Las declaraciones de José Manuel Rodríguez Uribes, ministro de Cultura y Deporte, de esta semana (“yo no debo recomendar ir a los toros, pero el teatro es diferente en el sentido de que es una cuestión pacífica”) mueven, en principio, a una triple reflexión: o el ministro desconoce el mandato de la ley (“los poderes públicos garantizarán la conservación de la tauromaquia y promoverán su enriquecimiento”), o se trata de una estrategia diseñada para socavar, cuando la ocasión lo requiera, el ya pantanoso mundo de los toros, o es que al señor ministro lo ha traicionado el subconsciente y se ha metido en un berenjenal en el que se ha hundido aún más cuando ha intentado explicarse.
Dijo textualmente lo siguiente: “Nosotros entendemos desde el Ministerio de Cultura que no podemos ni debemos prohibir la tauromaquia, porque está reconocida como patrimonio inmaterial por leyes de estos años pasados, pero tampoco me parece que yo deba fomentar ir a los toros… Yo creo que mi deber es de respeto institucional, pero creo que tampoco debo animar a la gente a ir a los toros”.
Sin embargo, el pasado día 13, el ministro presentó en Madrid la campaña #CulturaSegura, y, según una nota oficial del ministerio, “Rodríguez Uribes animó a los ciudadanos a acudir a sus teatros, a sus cines y a sus museos, en definitiva, a todos los lugares en los que podemos vivir y disfrutar de la cultura in situ, con la tranquilidad de que son espacios seguros”.
Es decir, el ministro puede animar a acudir a los teatros, cines o museos, pero no a los toros… Algo falla.
Las cartas abiertas de Victorino Martín al ministro no sirven para nada
Se podría concluir que el ministro no considera la tauromaquia como un sector cultural, aunque así esté reconocido por ley y que falta a la verdad cuando afirma que su “deber es de respeto institucional”.
El ministro conoce la ley y sabe lo que dice; lo ocurrido es que en su ánimo de ser políticamente correcto, pero sin ser infiel a sus ideas, se ha hecho un lío y ha creado una agria polémica innecesaria.
¿Qué necesidad había de clavar otro par de banderillas negras en las sufridas espaldas de la fiesta de los toros que lleva en la UCI desde el mes de marzo? ¿Se hubiera atrevido el ministro a decir lo mismo sobre el cine español?
El ministro de Cultura y Deporte forma parte de un Gobierno que desde el momento mismo de su toma de posesión no ha mostrado el más mínimo apego a la fiesta de los toros.
Rodríguez Uribes se ha reunido con la Fundación del Toro de Lidia, pero todo ha quedado en buenas palabras; la ministra de Trabajo aún se mantiene en sus trece de no reconocer a los toreros como “artistas de espectáculos públicos”, y parece que Unidas Podemos pretende que la ley contra la violencia en la infancia incluya prohibir a los menores la asistencia a los toros.
Todo el apoyo taurino se reduce a la “muy buena relación” que el ministro dice mantener con Victorino Martín, con quien celebrará una próxima reunión.
Ya es sabido que las declaraciones del ministro incendiaron las redes sociales, y la Fundación del Toro envió una carta de protesta al ministerio.
Pues ya va siendo hora de que los taurinos asuman que eso no sirve para nada.
Las palabras del señor Rodríguez Uribes confirman que la fiesta de los toros está sola, y que su porvenir dependerá exclusivamente de ella.
¿Se ha planteado el sector qué ocurrirá si la situación sanitaria actual se prolonga hasta la mitad del año próximo, como mínimo? ¿Hay algún plan sobre la mesa? ¿Están reunidos los taurinos para un análisis realista y la búsqueda de soluciones posibles?
Lo que está diciendo Cultura es que hará lo posible para acabar cuanto antes con la tauromaquia
Lo que está diciendo el ministro es que ellos harán lo que esté en su mano para que la tauromaquia tenga una pronta fecha de caducidad; así, no sería extraño que un día dispararan contra el único programa taurino de Televisión Española; que se prohíba, en efecto, por ley la presencia de los niños en las plazas, o que, una vez superada esta pandemia, los dos partidos gobernantes se planteen la derogación de las leyes que sustentan la fiesta de los toros.
Y esto podrá ocurrir porque los que gobiernan conocen la extrema debilidad del sector, su tradicional y fatídica desunión y su incapacidad para acometer la necesaria revolución interna; son conscientes del decadente apoyo social y el anacronismo de los taurinos.
La llamada Gira de Reconstrucción es un simple botón de muestra: muy mal deben estar las cosas para que sea el único acuerdo al que ha podido aspirar el sector después de seis meses de negociaciones.
El hecho, por otra parte, de que las dos principales plazas del mundo, Madrid y Sevilla, hayan estado cerradas durante toda la temporada es el peor indicio para el futuro.
Por todo ello, que no es poco, el ministro se permite crear polémica y mantener viva la llama del antitaurinismo oficial.
Pero, quizá, Cultura no sea el problema (ningún Gobierno, ni central ni autonómico, ha hecho nunca una apuesta decidida por la fiesta de los toros), y solo la mecha del incendio final.
Quizá, no haya que perder el tiempo con más cartas abiertas de quejas al ministro, y procurar que el enfermo no muera.
Hace unos años, el que fuera presidente del PSOE, Manuel Chaves, asistió en su calidad de presidente de la Junta de Andalucía, al acto de entrega de los premios taurinos de la Real Maestranza, y pronunció una frase profética: “Nadie prohibirá los toros en este país; la fiesta acabará el día que nadie acuda a los tendidos de una plaza”.
Ante el abandono —y el ataque sistemático— de los que gobiernan, la única medicina fiable está en el compromiso de los taurinos. Solo una fiesta renovada, diferente, emocionante y apasionada, con toros bravos y toreros heroicos, con empresas modernas y un serio compromiso social de todos sus protagonistas podrá devolver la vida a un espectáculo achacoso, alicaído, enfermizo y cada vez más triste.
Y el ministro, que conoce el percal, avisa: quien quiera ver toros que se dé prisa…
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