Una dacha en el Golfo, un relato en primera persona sobre Bahréin del periodista y editor español Emilio Sánchez Mediavilla, ha ganado la primera edición del Premio Anagrama de Crónica Sergio González Rodríguez, dotada con 10.000 euros (11.000 dólares). La vitalidad de la prosa, una mirada extrañada pero sin prejuicios y un sentido del humor fino y delicado fueron los ingredientes destacados por el jurado durante el fallo del galardón este martes en la Feria del Internacional del Libro de Guadalajara (FIL).
“Al leer el manuscrito sentí lo que se siente siempre ante una buena crónica. Un interés por algo que en principio no me importa un cuerno”, explicó Leila Guerriero, una de las integrantes del jurado. Mediavilla (Santander, 1979) vivió casi dos años en Bahréin, porque su esposa fue destinada allí por trabajo entre 2014-2016. “Es un país especialmente desconocido —contaba el autor al terminar la presentación— porque es una isla pequeña, del tamaño de Menorca, en medio del golfo Pérsico, pero de gran valor geoestratégico por su ubicación entre Arabia Saudí e Irán”.
Una especie de Las mil y una noches posmoderna, como la definió Juan Villoro, otro de los jurados. “Esa mezcla de negocios millonarios atrae a mucha gente que va allí a ser otra persona, un poco como Las Vegas”. Muchas de esas vidas, trabajadores asiáticos, expatriados occidentales, jóvenes opositores, son a las que presta atención el libro, que se publicará en marzo, coincidiendo con la feria del libro de la Universidad Autónoma de Nuevo León, otro de los organizadores del premio y sede de la Cátedra Anagrama.
Bahréin ocupa uno de los últimos puestos en las listas internacionales de libertad de prensa. Mediavilla, con una carrera de periodista en la Agencia EFE o Condé Nast, además de cofundador de la editorial de no ficción, Libros del K.O., tampoco siguió la metodología habitual del reportero clásico. “Nunca me identifiqué como periodista ni tuve mucho acceso a gente represaliada o asustada con la cárcel. La imposibilidad de hacer un trabajo periodístico al uso me obligó a concentrarme en el tono y el punto de vista para contar el país a través las historias de gente anónima”.
Guerriero subrayó respecto al extrañamiento desde la que se narra la crónica que “es la mirada del occidental ante lo otro pero sin un imperativo moral. No hay prejuicios en su mirada”. Despeñarse por los sesgos exóticos y orientalistas era una de los riegos que el autor trató de evitar a toda costa: “Y esa posible arrogancia que a veces se puede tener por ejemplo al tratar temas como la religión, que produce un choque cultural muy fuerte y es fácil caer en la caricatura extrema”.
Partiendo del sus años sobre el terreno, Mediavilla rebobina hasta llegar a las protestas de 2011, conocidas como La primavera árabe. “Quería crear un ambiente familiar con los personajes para que le lector se pudiera sentir más identificado. Los protestas tuvieron un apoyo popular masivo hasta que fueron reprimidas por el Gobierno y los tanques saudíes”. En ese punto, el autor toma distancia con respecto a la narración en primera persona en una tentativa de “componer un puzzle en el sentido tradicional”.
Para Villoro, el libro “es un colección en tapiz que va dibujando un lugar de manera muchas veces más firme y sólida que la que se puede conseguir con mediante el acercamiento a la realidad que suele llevar a cabo el reporterismo que entrevista a políticos y lideres institucionales”.
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