La decisión de asesinar al general iraní Qasem Soleimani en territorio iraquí no ha sido tomada a la ligera o por salir del embudo en el que se encuentra estancada la política norteamericana frente a Irán, país que no se ha debilitado (como se pretendía) pese al cruel embargo impuesto por EE UU. Desde su llegada a la Casa Blanca, la estrategia de Trump hacia Irán, directamente conectada con la de Arabia Saudí, se despliega en varias direcciones: retirada del acuerdo nuclear, incentivar las rebeldías contra el régimen, provocar enfrentamientos y planear bombardeos específicos y cada vez más severos en territorio iraní. Es decir: desestabilizar, debilitar y derrocar al régimen persa. Esta maniobra, defendida tanto por el exrepresentante estadounidense en la ONU John Bolton, como por el actual secretario de política exterior, Mike Pompeo, parece desembocar conscientemente en una confrontación permanente, dadas las previsibles represalias de Irán.
El escenario actual ha llegado a su punto omega: Irán incrementa su carrera nuclear, el Ejército estadounidense en la región se prepara para la guerra, la tensión es máxima, un presagio de muerte y destrucción que otorga dividendos a Trump, enfrentado a un procedimiento de impeachment en política interior y pendiente de unas elecciones presidenciales inciertas. Se puede incluso pensar que, tras las advertencias de “venganza” de Irán, se desencadenará una ola de violencia en Oriente Próximo, lo que, en los cálculos del equipo de la Casa Blanca, podría generar el aumento de la solidaridad nacional en torno del presidente y facilitarle un segundo mandato. Sea como fuere, entraremos, otra vez, en una coyuntura peligrosa.
Con el asesinato de representantes políticos de países enemigos, EE UU abre una brecha sin fondo en las relaciones internacionales. Los dirigentes de Oriente Próximo, sean iraníes, iraquíes, o incluso israelíes, evitaron siempre llegar a estos extremos, porque son actos equivalentes a declaraciones abiertas de guerra. El paso ya se ha dado. La muerte del general Soleimani posee el significado de un bombardeo sobre ciudades iraníes. El régimen de los ayatolás tendrá que actuar, directa o indirectamente, so pena de perder el apoyo de la nación iraní, profundamente humillada. Nadie sabe qué forma tomarán las represalias, pero serán letales y, probablemente, también para inocentes civiles.
Las reacciones internacionales demuestran la locura del acto estadounidense. No es una casualidad que, en Europa, se sienta una consternación compartida entre todos los Gobiernos; ni parece extrañar que el presidente francés, Emmanuel Macron, haya decidido acercarse, como alternativa a un diálogo vacío con Trump, a su homólogo ruso, Vladímir Putin, para advertir de las posibles dramáticas consecuencias de esta situación. Con su visión de la política mundial, Trump ha aislado a su país de sus aliados tradicionales, incrementando el caos en Oriente Próximo, poniendo en grave peligro la paz mundial. Matar al general Soleimani abre la vía al horror.
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