Hay un título a la vuelta de la esquina. Los guardianes de la gloria limpian el polvo de las vitrinas para poder renovar la historia de un club que se reencuentra con sus pasajes dorados. La Real se une al grupo que viaja hasta la eternidad. Son días tan hermosos, que quedan grabados para toda la vida.
El desafío más apasionante en la historia reciente abre fuego esta noche, con ocasión de las semifinales que la Real juega contra el Mirandés. Una cita embadurnada de fulgor, la que permite acceder a la primera final de Copa en 33 años. La quinta desde que la entidad precursora de la Real, el Club Ciclista de San Sebastián, grabara su nomenclatura en el trofeo de 1909. En Gipuzkoa sólo se ha vivido algo semejante en 15 ocasiones desde que se inventó el fútbol. Esta noche, y las que quedan hasta que termine la Copa, apuntan a únicas. Dulces sueños, Real.
A la Real no le resulta extraño codearse con los amos de las gestas. Lejos del estereotipo de club perdedor que de vez en cuando sobrevuela en el ambiente, los txuri urdin acreditan ser ganadores. Porque una vez lo fueron y es una distinción vitalicia. Desde las Ligas de Gijón y Atotxa hasta la Copa de Zaragoza. La sección femenina se adhirió al palmarés con su heroica Copa de la Reina en 2019. Son algunos episodios de una fantástica y centenaria novela.
La ocasión de oro actual, forjada en una superlativa Copa en la que la Real ha dejado en la cuneta a Becerril, Ceuta, Espanyol, Osasuna y Real
Madrid, es equiparable a otro maravilloso éxito de la era moderna como el suspiro que separó al club de ganar su tercera Liga en 2003. En otro rango cabe ubicar el ascenso a Primera de 2010, las sucesivas clasificaciones para Europa o las semifinales de Copa alcanzadas en 2014. Nada de esto se parece al marco de estos días: una ventana que mira a las nubes.
Una nueva era
La ida de las semifinales que alberga hoy Anoeta (21.00 horas) es el primer coletazo a la aspiración a un título. El primer viaje a la gloria de las más jóvenes generaciones. En este punto radica el éxito labrado por la escuadra de Imanol. Nadie que tenga 34 años o menos o ninguno de 35, 36 ó 37, sin uso de razón en la Copa del 87, ha experimentado la desatada persecución a una final de esta Real. Se encuentran, por fin, en plenitud de facultades vitales para saber todo lo que les han contado. Hacer algo grande en esta Copa es un triunfo generacional.
El ciclo de la vida dicta que la afición de la Real ha cambiado de parroquianos respecto a la época dorada. Hay muchos que no la conocieron de aquella guisa, vestida de gala. A la par de este rejuvenecer está la plantilla que se ha instalado en las semifinales rezumando la frescura de la tierna juventud. Los Arconada, Kortabarria, Górriz, Zamora o Satrústegui de entonces pueden ser los Remiro, Aritz, Zubeldia, Oyarzabal o Isak de ahora.
El club, en toda su expansión, se ha adaptado a lo grande a la nueva era. Hasta Anoeta es un estadio nuevo, la nave moderna para volar hasta las puertas del cielo.
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