Natalia de Molina y Andrea Fandos, madre e hija en ‘Las niñas’. En vídeo, el tráiler. Vídeo: RTVE
En 1992 Celia tiene 11 años, vive en Zaragoza y estudia en un colegio religioso. Hasta aquí llegan las similitudes entre la protagonista de Las niñas y su directora, la debutante Pilar Palomero; la película se proyecta en la sección Generation Kplus de la Berlinale, antes que en España se estrene en el festival de Málaga. “No es autobiográfica, pero todo el contexto de la historia, la Zaragoza del 92, el colegio de monjas, la discoteca, las camas elásticas…, forman parte de mis recuerdos”, asegura en Berlín Palomero. “Yo deseaba más que crear una trama con elementos de giro narrativo impulsar la parte emocional, que el público se ponga en la piel de Celia, en ese momento en que saltas de la niñez a la preadolescencia y poquito a poco vas descubriendo un mundo que se abre”.
Las niñas se desarrolla en una España aún bastante represora (Celia no tiene padre, en el colegio eso la estigmatiza y su madre no se habla con los abuelos) que, subraya la directora, ha encontrado por desgracia eco en la actualidad con detalles como el veto parental. “Me gustaría que Las niñas abra un debate sobre cómo es nuestra educación, cómo fue en su momento, en qué tenemos que cambiarla. Reflexionar sobre la educación nunca está de más”. Una España en la que todavía hay un desequilibrio entre hombres y mujeres. “Ellos no aparecen mucho, pero su eco está ahí, en los mensajes de sumisión que recibe Celia, de un futuro como ama de casa. Cuando acabé el guion me di cuenta de que no había mucho personaje masculino porque con esa edad yo solo me relacionaba con mi padre, mi hermano y mis dos primos. No tenía amigos. Para mí y mis amigas el sexo masculino era algo desconocido. Ese distanciamiento provoca relaciones ortopédicas entre niños y niñas, desaparece la naturalidad, la fluidez entre los seres humanos”, apunta. Para ello, la directora ha retratado el ambiente de una discoteca de la época, con las típicas torpes aproximaciones entre unos y otras: “Ellos te pedían rollo, cuando ni ellos ni nosotras lo deseábamos. Probablemente preferían charlar, pero no sabíamos comunicarnos”.
¿No está anclada España todavía en algunas de esas posiciones? “Primero, hay gente que se sorprende que en 1992 estuviéramos con una mentalidad tan atrasada. Qué equivocados. Segundo, con la película acabada, he dado varias charlas en institutos y sí he visto a profesores preocupados por el repunte del machismo entre los adolescentes. No busco esa reflexión con la película, pero pienso que la educación va muy por detrás de los tiempos que corren. Fíjate en Internet. ¿Cómo estamos educando en el porno en la web?”. En Las niñas asoma un cartel de la famosa campaña “Póntelo, pónselo”, como contraposición a los mensajes de castidad que reciben en la clase de las monjas. “Somos el fruto de lo que recibíamos aquellos años, y bastante bien hemos salido. En el filme intento que a través del televisor el público recuerde esos mensajes tan contradictorios. Pasabas de lo que nos contaba el cuaderno de religión a que en la tele aparecieran las Mama Chicho o Jesús Gil en el jacuzzi. Y nada nos sorprendía, estaba normalizado”.
La película de Palomero sigue pasos similares a Verano 1993 (2017), de Carla Simón: ambas están producidas por Valérie Delpierre, ambas, de directoras debutantes, empezaron su andadura en Generation Kplus antes de verse en Málaga, ambas tienen a niñas en la España de los noventa. “He luchado mucho por sacar adelante del proyecto, durante tiempo acallaba mis dudas entendiendo lo personal del guion. Ojalá me fuera a mí la mitad de bien que a Carla Simón”. La trayectoria de Palomero arrancó en la Ecam, la escuela de cine madrileña, diplomándose en dirección de fotografía en 2006. Trabajó en ese campo y en guiones, hasta que en 2013 fue una de las 16 cineastas seleccionadas por Béla Tarr para participar en su proyecto educativo Film.factory en Sarajevo. “Allí me reencontré y entendí lo que quería hacer: cine”.
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