El verano es un buen momento para reflexionar y construir planes para el curso que viene. Especialmente después de haber vivido meses tan atípicos como los pasados. La crisis económica nos llevará a perder parte de nuestro poder adquisitivo y tendremos que aprender a vivir con menos. Sin embargo, sabemos que cualquier crisis también puede ser una oportunidad si cambiamos nuestra manera de contemplarla.
Tenemos la ocasión perfecta para revisar prioridades, desempolvar sueños que se quedaron en el tintero y, sobre todo, para aprender a valorar lo que realmente importa. Muchas veces nos apegamos a cosas que, en el fondo, solo ocupan espacio, pero que no nos hacen felices. Una crisis es un buen momento para deshacernos de todo aquello que no nos aporta y centrarnos en lo realmente importante. Tenemos una valiosa pista en El Principito, la maravillosa obra de Antoine de Saint-Exupéry: “Lo esencial es invisible a los ojos”. Tomemos el verano para reflexionar sobre las cosas esenciales en nuestra vida, entrenar el desapego, que tanto nos cuesta, y afrontar el otoño con más fuerza y mayor determinación. Estas son algunas ideas prácticas.
Comencemos con algo sencillo: revisar los armarios y tirar todo lo que no nos valga. Cualquier cambio empieza con un pequeño paso. En este caso, los armarios son casi siempre los típicos espacios donde acumulamos todo lo que ya no utilizamos o no queremos. Revisar y tirar aquellas prendas que no nos ponemos es un comienzo que nos aporta serenidad y nos da pie a entrenar lo que más nos cuesta: el desapego. Además, si donamos aquello de lo que nos desprendemos, nos aporta una doble satisfacción. No podemos abrirnos a nuevas oportunidades si cargamos con una pesada mochila. Si queremos aprender algo nuevo, tenemos que saber decir que no a lo que ya no nos sirve.
Otro ejercicio práctico es hacer un listado de los momentos más felices que hemos vivido e identificar qué tenían en común. Muy posiblemente no estén relacionados con el dinero, sino con aspectos intangibles: la amistad, la familia, el contacto con la naturaleza, la posibilidad de vivir experiencias nuevas… Cuando uno necesita aprender a vivir con menos debe centrarse en lo inmaterial, aquello que está a nuestro alcance sin que haya que comprarlo: cultivar la amistad, vivir experiencias en nuestra propia ciudad, aprender cosas nuevas o cuidar a los padres si hemos tenido que regresar a su casa.
Muchas personas viven atrapadas en jaulas de oro. Es cierto que en mitad de una crisis tomar decisiones laborales resulta más vertiginoso que en otras épocas. Sin embargo, merece la pena reconocer cuál es la jaula de oro que nos tiene atrapados y no nos permite alcanzar la felicidad. Puede ser un trabajo, el éxito, una indemnización, una relación sentimental, una casa… Posiblemente, las jaulas de oro sean las más difíciles de desapegarse, pero también son las más liberadoras. Una vez que nos deshacemos de ellas encontraremos el camino libre. Ahora que la crisis económica y sanitaria causada por el coronavirus ha puesto patas arriba muchas seguridades es una buena oportunidad para identificar qué nos tiene atrapados.
Para identificar lo esencial de nuestras vidas y centrarnos en ello, el escritor estadounidense Stephen Covey propone un ejercicio práctico en su emblemático Los siete hábitos de la gente sumamente efectiva. Entre las primeras dinámicas del libro sugiere que escribamos la carta que nos gustaría que se leyera en nuestro funeral. Suena un tanto lúgubre, pero nos ayuda a tomar una perspectiva de cómo queremos ser recordados y dónde debemos poner nuestra atención. ¿Queremos ser recordados como el más rico o como la persona que más ayudó a los demás? Posiblemente, en nuestra carta nos volveremos a central en lo esencial, en aquello que es invisible a los ojos, pero que realmente nos permite ser felices.
Pilar Jericó es emprendedora, escritora, conferenciante, doctora en Organización de Empresas y divulgadora de investigaciones sobre el comportamiento humano. www.pilarjerico.com