Alex de la Iglesia, a su llegada a Venecia el pasado jueves.Daniele Venturelli / WireImage,En la oscuridad de una cuadra, una vaca da a luz a un bebé humano. Ese es el desconcertante punto de partida de 30 monedas, la nueva serie que Alex de la Iglesia (Bilbao, 54 años) ha rodado para HBO España, que se estrenará este otoño. El primer capítulo se proyectó ayer, fuera de competición, en la Mostra de Venecia.El proyecto, protagonizado por Eduard Fernández, Miguel Ángel Silvestre, Macarena Gómez y Carmen Machi, traslada una turbia historia de exorcismos a un municipio de la España profunda. El alcalde y la veterinaria de ese pueblo lideran una investigación que los llevará a destapar una conspiración mundial por el control de las monedas por las que Judas Iscariote traicionó a Jesús de Nazaret. “Es una mezcla de Historias para no dormir y Crónicas de un pueblo, dos hitos personales”, decía ayer el director en una playa del Lido. La herejía, ya presente en El día de la bestia, le interesa como cineasta y como creyente: “Soy profundamente católico. Creo en Dios, en la confesión y en los diez mandamientos, por lo que soy el director idóneo para este tema”.Con todo, su prioridad parece retratar a los grotescos habitantes de ese lugar con un costumbrismo digno de Berlanga, centrándose en iconos patrios como el cura, el guardia civil o el tonto del pueblo. “El pueblo es la imago mundi, condensa el carácter de nuestra sociedad”, sostiene. En vista de la sordidez moral que reina en la villa no es muy buena señal. “Somos gente buena, pero empujada al caos. Estamos en un momento de cambio en el que vamos a descubrir cómo reaccionamos ante la adversidad”, añade el director, que llegaba a Venecia días después de haber enterrado a su madre. “Ante esa situación, dudas entre derrumbarte y seguir adelante. Ahora todos estamos un poco huérfanos y debemos madurar”, apunta el director, llamando a “la honestidad y el interés general”.De ese retrato de España a pequeña escala sobresale la obsesión de sus personajes por no ser percibidos como paletos, lo que De la Iglesia considera un defecto nacional. “Se debe a un sentimiento de inferioridad por un pasado que no hemos asumido”, afirma. En el fondo, toda su obra parece bañada en el retraso cultural de los duelos a garrotazos de otro tiempo. “Es exactamente eso. Vivimos sobre una tierra blanda, con una sensación de debilidad”.
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