Iga Swiatek, un torbellino de 19 años

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Han pasado las once de la noche en París y Garbiñe Muguruza abandona cabizbaja la Chatrier. Acaba de perder un partido que de entrada se le había complicado, que luego ha revertido y que finalmente se le ha ido al traste porque Danielle Collins, un azogue permanente, ha tenido la sangre fría que a ella le ha faltado en un duelo de sube y baja. La estadounidense vence por 7-5, 2-6 y 6-4, tras 2h 26m, y la apea de un torneo que se le había puesto más bien bonito, paso a paso siempre pero con el cuadro aclarado. Garbiñe ha perdonado, y el perdón le cuesta tanto como la despedida del templo que la coronó en 2016.

El adiós duele porque después de hacer lo difícil se le ha escurrido la victoria de entre las manos. Ha conseguido contener a la impetuosa Collins y en el set definitivo manda de arranque por 3-0 y luego por 4-2. Sin embargo, se desinfla. La estadounidense equilibra con 4-4 y en el momento más inoportuna asoma la duda. Eleva la bola en el saque y al segundo intento la estrella en la red. Doble falta (son 7 al final) y match point para la norteamericana, de 26 años, 57ª de la WTA y que ha estado toda la velada con el cuchillo entre los dientes. Ella sí que no perdona a continuación.

Fue un día raro, porque a las siete de la tarde estaba en la Suzanne Lenglen y media hora después (con 1-0 y 30-15 a su favor) ya se había tenido que refugiar en el vestuario por la lluvia. El agua no se detenía, de modo que la organización hizo lo más lógico y a las ocho apagó los focos de esa pista; optó por el traslado a la central para que continuase el duelo una vez que Novak Djokovic sellase su victoria y el número uno cumplió rápido, así que se reanudó la acción a cubierto.

Había comenzado bien Muguruza, con un break a su favor, pero la agresividad insaciable de Collins fue destemplándole. La tormenta de golpes era de aúpa. La estadounidense es fuego, una ofensiva constante que si coge inercia no es nada fácil de frenar. Se encontró Garbiñe con aquello que menos le agrada, una rival que le hace replegarse y correr de un lado a otro. A ella le gusta tener la sartén por el mango, pero el buen trabajo está dándole frutos y mentalmente se sostiene mejor, pese a lo ocurrido este sábado.

Collins, un puñal en ese tramo del partido, le arrebató el primer parcial a golpe de determinación. Sin embargo, la norteamericana perdió un punto de vigor y Muguruza recuperó el sitio. Se adueñó otra vez del pulso y empezó a imponer su tenis, también profundo y a la vez más reposado.

La noche ya envolvía a París y empezó a hacerle pensar a la rival en los intercambios. Con un registro mayor, fue arañándole roturas y teóricamente (error dados los acontecimientos) inclinando el terreno a su favor. Collins había ido perdiendo punch y a ella se la había quitado la cara de susto que le puso la concesión del primer set, pero el desenlace bajo techo fue girando hasta confirmar el desagradable vuelco que la expulsa del torneo en la tercera ronda. La apuesta a todo riesgo de la estadounidense (44 errores) tiene premio.

“Uf, creo que ha sido complicado empezar lloviendo en una pista, y luego nos han cambiado… Ha sido difícil encontrar las sensaciones y en el primer set no he jugado muy bien; en el segundo lo he hecho algo mejor y en el tercero no he estado a la altura. Ella ha ido a rachas y ha metido bolas cuando tenía que meterlas. Se me ha escapado, y debería haber conseguido jugar mejor a final del último set”, analizó.

Quiere Garbiñe recuperar el sitio perdido y va por el buen camino en un circuito que no acepta paréntesis y va a una velocidad de vértigo. El perdón supone el castigo inmediato. Lo demuestra con nocturnidad París: “Es decepcionante, porque le pones mucha ilusión y tienes un partido que va bien, de tu lado, y al final acaban remontándote…”.


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