestos Champions y otros son el primer equipo que evitaría el descenso en la actualidad. Un retrato,sin que nadie pueda ofenderse, quizás más realista de las aspiraciones de unos y otros.
El momento álgido del Eibar en el partido tuvo que ver con el punto de mayor barullo en el partido, la recta final de la primera parte. Marcar el 1-0 siempre es lo más difícil en un partido y tras hacerlo y regalar el empate, la Real sufrió un cortocircuito que derivó en desorden y, como consecuencia, una ida y vuelta en el partido que no le convenía. Monreal evitó el 1-2 en una acción defensiva providencial. Cuanto más se trabó el relato del partido, en especial en la primera mitad, mejor nadó el Eibar; cuando la Real limpió la hoja de ruta con una dinámica más académica, con más continuidad, en la segunda parte, trituró al Eibar con la precisión de cirujano de su frente de ataque.
El 4-1 fue tan devastador como revelador. Después de 20 minutos jugándose en campo de la Real sin que el Eibar se llevara a la boca poco más que un testarazo de Ramis, a Odegaard le bastó una salida para anotar un golazo. Expósito estaba a punto de entrar en el campo. Mendilibar le miró y pareció preguntarle si quería salir ante ese panorama. Todos en Eibar habían entendido que no era el día para meter mano en Anoeta.
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