El dirigente opositor venezolano Leopoldo López salió este sábado de Venezuela tras abandonar la residencia del embajador de España en Caracas, donde permanecía resguardado desde el 30 de abril de 2019. Su objetivo, según fuentes de su entorno, consiste en viajar a España, donde residen su familia y su padre, Leopoldo López Gil, europarlamentario del Partido Popular.. El Ministerio español de Exteriores aseguró que su salida “es fruto de una decisión voluntaria y personal”, mientras que Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional, destacó que López se fue “burlando” las fuerzas de seguridad del Gobierno chavista.
López se encontraba en dependencias diplomáticas españolas desde que encabezó, junto con Guaidó, un alzamiento que pretendía desencadenar una revuelta en las Fuerzas Armadas y derrocar a Nicolás Maduro. Todo quedó en un intento frustrado por las fuerzas militares que se mantuvieron fieles al régimen. Perdida la oportunidad, el exalcalde del municipio Chacao, que había sido condenado por la justicia controlada por el chavismo por su papel en la oleada de protestas de 2014, se refugió entonces en la residencia del embajador, Jesús Silva.
Las fuentes consultadas, que en un primer momento apuntaban a Colombia como primer destino de López, más tarde situaron al político en la isla de Aruba. En cualquier caso aseguran que su objetivo es viajar a España. No descartan, añaden, que primero visite Estados Unidos, donde los candidatos enfilan la recta final de la campaña electoral. “Esperemos que venga a España, pero no lo sabemos aún”, matiza un portavoz de la familia. “Hay fuentes que dicen que llega mañana, hay fuentes que dicen que llega el lunes. Nosotros no sabemos”, ha indicado en declaraciones a EL PAÍS. En cuanto a cómo se ha gestado la operación y al paradero del político, ha explicado que desconocen la operación porque “la está manejando el hijo netamente”. “Lo que podemos confirmar es que ha salido voluntariamente y que no ha habido ninguna presión por el Gobierno de España, ni mucho menos”. Estas fuentes rechazan que haya sido por el relevo del nuevo embajador, anunciado hace un mes, y también mantienen que no ha habido una negociación interna para que el disidente saliera del país. Exteriores había asegurado, además, que la salida de Silva no iba a cambiar la situación de López.
El partido del dirigente, Voluntad Popular, señaló que “esta decisión, al igual que cada una de las que ha tomado Leopoldo López en su accionar político, han sido asumidas considerando lo mejor para el país y para la lucha por la libertad de Venezuela”. Sin embargo, su salida, que se suma a una larga lista de opositores perseguidos que tuvieron que exiliarse, también es una señal de las escasas esperanzas que incluso la dirección de la oposición tiene depositadas en un proceso de cambio o una transición a corto plazo. Tras la huida agentes del Servicio Boliviariano de Inteligencia (Sebin) detuvieron a uno de los vigilantes privados de la embajada, que llevaba años trabajando con el servicio diplomático español. También arrestaron, en su domicilio, a una trabajadora del hogar contratada por López que le solía llevar la comida.
El dirigente opositor siempre se mantuvo en la primera línea política aun después de su detención. Se convirtió en un símbolo de la resistencia frente a Maduro y, especialmente desde que pasara a arresto domiciliario y después se instalara en la Embajada de España, pilotó la estrategia de las fuerzas opositoras y del propio Guaidó. En los últimos meses ese camino de presión contra el chavismo y de rechazo incondicional a los procesos electorales convocados por el Gobierno, que no ha dado resultados concretos, recibió duras críticas por parte de otros sectores de la oposición como la corriente encabezada por Henrique Capriles.
Desde que Maduro, en busca de oxígeno antes de las elecciones de la Asamblea Constituyente en julio de 2017, le concedió la medida de arresto domiciliario, el dirigente antichavista buscó varios caminos para aumentar la presión contra el régimen bolivariano. El movimiento clave fue a principios de 2019 el alzamiento de Guaidó, hasta ese momento un diputado del partido Voluntad Popular con poca presencia pública. Guaidó fue elegido jefe del poder legislativo y, como tal lanzó su desafío a Maduro proclamándose presidente interino, en virtud de una interpretación constitucional que descalificaba al sucesor de Hugo Chávez por ser, según esa lectura, usurpador del poder.
Ese paso desencadenó una oleada de protestas que agitaron a Venezuela y generaron una sensación de cambio inminente durante la primera mitad del año. Mientras la Administración de Donald Trump endurecía las sanciones contra el Gobierno de Caracas, Guaidó y López intentaron forzar una rebelión en el seno de las Fuerzas Armadas que nunca se produjo. Sí hubo decenas de deserciones, algunas muy significativas como la del jefe del Servicio de Inteligencia, Christopher Figuera, pero insuficientes para provocar una quiebra en la policía y en el Ejército.
A finales de agosto, Maduro concedió el indulto a un centenar de presos de la oposición en un intento de buscar un terreno propicio para negociar la participación de sectores de la oposición en las elecciones legislativas convocadas para el 6 de diciembre. Entonces circuló la tesis de que también estaba sobre la mesa el indulto de López, aunque el canciller venezolano, Jorge Arreaza, desmintió ese extremo en conversación con EL PAÍS. Entre los dirigentes opositores que se beneficiaron de esa medida se encontraba Roberto Marrero, jefe de despacho de Guaidó. Este trató primero de abandonar el país y viajar a Madrid, pero las autoridades se lo impidieron. Después, gracias de la mediación del España y la intervención de México, Marrero pudo viajar a Florida, donde se encuentra ahora.
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