“Cuando nos enteramos de que Chloé tenía psoriasis, fue un jarro de agua fría para todos”, explica Patrick Daries. Su hija solo tenía siete años cuando le diagnosticaron esta enfermedad de la piel incurable y su miedo era que “pudiera destruirla psicológicamente”. Este domingo 29 de octubre es el Día Mundial de la Psoriasis, una enfermedad que, aunque en su mayoría afecta a personas en edad adulta (hay 800.000 casos en España), cada vez son más los niños que tienen una aparición temprana, siendo pacientes especialmente delicados para abordar en la perspectiva psicológica.
La psoriasis es una enfermedad no contagiosa, aunque sí hereditaria, que produce manchas rojas en la piel que provocan picor y escamas gruesas. Puede manifestarse en cualquier parte del cuerpo, pero principalmente aparece en el cuero cabelludo, rodillas, codos y torso. “Si esta enfermedad aparece con 30 años, ya tienes la vida hecha y parece que te afecta menos, pero cuando eres niño, adolescente, te ves diferente, te señalan y puede perjudicar enormemente a tu salud mental”, explica el doctor Pedro Jaén, presidente de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV).
Patrick Daries y su mujer lo tenían claro: harían todo lo posible para que Chloé se sintiera a gusto consigo misma. “Cuando tu hijo la padece, no tienes demasiado tiempo para reaccionar después del disgusto. Hay que actuar cuanto antes”, sostiene Daries. Como, en un primer momento, se asustaron con las contraindicaciones de los medicamentos que el dermatólogo les recetó, probaron atajos en la medicina alternativa. “Recuerdo estar cubierta de barro, bañándome con hierbas de cola de caballo o poniéndome una crema de tomate”, explica entre risas Chloé. Cuando nada de eso dio resultado, encontraron un nuevo dermatólogo y su vida cambió radicalmente. Comenzó a usar una crema con corticoides y acudía a sesiones de rayos ultravioleta con frecuencia, algo que le supuso una mejoría increíble.
Aunque pasó una infancia complicada en el colegio porque sus compañeros le señalaban y le hacían sentir culpable por tener una enfermedad, siempre encontraba en casa a alguien con quien hablar y muchas veces su hermana iba con ella a los tratamientos para que no se sintiera diferente. Además, durante un año estuvo yendo al psicólogo para aprender a asimilar lo que suponía tener psoriasis el resto de su vida. Pero, sin lugar a dudas, y en eso coinciden tanto Patrick como su hija, en la asociación Acción Psoriasis encontró su verdadero consuelo porque conoció a más gente con la misma enfermedad y se dio cuenta de que no estaba sola. “Me sirvió para darme cuenta de que yo era igual que los demás, es cierto que tenía un problema en la piel, pero podía seguir haciendo todo lo que los demás hacían”, confiesa.
A los 19 años, Chloé se ha convertido en una chica risueña, dulce y extrovertida. Aún teme llevar manga corta o falda en verano porque tiene psoriasis en los codos y las piernas y sabe que cada vez que conozca a alguien nuevo deberá explicarle por qué tiene manchas rojas en la piel pero, como ella misma dice, “hay que aprender a convivir con ello, que no sea algo que te domine a ti, sino que tú la domines a ella”.
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