Un color especial y un sonido espacial


En Sevilla el fútbol tiene un color especial y el Sánchez-Pizjuán un sonido espacial, de atmósfera cero. La espera se nos hizo eterna y llegó en forma de un derbi en el que no hubo insultos entre aficiones. La nueva normalidad ha mandado al ERTE al informador de LaLiga, ese espectador de oído fino emboscado entre los hinchas locales que apuntaba en una libreta cánticos que traían multas.



Sevilla y Betis nos enseñaron que el fútbol, si cabe, es de más contacto que antes. Tras unas sensaciones raras en los prolegómenos, el fútbol tomó el mando y los sonidos y los gritos resonaron en la inmensidad de plástico vacío en que se convirtió el estadio.

Un derbi mundialmente esperado y con tratamiento de Superbowl pero sin actuaciones. La única, enlatada, llegó a cargo de El Arrebato, que tuvo por los videomarcadores los coros de los aficionados sevillistas que mandaron sus imágenes durante el confinamiento. Minuto de silencio, valga la redundancia, por las víctimas del Covid-19 y por Marcelo Campanal, el ‘Capitán Maravillas’, recientemente fallecido y cuyo apodo lucían los jugadores del Sevilla en el pechera de sus camisetas.


Empezó a rodar el balón y el sonido del fútbol puro, sin contaminaciones, se abrió paso. El trallazo de Ocampos a la madera sonó como un torpedo, los gritos de “fuera, fuera” que salían del banquillo del Betis cuando su defensa recuperaba la pelota, el silbato potente de Mateu Lahoz alargando la suerte en una demostración de autoridad, el golpeo intenso de un balón rebotado, un grito aislado en una falta… Todo es nuevo en este fútbol profesionalizado al que la pandemia ha igualado con el amateur aunque sea en su banda sonora.

La megafonía intervino durante el partido en tres ocasiones, una en el minuto 16 en la cita ineludible para recordar a Antonio Puerta, en el 20 para las víctimas del Covid-19 y los sanitarios (mandato de LaLiga) y en el 26 para recordar al bético Miki Roqué.


Todo bajo el dominio futbolístico general del equipo de Lopetegui, cuya voz se abría paso sobre todo al defender las jugadas a balón parado y, cómo no, para celebrar los goles de Ocampos primero, de Fernando después, el jugador que no debió estar presente en el derbi. Lesionado con una rotura de fibras dos jornadas antes del parón, aprovechó todas las fases del confinamiento para recuperarse y darle la puntilla al eterno rival. Un derbi que debió jugarse el Domingo de Ramos y que se disputó en el día del Corpus.

Con el 2-0, los sonidos del derbi ya se amortiguaban más. En esas circunstancias la afición sevillista andaría convirtiendo su estadio en una olla a presión, aunque aquello ya era un infierno para los béticos, que se comen el sapo de perder los dos derbis en una liga particular para olvidar.

En Nervión debieron pensar que los alemanes están locos si pensaban que eso de que el ‘factor campo’ pierde su esencia en la nueva normalidad también iba a hacerse real en Sevilla. Terceros y pisando fuerte. El derbi del coronavirus le sienta bien al equipo de Lopetegui. Y eso que Ocampos, ‘tocado’, no iba a jugar. Un gol y una asistencia de tacón. Minuto 70. Entra Banega y se va Ocampos. Hasta luego Lucas.



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