El mítico Anfield fue doblegado este miércoles por un portero para la leyenda, el esloveno Jan
Oblak, el sostén al que se aferró el conjunto rojiblanco durante muchos, muchos y muchos minutos, interminables, hasta la prórroga, hasta los dos goles de Marcos
Llorente, el héroe que salió después al rescate del Atlético de Madrid cuando ya estaba eliminado, cuando el 2-0 de Roberto Firmino imponía un destino irremediable salvo para un equipo con la fe del rojiblanco, capaz de lograr lo imprevisible y transformar un escenario de tal magnitud en otro territorio conquistado.
Nueve paradas y más de 30 remates del Liverpool para certificar que Oblak es el mejor portero del mundo.
Nada habría sido posible sin el guardameta esloveno, que firmó once paradas -una menos nada más del récord en esta edición de la competición, en poder del Galatasaray– para frustrar una y otra vez a su adversario. Ni nada habría sido posible sin Marcos
Llorente, que asumió un papel estelar. El recambio de Diego Costa, enfadado cuando fue sustituido en el minuto 55, fue el doble goleador que cambió un encuentro que era absolutamente local hasta el 2-1.
Liverpool no fue Turín. La puesta en escena del Atlético fue ambiciosa. No se achicó de inicio ante el ambiente de Anfield. Ni se quedó en la nada de hace un año en el Juvent
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Stadium. Tiró más en 13 segundos este miércoles que en 97 entonces: en la primera acción, Joao Félix recogió entre líneas, vio y habilitó el desmarque de Diego Costa, pero su tiro salió fuera. Una ocasión para demostrar que estaba ahí. Luego sufrió, sufrió y sufrió.
Tampoco estaba enfrente Cristiano
Ronaldo. Ni su arrolladora eficacia. El primer remate del Liverpool no fue gol. Lo paró Jan Oblak. Fue un cabezazo de Georgino Wijnaldum. El segundo también lo interceptó: un disparo cruzado de Oxlade Chamberlain. Y el tercero también, a Sadie
Mané, demasiado centrado. Y el cuarto, a Firmino. El quinto, ya no fue posible.
De cabeza, Wijnaldum anotó el 1-0 al borde del minuto 43. Con la testa, como en Turín fue el 1-0 y el 2-0. De un centro lateral. Ahí sufrió hace un año contra el Juventus, en el bombardeo al que fue sometido desde los costados, similar este miércoles en Anfield. También en los saques de esquina. Mientras, Oblak siguió a lo suyo.
UN ASEDIO
Paró la sexta, la séptima, la octava… Cada vez más complejas, cada vez más exigido. Ya no salía el Atlético casi de su territorio. La novena fue al larguero, con un cabezazo potentísimo de Robertson. Después repelió la décima, con un trallazo de Trent Alexander Arnold. Entre unas y otras, Diego
Costa fue sustituido en el minuto 55. Se marchó del campo con un visible enfado. En su lugar entró Marcos Llorente. El héroe final.
La prórroga fue suya. Aún con el 2-0 para el Liverpool de Firmino. El medio centro, que crece, crece y crece sin pausa en el equipo madrileño, relegado no hace mucho a un tercer plano, asumió un protagonismo sólo equiparable al que había tenido antes Oblak.
Desde sus botas, a los seis minutos del tiempo extra renació el Atlético. Marcos
Llorente culminó el error de Adrián San Miguel en un despeje. La controló Joao
Félix y se la dio al centrocampista, cuyo disparo fue tan certero como definitivo (2-1). Incluso anotó el 2-2. Tremendo. Con otro tiro desde fuera del área.
Como en el curso 1987-88, de la misma forma que su padre cambió el rumbo en un Oporto–Real
Madrid de la segunda ronda de la Copa de Europa, el 4 de noviembre de 1987. Desde la izquierda, como el 2-1 de este miércoles de Marcos, Paco desbordó a su rival para darle a Míchel tanto el 1-1, en el minuto 55, como el 1-2, en el 71.
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