Enredados en una batalla ajena

La Real solventó con profesional desempeño, manchándose lo menos posible las manos, la batalla ajena en la que se vio enredada horas antes de la medianoche del sábado cuando el Granada pidió suspender el partido de ayer en Anoeta. Un partido extraño, al que el adversario acude únicamente con siete
profesionales, incluye un elevado riesgo de dispersión. Pero la Real, empezando por su entrenador, que eligió el ‘once’ más capaz posible, se aisló de un escenario objetivamente desagradable para liquidar el asunto en la primera media hora y asegurar un triunfo al que, sin duda, habría optado de igual manera ante un Granada con sus mejores efectivos sobre el terreno de juego.

Existe en Anoeta la sensación de que el Granada
no ha jugado limpio en todo este asunto lo que, además, dejaba al club txuri urdin con poco que ganar porque a los ojos de una mayoría se ha cometido un abuso obligando a los andaluces a jugar en semejantes condiciones.

Pero el Granada, según LaLiga, tiene 10 positivos desde hace diez días. A pesar de ello, viajó a Chipre con un jugador con visos de estar infectado y con hasta cuatro
porteros, lo que podía dejarle sin guardametas para Anoeta. Y además se extiende la sospecha, porque LaLiga le ha abierto un expediente, de que se saltó los protocolos sanitarios en Nicosia, causa directa de que, a su regreso, perdiera a la mayoría de los jugadores de la primera plantilla para medirse a la Real.

Por si fuera poco, incluyó en su intento de suspender el partido, por no disponer de efectivos suficientes, a los jugadores lesionados, a sabiendas de que el marco normativo no acepta ese tipo de bajas como razón para
aplazamientos. Lesionados que, por cierto, finalmente jugaron en Anoeta. Y lo hizo con nocturnidad, con poco margen de maniobra, 19 horas antes de que se jugara el partido. Y viajó pocas horas antes de jugar. Y, por último, incurrió en una alineación indebida a todas luces deliberada ya que en todo momento eran conscientes de lo que hacían, lo que, cuanto menos, cabe considerarlo como un desafío a los órganos rectores de la competición. Una provocación.

En un escenario como ese, en el que poco había que ganar, la Real, primero, solicitó que se cumpliera escrupulosamente la normativa vigente, un protocolo firmado por todos los clubs con el que, como dijo Imanol, hay que apechugar. Es decir, que no había “causa mayor” que permitiera aplazar el partido. Y, segundo, se limitó a ejercer su evidente superioridad sobre el rival. Sin aspavientos. Sin abusar. Sin regodearse. Como lo hubiera hecho cualquier otro fin de semana del campeonato. Un ejercicio de profesionalidad para coronarse como el mejor equipo de la Liga.


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