Reprimir las emociones: la clave de un médico argentino para trabajar en la ayuda humanitaria

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Cuando se confirmó el primer caso de covid-19 en Cox’s Bazar (Bangladés), el Gobierno impuso varias restricciones para reducir la propagación del virus. De repente, las calles y los pasillos de los edificios se vaciaron, los mercados y restaurantes cerraron y las oficinas, que antes eran colmenas industriales, se volvieron silenciosas cuando el personal empezó a trabajar desde sus viviendas.

Sin embargo, no todos los trabajadores tuvieron la oportunidad de quedarse en casa y protegerse a sí mismos y a sus seres queridos de una enfermedad mortal que no discrimina y sobre la que todavía tenemos mucho que aprender. La pandemia, que se extiende por todo el mundo, ha supuesto cambios estructurales que afectan a la vida cotidiana de millones de personas en Bangladés. Arruinó todo lo que teníamos.
Soy una soldado en un ejército de trabajadores humanitarios
Luchamos contra el virus y prestamos servicios a la comunidad en estos tiempos difíciles. Me levanto temprano por la mañana para preparar lo que voy a hacer durante el día, desinfectar mi moto y compartir el té de la mañana con mi familia. Paso el día con otros facilitadores comunitarios, llevando a cabo las actividades que integran nuestros proyectos, como la entrega de bonos de efectivo, así como coordinando con los representantes públicos y dignatarios de la zona. Tratamos con cientos de personas diferentes cada día en varios lugares. No sabemos quién está enfermo y quién no, pero siempre nos aseguramos de mantener una distancia segura, las manos y el equipo limpio y una hermosa sonrisa.
Uso mi motocicleta para viajar entre las áreas. Hablo con la gente, dando asistencia y apoyo sobre las actividades de entrega de bonos de efectivo. Estas actividades ayudan a los miembros de la comunidad a recibir sus propios ingresos en forma de pagos directos, lo que les permite alimentar a sus familias. Algunas personas utilizan el dinero para comprar alimentos, otras lo usan para temas de salud y la compra de medicamentos, mientras que hay quienes lo destinan costear la educación de sus hijos. Este dinero es de gran ayuda para las familias que viven en situaciones difíciles, aportando dignidad a unas vidas se han visto trastocadas.
Todas las personas tienen derecho a ser tratadas igual 
Nunca esperé o sospeché que algo así pudiera suceder. Es duro y todos estamos tensos, pero afortunadamente somos un equipo que cuida de los demás para poder dar lo mejor de nosotros mismos cuando ayudamos a nuestra comunidad. Lo que queremos son cosas simples, como una discusión al azar con los colegas mientras tomamos nuestros cafés matutinos, sonrisas de la gente que ayudamos mientras prestamos servicios, un té por la tarde con amigos en el mercado local y una cena familiar después de un día ajetreado.

La esperanza es lo que me hace empezar el día con una sonrisa, sabiendo que estoy ayudando a la gente a tener un día mejor en medio de estos tiempos difíciles

Debido a la propagación de la pandemia desatada por la covid-19 nuestros días de trabajo se están alargando mucho. Sin embargo, seguimos en primera línea, ayudando, porque nos preocupan nuestros programas y las personas que dependen de la ayuda humanitaria. Todos estamos haciendo un esfuerzo extra, lo cual es muy reconfortante. Esto hace que tu fatiga disminuya cuando ves al equipo unido, ayudando y luchando contra la pandemia a la vez.
Volver a casa
Como soy la única persona que sale a trabajar fuera de casa, al llegar me quito todo el equipo de trabajo, zapatos incluidos, y lo dejo todo fuera. Luego, antes de acercarme a mi familia, me doy una ducha. Toda mi ropa de trabajo se pone en una bolsa y se trata por separado. A veces llego a casa muy tarde, y mantengo mi interacción con mi familia al mínimo.

Abeda Sultana Liza, durante una de las jornadas de trabajo en Cox´s Bazar, Bangladés. ACH

Durante estos tiempos sin precedentes marcados por la covid-19, mi vida profesional está acaparando mi parcela personal. Las restricciones de movimiento han cambiado completamente mi día a día, y el miedo se ha apoderado de mí. Sin embargo, lo que está sucediendo a mi alrededor me ha devuelto la esperanza. Además, esto me da fuerza para realizar mi trabajo. La esperanza es lo que me hace empezar el día con una sonrisa, sabiendo que estoy ayudando a la gente a tener un día mejor en medio de estos tiempos difíciles.
Lo primero que haré después de esto es dar un gran abrazo a mi familia, a mi equipo y a toda la gente que me importa. Mi lucha no es solo contra la covid-19: también lucho contra el hambre, la pobreza, la desigualdad, la discriminación y el calentamiento global. Quiero que todas las personas tengan una vida mejor. Y seguiré luchando.
Abeda Sultana Liza es trabajadora comunitaria de Acción Contra el Hambre (ACH), donde supervisa el Programa de Alimentos para la Paz en Cox’s Bazar, Bangladés. El programa está financiado por USAID e implementado por un consorcio formado por ACH, Helen Keller Internacional y Shusilan.
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