La nueva valla que separa Melilla y Marruecos ya es visible desde distintos puntos de la ciudad. Una estructura de 10 metros de altura coronada con unos rodillos metálicos sustituye ya en varios tramos –los más vulnerables– al antiguo alambrado protegido con concertinas. A simple vista, este panel, que supone elevar la altura del vallado un 30% en aproximadamente un tercio del perímetro, parece imposible de escalar y supone una caída considerable para cualquiera que logre alcanzar su tope. En el resto de la valla que mide un total de 12 kilómetros se está instalando una estructura algo más baja pero que finaliza con una fila de barrotes curvos, bautizados como “peine invertido”, que dificulta el paso al otro lado. Los dos nuevos tipos de valla se están ultimando también en los ocho kilómetros fronterizos de Ceuta. El plan del Ministerio del Interior es concluir las obras a finales de año.
La retirada de las concertinas, con las que los migrantes se desgarran la piel al intentar saltarlas, fue una de las primeras promesas del ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, que defendió un sistema más seguro pero menos lesivo para frenar la entrada de migrantes en ambas ciudades autónomas. Una maraña de cuchillas, sin embargo, protege la valla del lado marroquí –donde se ha reforzado la seguridad en los últimos meses–, y aún pueden verse concertinas a media altura en el lado melillense.
Las obras para sustituir las concertinas, instaladas en 2005 por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, comenzaron a finales del año pasado y se presupuestaron en 18 millones de euros (8,3 millones para Ceuta y 9,5 para Melilla). Los trabajos se enmarcan en un plan de reforma integral de refuerzo y renovación de las fronteras de ambas ciudades autónomas para el que el ministro ha destinado un total de 32,7 millones de euros y que incluye un nuevo circuito cerrado de televisión con cámaras térmicas y la instalación de sistemas de reconocimiento facial en la frontera.
La retirada de las concertinas era una reivindicación histórica de las organizaciones de defensa de los derechos de los migrantes, que han visto con recelo cómo varios tramos de la valla se elevaban de seis a 10 metros de altura, mientras Marruecos, por su parte, instalaba sus propias cuchillas. “No compartimos el modelo de levantar muros y vallas. Militarizar nunca puede ser la solución. Las personas migrantes dejaran de rasgarse y mutilarse al saltar, pero corren el peligro de caer al suelo desde una altura de 10 metros y en el suelo les estará esperando la gendarmería marroquí”, ha afirmado la eurodiputada de Izquierda Unida, Sira Rego, durante su visita a la frontera de la ciudad autónoma junto al también eurodiputado de IU, Manuel Pineda. “Los recursos que se destinan a seguir ampliando las vallas y los muros deberían utilizarse para promover una política de acogida y acompañamiento de las personas migrantes y reforzar el estado social y las políticas de empleo de los espacios de acogida”, añadió.
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