A José Ignacio Goirigolzarri no le dolieron prendas en afirmarlo el viernes. “Gonzalo es el primer ejecutivo. Es quien va a asegurar la línea de mando y quien va a dirigir el comité ejecutivo”. Si quedaban dudas, pese a las funciones ejecutivas que tendrá el actual presidente de Bankia, Gonzalo Gortázar (Madrid, 55 años) será quien lidere la nueva CaixaBank, el máximo responsable de la entidad que atesorará a partir del segundo trimestre del próximo año uno de cada cuatro euros que están en depósitos en España y, en similar proporción, los créditos concedidos.
Un hombre procedente de la banca de inversión se erigirá así en el primer ejecutivo del principal banco minorista español. Una anormalidad que se ha fraguado en los últimos 11 años, cuando Isidre Fainé lo incluyó en la constelación de La Caixa ofreciéndole la responsabilidad de la gestión de Criteria CaixaCorp, cuando el holding solo controlaba parte de la cartera financiera e industrial que tiene en sus manos actualmente. Procedía de la capital financiera londinense, donde era uno de los directores de Morgan Stanley tras haber trabajado 16 años en procesos de fusiones y adquisiciones para el mundo de las finanzas.
Aquel cargo en el brazo inversor de La Caixa no se prolongó por mucho tiempo, ya que apenas dos años después se incorporó a la disciplina de CaixaBank como responsable financiero del banco catalán. Fue una transición hasta el salto definitivo y el que ha marcado su consolidación en la entidad, tras ser nombrado en 2014 consejero delegado. Sustituía a Juan María Nin, en una sonora salida forzada por las diferencias mantenidas con Fainé, y rompía una tradición de ejecutivos catalanes al frente de las entidades financieras de la comunidad. “El carácter de Gortázar y Nin no tienen nada que ver. Uno es extravertido, más expuesto puertas afuera, mientras que Gortázar es un hombre más de números y que apuesta por la discreción. En ese sentido se parece mucho más a Fainé”, explicaban este sábado fuentes de la entidad. Aunque ambos también tienen una diferencia básica: mientras Fainé se ha autocalificado como “vendedor de zapatos” —en referencia a su perfil comercial—, Gortázar es un hombre de balances.
Desde su posición como consejero delegado de la entidad, Gortázar ha afrontado dos operaciones: la digestión de la compra del negocio de Barclays en España y la opa sobre el banco luso BPI en 2017, lo que le ha llevado a estudiar la lengua portuguesa de la misma forma que lo hizo con el catalán cuando recaló en Barcelona. Más difícil fue la gestión de la fuga de depósitos sufrida durante 2017 tras el desafío independentista y de otro problema común al resto de entidades financieras: los últimos cuatro años de tipos de interés negativos y rentabilidades en mínimos que han tenido como colofón la crisis del coronavirus. Este es el detonante definitivo de la fusión con Bankia en un intento desesperado por mejorar el beneficio y la acción.
Fuentes consultadas apuntaban que, gracias a los conocimientos atesorados de la cartera inversora de Criteria y a los internos de CaixaBank —además de su experiencia en operaciones corporativas—, Gortázar fue una de las personas que aportó a Fainé ideas para configurar la nueva era de La Caixa a partir de 2014, cuando se creó la Fundación Bancaria La Caixa y se controlaron todas las participaciones empresariales a partir de un nuevo diseño de Criteria Caixa. Gortázar tiene en la cabeza toda esa estructura y ha dejado clara la relevancia de la obra social para el grupo.
Este madrileño —y forofo madridista— de orígenes vascos es ya un referente de la doble capitalidad reforzada que tendrá CaixaBank tras la fusión con Bankia. Vive a caballo entre Barcelona y Madrid, donde reside su familia (esposa y tres hijos). Colaboradores próximos lo definen como una persona próxima, muy capacitada para crear equipos multidisciplinares a los que pide opinión, y atenta en las relaciones personales. Y si bien es un hombre de método y ordenado, es capaz de saltarse las estructuras y los puentes cuando busca informaciones concretas. Goirigolzarri también lo dejó claro el viernes: “Las líneas de mando tienen que estar absolutamente claras”.
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