WASHINGTON – La nominada a la Corte Suprema de Justicia, Amy Coney Barrett, prometerá ser una jueza “sin miedo a las críticas” e indicará que las cortes “no deberían intentar” hacer políticas, según las declaraciones de apertura de su audiencia de confirmación obtenidas por The Associated Press y NBC News.
Barrett, una jueza de la corte federal de apelaciones, se basará en la fe y la familia en sus comentarios iniciales preparados para las audiencias y dirá que cree que aportaría “algunas perspectivas nuevas” como la primera madre de niños en edad escolar en el tribunal de nueve miembros.
Las audiencias del Comité Judicial del Senado, que comenzarán este lunes mientras la pandemia de coronavirus se extienda por todo el país, se llevarán a cabo tres semanas antes del día de las elecciones y después de que millones de estadounidenses ya hayan votado.
El presidente Donald Trump nombró a la jueza poco después de la muerte de la jueza Ruth Bader Ginsburg. “Fui nominada para ocupar el puesto de la juez Ginsburg, pero nadie jamás ocupará su lugar”, le dirá Barrett al comité, según sus comentarios de apertura.
Barrett dice que ha decidido mantener la misma perspectiva que su mentor, el difunto juez Antonin Scalia, quien era “devoto de su familia, resuelto en sus creencias y sin miedo a las críticas”.
Ella hablará extensamente de su familia en el comunicado y dice que nunca permitirá que la ley defina su identidad o excluya el resto de su vida. Dirá que un principio similar se aplica a los tribunales, que “no están diseñados para resolver todos los problemas o corregir todos los errores de nuestra vida pública”.
Su tendencia conservadora marcaría una postura fuerte en la Corte Suprema en temas claves como inmigración, el aborto y el porte de armas, entre otros, advierten expertos.
“Las decisiones de política y los juicios de valor del gobierno deben ser hechos por los poderes políticos elegidos por el Pueblo y responsables ante él”, dice. “El público no debe esperar que los tribunales lo hagan, y los tribunales no deben intentarlo”.
Los republicanos que controlan el Senado se están moviendo a un ritmo vertiginoso para poner a la jueza de 48 años en la Corte Suprema antes de las elecciones del 3 de noviembre, a tiempo para que escuche un desafío de alto perfil sobre la ley conocida popularmente como Obamacare y cualquier asunto relacionado con las elecciones que pueden seguir a la votación.
Otra razón para actuar con rapidez: no está claro si los resultados de las elecciones harían más difícil confirmar a Barrett antes de fin de año si el demócrata Joe Biden gana la Casa Blanca y los demócratas ganan escaños en el Senado.
Dijo el presidente durante el Primer debate presidencial.
La audiencia se lleva a cabo menos de un mes después de que la muerte de Ginsburg le dio a Trump la oportunidad de reemplazar a la jueza liberal y afianzar una mayoría conservadora en la corte de nueve miembros. Barrett sería el tercer juez de la Corte Suprema de Trump.
El país verá a Barrett durante tres días, comenzando con su declaración de apertura el lunes por la noche y las horas de interrogatorio el martes y miércoles.
Los demócratas han presionado en vano hasta ahora para retrasar las audiencias, primero por la proximidad de las elecciones y ahora por la amenaza del virus. Ningún juez de la Corte Suprema ha sido jamás confirmado tan cerca de una elección presidencial.
La nominada del presidente Trump tiene 48 años y ocuparía la vacante vitalicia.
Barrett, de 48 años, es una católica devota con siete hijos y una favorita de los conservadores religiosos y se considera que rechaza de plano el aborto. Estuvo entre los finalistas para la segunda nominación de Trump al Supremo, que finalmente obtuvo el juez Brett Kavanaugh.
Barrett fue nominada por Trump a la Corte de Apelaciones del 7mo Circuito federal y confirmada por el Senado en octubre de 2017 por 55 votos a favor y 43 en contra. El 7mo Circuito, con sede en Chicago, cubre los estados de Illinois, Indiana y Wisconsin.
En sus casi tres años en el puesto ha firmado unas 100 opiniones, incluidas varias opiniones discordantes en las que mostró su claro y consistente cariz conservador.
Barrett sirvió como asistente legal del juez de la Corte Suprema Antonin Scalia. Trabajó brevemente como abogada privada en Washington D.C. antes de volver a la Facultad de Derecho de la Universidad de Notre Dame, donde estudió, para convertirse en profesora en 2002.
En 2017, durante su vista de confirmación en el Senado para el puesto en la corte de apelaciones, los demócratas presionaron a Barrett sobre si sus creencias afectarían sus posibles fallos sobre el aborto y otras cuestiones sociales controvertidas.
Barrett respondió que se tomaba su fe católica en serio, pero que “yo recalcaría que mi afiliación religiosa personal o mi creencia religiosa no me eximen de mis deberes como juez”.
Está casada con Jesse Barrett, un exfiscal federal que ahora es socio en una firma legal de South Bend, Indiana. La pareja tiene siete hijos, incluidos dos adoptados en Haití y uno con necesidades especiales.