Donald Trump ha cumplido este miércoles al mediodía una de sus principales promesas electorales con la firma del nuevo tratado comercial entre Estados Unidos, México y Canadá (T-MEC), que actualiza el NAFTA, vigente durante 25 años y que era, en palabras del presidente, “uno de los peores acuerdos comerciales de la historia”. “Es la razón principal por la que decidí vivir esta vida loca que vivo en lugar de la sencilla vida de lujo que vivía”, ha dicho Trump, en una ceremonia celebrada este miércoles al aire libre, en los jardines de la Casa Blanca, con cuatro centenares de invitados.
Legisladores, consejeros delegados de grandes empresas, trabajadores con casco, granjeros, oficiales de México y Canadá, el presidente ha saludado y elogiado a sus invitados, entre los que no se contaban los congresistas demócratas que, a lo largo de meses de negociaciones, contribuyeron a asegurar la aprobación parlamentaria del acuerdo. Un proyecto que, a falta de que Canadá lo ratifique, supone una de las principales victorias legislativas del presidente en sus tres años de mandato o, según sus críticos, una de las pocas iniciativas que ha logrado sacar adelante en un Congreso dividido.
El acuerdo, de 2.082 páginas, actualiza el NAFTA con nuevas normas en protección de propiedad de la intelectual, entre otras provisiones. Introduce también incentivos a la producción de coches en Estados Unidos, abre los mercados canadienses a productos lácteos estadounidenses, elimina un controvertido sistema de arbitraje y también, a iniciativa de los demócratas, contempla garantías en materia de derechos laborales.
Trump se ha referido al NAFTA como “una catástrofe”. “Perdimos empleos, cerramos fábricas y otros países construyeron nuestros coches”, ha dicho. El nuevo tratado, ha añadido, “es una enorme victoria para los fabricantes y trabajadores estadounidenses de la industria del automóvil”. El TMEC traslada las medidas proteccionistas para el comercio que Trump ha promovido para EE UU a toda la región de América del Norte. El acuerdo tiene como objetivo hacer de los tres países una zona con una ventaja comercial sobre otras en el mundo, con un flujo de bienes por 1,2 billones de dólares al año.
Robert Lighthizer, representante de Comercio de Estados Unidos, ha destacado la complejidad de la negociación del acuerdo que se prolongó por más de dos años. Su firma es el resultado de “un esfuerzo extraordinario” en el que participaron hasta un millar de negociadores de los tres países. “Se cierra un capítulo de incertidumbre política y económica en la región”, escribió en su cuenta de Twitter el negociador mexicano Jesús Seade, subsecretario de Exteriores para América del Norte, quien se encontraba en primera fila en el acto en la Casa Blanca.
La negociación del TMEC puso en varias ocasiones a los representantes mexicanos contra las cuerdas. Con una economía en recesión, el Gobierno mexicano cerró apenas en diciembre un adendum al acuerdo para garantizar la aprobación del texto final en el Congreso estadounidense. Tras las presiones de los demócratas para garantizar la homologación de los esquemas laborales en los tres países, México reformó sus Ley Federal del Trabajo, aumentó el presupuesto para rediseñar los sistemas de justicia laboral y, además, el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, ofreció aumentar el salario mínimo un 2% por encima de la inflación cada año. “La etapa de incertidumbre para nuestra economía va concluyendo”, ha escrito el ministro de Exteriores de México, Marcelo Ebrard, en un tuit acompañado de una foto de Trump en la Casa Blanca.
El episodio del TMEC podría cerrarse definitivamente en abril próximo después de que el Parlamento canadiense apruebe el acuerdo y los tres presidentes —Trump, López Obrador y Trudeau— sellen definitivamente con sus firmas el nuevo tratado. “Miles de trabajadores dependen del tratado y el seguro acceso a Estados Unidos”, ha dicho el primer ministro canadiense a la prensa de su país para pedir a los legisladores una ratificación apresurada.
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