La política vuelve al Congreso cuando menos se la esperaba. La crispación y la férrea división en dos bloques sigue ahí. Pero esta semana, en los pasillos de la Cámara, había unanimidad entre los consultados de todos los partidos: hay ganas de volver a hacer política clásica, con sus alianzas, sus estrategias, acuerdos de última hora, enmiendas multimillonarias, pactos y traiciones.
Las frenéticas negociaciones del estado de alarma, donde incluso el PP llegó a intentar jugar con una alianza puntual con Junts, el partido de Carles Puigdemont, para forzar la mano al PSOE, son solo un aperitivo de lo que viene ahora: una complejísima negociación de Presupuestos en la que solo hay una cosa clara: nadie quiere quedarse fuera del todo de unas Cuentas que suponen el mayor aumento de inversión pública en décadas, una auténtica lluvia de millones para salvar la economía española y modernizar el país de la que ningún grupo, salvo Vox, quiere estar totalmente al margen.
El PP no los apoyará, eso es seguro, pero el grupo de Pablo Casado ha decidido volver al juego político y hacer valer sus 88 diputados. Su intento de negociar con todos este último estado de alarma y su abstención, después dos “noes” en mayo, así lo demuestra.
Hace solo cinco meses, Pedro Sánchez ordenaba a los suyos sacar como fuera un estado de alarma de 15 días. Eso forzó una negociación a la desesperada con Bildu que supuso un gran desgaste. Entonces el Gobierno logró 177 síes y 162 noes, y lo pasó muy mal. Ahora, con mucho menos esfuerzo y sin tener que negociar con Bildu —que se abstuvo— ha logrado 194 síes, un núcleo duro de posibles apoyos que le permite afrontar los Presupuestos con mucha tranquilidad.
El PSOE tiene muy claro que la clave de bóveda para respirar tranquilo se llama ERC. Tanto en el estado de alarma como en Presupuestos. Por eso esta semana Adriana Lastra, la portavoz socialista, se concentró en amarrar ese voto con Gabriel Rufián. Con él negoció que Sánchez comparecería cada dos meses, mientras los demás grupos pequeños, espoleados por Íñigo Errejón, se movían para forzar al presidente a ir todos los meses. En poco tiempo estos últimos tenían un bloque sólido y el PP se dejaba querer. Podían forzarle la mano al Gobierno. Pero ERC ya había cerrado el acuerdo de que viniera cada dos meses, y sin los 13 escaños de ERC no había alternativa posible.
Así se frustró esa pequeña rebelión que sin embargo muestra las ganas de hacer política que hay en el Congreso. Durante unas horas, todos —menos Vox— hablaron con todos y se fraguaron y deshicieron alianzas puntuales que eran habituales antes de que el Congreso se convirtiera en una gran trinchera en la que solo se dispara y nunca se negocia.
Esa etapa de guerra total parece superada y el principal beneficiario pueden ser los Presupuestos. En un momento de gran inquietud de los ciudadanos ante el hundimiento de la economía que está provocando la segunda ola y la posibilidad de volver a un encierro casi total, la aprobación con comodidad de las primeras Cuentas desde 2018 supondrían una inyección de capital político muy útil para afrontar el duro invierno.
El escenario ha dado un vuelco completo. Tanto que la gran tensión interna del Gobierno es con quién se sacan los Presupuestos. Esto es: discute porque puede elegir. Unidas Podemos y un sector importante del PSOE prefiere a ERC y la mayoría de la investidura. En La Moncloa quieren dejar abierta la puerta de Ciudadanos por si ERC falla en el último momento.
El miércoles se vio de nuevo ese riesgo. Con las detenciones en Cataluña de empresarios del entorno de Puigdemont, ERC paralizó por un momento el acuerdo con el PSOE para el estado de alarma. A los socialistas les recordaba a lo que sucedió en enero, cuando tras la decisión de la Junta Electoral Central de quitar el acta de diputado a Quim Torra y no tramitar la de eurodiputado de Oriol Junqueras, la investidura de Sánchez estuvo un buen rato en el aire.
Eso siempre puede volver a pasar, aunque la relación entre el PSOE y ERC cada vez está más consolidada. De hecho, se van a recuperar las reuniones discretas de los negociadores de la investidura, que nunca se interrumpieron del todo. Los presos, los indultos y la reforma del Código Penal estarán encima de la mesa en esas citas discretísimas. Y los compromisos para una mesa de diálogo después de las elecciones catalanas de febrero, cuando se espera que ERC se haga al fin con la primacía del independentismo.
La mayoría que apoya al Gobierno sigue siendo inestable —a la coalición le faltan 21 escaños para llegar a la absoluta— pero cada vez está más claro que, por distintos motivos, casi todos los grupos tienen muchos más incentivos para estar en los Presupuestos que para quedarse fuera. Así lo señalan no solo desde el PSOE o Unidas Podemos, sino también desde estos grupos minoritarios.
Incluso Ciudadanos se muestra ansioso por demostrar que es capaz de influir en las Cuentas de la coalición. “Yo creo a Cs le pones ahora el manifiesto comunista en los Presupuestos y te lo aprueba”, bromea un miembro del Gobierno. Desde el grupo de Inés Arrimadas insisten en que incluso antes de negociar han logrado que las subidas de impuestos sean muy suaves y creen que harán caer el impuesto al diésel, algo que también reclama el PNV.
Cada uno tiene su interés. Cs quiere estar para demostrar la utilidad de sus 10 escaños. El PNV siempre está. ERC quiere ser el líder del independentismo y el partido que representa a Cataluña en Madrid y negocia inversiones y leyes clave, como la del alquiler. El PDeCAT, que con sus cuatro diputados también quiere negociar, pretende diferenciarse de Puigdemont y ser el partido útil que representa a sus 400 alcaldes en Madrid y que logra inversiones para Cataluña. Bildu quiere competir con el PNV como el partido que negocia en Madrid con una visión de izquierdas, y por eso negoció sobre la reforma laboral. El BNG reclama inversiones para Galicia. Compromís para la Comunidad Valenciana. CC para Canarias. Teruel Existe para la España vaciada. Todos tienen incentivos para entrar, aunque la mayoría de los consultados cree que ERC y Cs se excluyen mutuamente.
El Presupuesto, explican algunos miembros destacados de la mayoría, puede ser una fotografía del poder político real en España para muchos años si la derecha no logra volver al poder con la reunificación que está intentando Casado. Algunos incluso hablan ya de aprovechar los Presupuestos para consolidar una especie de “coalición ampliada”, con una mayoría más sólida. Pero antes habrá que sacarlos y comprobar si los 194 síes de la alarma son un espejismo o la apertura de una nueva etapa política.
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