Hay que ser de hielo para meter un putt que vale 15 millones de dólares y apenas celebrarlo cerrando un poco el puño. Así es Dustin Johnson. No se le movió un pelo de la barba al estadounidense, de 36 años, cuando con el birdie del 18 en el Tour Championship cerró el triplete: su primer título en la FedEx Cup (la clasificación que honra al mejor golfista del circuito americano), número uno mundial y un cheque que jubilaría a sus nietos.Qué lejos quedaron los tiempos de Tiger Woods, un filón mediático rebosante de carisma. Qué fue de los golfistas como Seve Ballesteros, que enamoraba a los fotógrafos con cada gesto (y sin gorra con publicidad). Hoy son todos chicos bien, tan educados como musculosos, clientes de una agencia de representación. Son pocos los que como Jon Rahm celebran un golpe maravilloso (el approach del Memorial, el putt del BMW Championship) como si fuera un gol del Athletic en una final de Copa. Rahm es el fuego como Johnson es el hielo, dos maneras diferentes de vivir y de sentir el deporte, tan opuestos de carácter como igual de brillantes y competitivos en la cancha, hoy números uno y dos del mundo.“Yo nunca podría jugar con tanta sangre fría como él”, dice Rahm sobre el rival con el que se ha batido mano a mano en las últimas semanas. “A mí si doy un mal golpe, o uno bueno, se me nota en la cara. A él esa firmeza le ha ayudado a ser muy consistente y ganar mucho”, explica el de Barrika, cuarto en la clasificación en la FedEx Cup, su mejor puesto.Solo un grandeJohnson es un cañonero de 1,93m que domina todas las cartas de la baraja. Manda la bola a una media de 284 metros con el driver, arriesga desde la calle para atacar banderas que parecen imposibles y es certero con los putts largos. Por momentos Rahm y él tenían su propio concurso en el green. “Estoy jugando el mejor golf de mi carrera. Tengo muchísima confianza en todas las partes de mi juego”, presumió el estadounidense.El ascenso de Johnson refleja también cómo se articula hoy el golf. Se puede ser el más rico y el número uno sin ganar un grande. Johnson colecciona 23 triunfos, nadie ha ganado más desde 2008, y ha amasado 82,6 millones de dólares en ganancias, solo superado en la tabla histórica por Tiger y Mickelson. Sin embargo, solo ha conquistado un major, y no reciente, el US Open de 2016, por más que haya sido segundo en los otros tres: Masters, PGA y British. Al de Carolina del Sur le ha valido ser el golfista más en forma tras el confinamiento, con tres victorias desde junio. La temporada en el circuito americano ha bajado la persiana y esta semana levanta ya la del curso siguiente. Le quedan pendientes, por la pandemia, dos grandes citas. En una semana, el US Open. En noviembre, el Masters.“Con 15 millones de dólares diría que mis hijos y posiblemente mis nietos e incluso mis bisnietos podrían pagarse la universidad”, dijo Jon Rahm antes del Tour Championship sobre lo exagerado de este premio. Tanto que incluso el importe para el segundo clasificado (empataron Justin Thomas y Xander Schauffele), cinco millones, supera el doble para el ganador del US Open (2,2), The Players (2,2) y el Masters (2). Johnson se embolsó 15 millones cuando en toda la temporada había ganado 5,8. Rahm ingresó tres.El premio se explica por el maná de los derechos televisivos, una hucha engordada desde la revolución de Tiger. Fue la televisión la que impulsó el regreso del golf pese a la falta de público en los campos (sin deporte no hay retransmisión y no hay anunciantes) y la que llevó a que el torneo acabara en lunes, festivo en Estados Unidos, para asegurarse mejores audiencias.
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