Hace algo más de tres meses nadie esperaba que el fútbol -lo más importante de las cosas menos importantes- echara el freno de esa manera. Todo el mundo vivía a 120 km/h por su autopista personal y un virus, tan maldito como contagioso, mandó a la gente a sus casas. A los jugadores del Real Madrid, también. La enfermedad no mira carnets de identidad. Aunque, según lo visto en Valdebebas, parece que la cuarentena de los blancos fue un tanto diferente a la del resto.
Y no porque la pasaran en jardines privados y piscinas climatizadas, que también, sino porque en su vuelta a la competición, los de Zidane dieron la sensación de haber pasado por una máquina del tiempo. Una especie de regreso al pasado, allí donde todos estuvieran en plenas condiciones físicas y borraran de un plumazo las dudas lógicas de un regreso tan atípico como este.
La gasolina, eso sí, escaseó algo más en la segunda parte y fue el conjunto vasco quien subió de marchas. Los blancos, con el piloto automático, dieron la sensación de haber cerrado el libro en el descanso. La batería duró 45 minutos y se apagó. Con lo que había dado de sí en la primera parte fue suficiente.
Novedades del regreso
En otro capítulo de esta curiosa vuelta al fútbol, el Real Madrid no fue ajeno a las estrictas medidas de seguridad sanitaria. El silencio del Di Stéfano distó en tres mundos de la espectacularidad de las noches del Bernabéu y la ausencia del público se notó.
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Lo que sí aumentó fueron los controles. Dos a la entrada del recinto madridista, toma de temperatura a la llegada a la grada y desinfección del equipo técnico de periodistas y fotógrafos acreditados . Nueva normalidad que ojalá pronto cumpla semanas y se haga vieja.
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