La noche se mueve… en los bares sin alcohol


No hizo falta que irrumpiera a lo bestia la covid-19 para que cierto estilo de vida sobrio y natural empezara a ganar adeptos en todo el mundo, con opciones como no fumar, no beber alcohol, equiparar los derechos de los animales con los de las personas, hacerse vegano, vegetariano, macrobiótico…

Ciertos empresarios empezaron a reforzar estas formas de vida alternativa al apostar por negocios en principio impensables por arriesgados: por ejemplo, los bares donde no se sirve alcohol. Templos laicos, modernos, nocturnos y con ambiente. Empezaron a surgir hace unos años en México (allí no funcionó) y en Inglaterra, donde se afianzaron. Y finalmente llegaron a Estados Unidos, donde según el CDC (Centros para el Control y Prevención de Enfermedades) mueren seis personas a diario por alcoholismo, siendo esa la causa del 10% de las muertes.

Nueva York es una de las ciudades con mayor número de alcohólicos del país. “Después de ocho horas de rodar a ritmo apabullante, beber es lo único que consigue mantenerme en este estado álgido”, explica Michael, un asistente de cámara que reconoce entonarse a diario y ser un ­alcohólico funcional. Según la CADCA (Unión de Comunidades Antidroga), en torno al 15% de los neoyorquinos bebe alcohol en exceso.

En 2019 surgió en Greenpoint (Brooklyn) Getaway, el primer bar nocturno de Nueva York totalmente libre de alcohol. Un año después sigue solucionando la vida social no solo de exalcohólicos que caían en la depresión por no poder salir sin ser continuamente tentados a beber; sino de embarazadas, deportistas, yoguis y todo aquel que quiera pasarlo bien sin resaca, no quiera beber alcohol de modo impositivo o rechace dar expli­caciones si no le apetece una copa. El ambiente es alegre y distendido y los mócteles se sirven por 13 dólares (unos 11 euros). “Los ingre­dientes que usamos en los mócteles son excelentes, el alcohol no es siempre lo más caro. Si seguimos pensando que las bebidas sin alcohol tienen que ser baratas, nunca van a mejorar”, ­explica Sam Thonis, co­fundador y gerente del local. Aunque el coronavirus ha causado estragos en miles de negocios en la ciudad, el bar sigue abierto de lunes a domingo.

Existen otras propuestas similares, aunque no son propiamente bares. En 2018 Lorelei Bandrovschi fundó la primera iniciativa de este tipo, Listen, un bar itinerante libre de alcohol que se abre una vez al mes y que ha tenido una repercusión mediática arrolladora. ­Ofrecen un menú creado por reconocidos mixólogos y alternativas como kombucha de grifo o granizado de coco-matcha. También organizan eventos como la primera fiesta de Nochevieja sin alcohol en Nueva York.

Ruby Warrington, autora del libro Sober Curious (curiosidad sobria) y del podcast con el mismo nombre, es considerada una de las principales promotoras del movimiento sobrio. Ha dado lugar a una ONG que cuenta con casi 22.000 seguidores en Facebook. Cada vez surgen más opciones, como los Kin Euphorics, mócteles nootrópicos creados por la herborista y psicóloga Jen Batchelor; una sofisticada fórmula de abstinencia que aumenta los niveles de serotonina y que está causando furor. Las alternativas al alcohol no solo funcionan: se multiplican. Y están cambiando la vida nocturna y la forma de socializar. 


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