El gol del seminarista

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“Cuando haces una buena fotografía, hay un clic en el cerebro que te dice que es buena”, asegura Ramón Masats (Caldes de Montbui, Barcelona, 1931). “Muy pocas veces al revelar una imagen me he encontrado con que era mucho mejor de lo que yo había intuido al hacerla. He sentido el clic en un 98% de las fotografías que he dado por buenas”. A sus 89 años, la fotografía es ya “un recuerdo”, como él mismo expresa, pero hace solo 12 seguía siendo toda su vida. “Lo era todo“, recalca. Así, la trayectoria de este fotógrafo catalán ha transcurrido en la persecución de un momento de revelación, una epifanía dentro de un mundo visible que, pese a estar allí para todos, solo el ojo adiestrado del fotógrafo sabe discernir. Rápido e intuitivo, ha sido capaz de crear imágenes de gran potencia expresiva y frescura, por las que fue merecedor del Premio Nacional de Fotografía en 2004, como lo es Seminario.
A pesar de ir vestido con sotana y con el fin de parar un gol, el ágil aspirante a sacerdote estira su cuerpo hasta alcanzar casi un plano horizontal con respecto al suelo. Su sombra queda proyectada en el polvoriento campo de fútbol. La sotana vuela. La mano se tensa. El pelo se eriza. Mientras, los demás jugadores completan la armoniosa coreografía como pinceladas negras dispuestas en vertical. El seminarista permanecerá suspendido en el aire durante una fracción de segundo que queda detenida en el tiempo. Un accidente poético donde confluyen todas aquellas características que Henri Cartier-Bresson definía como un momento decisivo: “El reconocimiento simultaneo, en una fracción de segundo, del significado de un acontecimiento, así como de la precisa organización de las formas que da a ese acontecimiento su expresión apropiada”. “Soy un gran admirador del maestro francés”, señala Masats. “Cualquier relación de mi obra con él resulta muy elogiosa para mí”.
La imagen la tomó con una Leica, como parte de un encargo realizado para la Gaceta Ilustrada en el Seminario Conciliar de Madrid. “Al llegar al seminario me llamó la atención un partido de futbol que estaban disputando los seminaristas, a pesar de estar vestidos con sotanas”, recuerda el autor. “Me puse detrás de la portería y observé cómo jugaban. Les pedí si podían interrumpir el partido y simplemente chutar al portero. Lo hicieron para mí con mucho cariño. Tiraron como 18 o 20 veces, hasta que pude conseguir está imagen. Le tengo un poco de manía”, dice con ironía. “Todos me preguntan por ella. Yo creo que tengo otras fotos, pero el gusto de la gente se ha dirigido hacia esta”.
El instinto del autor y su inmediatez quedan reflejados en la fotografía, pero también su preocupación por cuestiones más formales o plásticas, algo que se deja ver en toda su obra donde se aprecia una clara búsqueda hacía una geometría en la composición. “Cada fotografía debe tener un encuadre, y el ritmo que yo sea capaz de sacarle al momento” apunta. “Fue el fotógrafo e historiador Publio López Mondejar quien me hizo ver mi predisposición hacía las fotos verticales, aunque en este caso no sea así. Es algo raro ya que también he hecho mucho cine, que es horizontal. Pero sí reconozco esta tendencia“. Fue precisamente su particular manera de entender la fotografía, capaz de sintetizar los tópicos culturales a través de un claro discurso fotográfico, lo que convirtió a este autodidacta en protagonista de la renovación de la fotografía documental, durante los años de Franco, formando parte del grupo Afal y La Palangana. “Renovar me salía de dentro, por lo cual resultaba fácil. No era una intención primaria ni premeditada. Era lo que veía e intentaba reflejar a través de una cámara. Así yo era feliz y encima ganaba dinero. Ahora existe en España un mayor reconocimiento hacía la fotografía. Si eres bueno, es más fácil triunfar”.
Seminario se publicó por primera vez en el diario Ya, dentro de un reportaje destinado a celebrar el Día del Seminario, el 19 de marzo de 1960, y con el tiempo ha pasado a ser una de las imágenes más emblemáticas de la historia de la fotografía en España. Es una de las pocas fotografías realizadas por un autor español que se conservan en la colección del MoMA. Reúne dos pasiones que bien definían la época: la religión y el futbol. ”Mi fotografía tiene mucha ironía, pero siempre he procurado no ensañarme con la gente, ni manipular, ni enmascarar”, destaca. “Soy un sentimental y esta es mi visión de España. Lamento que no hubiese podido ser mucho más optimista”. Almodóvar recrearía la imagen en la película La mala educación (2004), convirtiéndola en una señal de amor al delantero por parte de un portero que se deja meter un gol. La imagen forma parte de la exposición Ramón Masat Visit Spain, que puede verse dentro de la programación de PHotoESPAÑA en el espacio Tabacalera de Madrid hasta el 12 de octubre.
“Hace unos años el seminarista de la foto se reconoció en la imagen y me llamó”, recuerda el fotógrafo. Su nombre era Lino Hernández. “Estuvimos charlando y nos reencontramos para volver al seminario con Mariano Enamorado, el autor del gol. Este último había dejado la sotana”. ¿Fue un gol? “¡Sí, fue gol! Lo fue, pero no lo descubrí hasta que pude ampliar la fotografía a un tamaño muy grande. Observé que el balón estaba detrás de la mano del cura. Tardé en verlo. No lo descubrí hasta 10 o 15 años más tarde…”.


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