Cuenta Leonardo Lema, propietario de la tienda de decoración vegetal Greenworks, en Madrid, que las personas que viven solas suelen encontrar consuelo en llenar la casa de plantas. “Las cuidan, las miman… No es tan distinto a la compañía de un perro o un gato”. Pero la avalancha de clientes interesados en sus terrarios y minijardines verticales (de 40 x 30 cm y con hueco para seis macetas) trascendió de largo a este perfil durante el primer mes de la desescalada, una tendencia al alza (se triplicaron las ventas) ya más moderada. “Vino gente de todo tipo, con la necesidad de meter vida y bosque en sus casas. Primero querían hierbas aromáticas que sirvieran para cocinar, luego cualquier cosa verde que resistiera bien al paso del tiempo; y recibí muchos encargos de regalos para llevar a reencuentros. ‘No quiero flores, que mueren demasiado pronto’, me decían”.
Estudios de arquitectura e interiorismo como Gärna, en la capital, refrendan esta fiebre biofílica, que en decoración se traduce en convertir tu casa en lo más parecido a un bosque. “Significa ‘amor a los seres vivos’. Es la idea de que los humanos poseen una inclinación innata a buscar conexiones con la naturaleza. Aplicada a la arquitectura, consiste en la incorporación de características del mundo natural en espacios construidos, como agua, vegetación, luz natural o piedra y madera”, anotan desde el despacho. De los tres requisitos para convertirse en biofílico que esgrime la diseñadora de interiores Sally Coulthard en su libro Biophilia: You + Nature + Home, llenar la casa de plantas es el más accesible, dado que vivir con vistas a un bosque o renovar colores, materiales y texturas no es apto para todas las vidas (ni bolsillos).
Más que una cuestión estética
Conectar con tu yo interior, manejar el estrés, sentir que se escucha el arrullo del río aunque uno viva pegado a la M-30… Los efectos que proclaman los biofílicos llevan a que algunos arqueen las cejas con escepticismo. ¿Tan magno es el beneficio de vivir rodeados de plantas? La doctora Loreto Barrios, psicóloga y arquitecta, asiente con rotundidad. “Algunos investigadores de psicología evolutiva consideran que el contacto con la naturaleza es, de hecho, uno de los fundamentos de la sabiduría. Y, desde 1985, la octava inteligencia de la teoría desarrollada por el psicólogo estadounidense Howard Gardner es la naturalista. Sería un error no atender a esa sensibilidad”, dice.
Es más, Barrios aprecia el valor de cualquier inversión en la decoración del hogar: “Va más allá de un escaparate. Abarca aquello que nos describe y, en cierto modo, nos define. No es una necesidad básica, pero sí está en la jerarquía de las necesidades humanas”. Al fin y al cabo, los españoles pasan 15 horas diarias en casa, según una encuesta de la Asociación para la Investigación de Medios de Comunicación. Y, últimamente, con recortes, también las 9 restantes. En todo caso, otra ventaja de los beneficios biofílicos es que uno los puede llevar consigo cuando sale al mundo exterior.
Entre las predicciones del grupo Moinsa para las oficinas tras la covid-19, están la adecuación tecnológica para el teletrabajo (a esto también hay que aprender), la adquisición de mobiliario ergonómico e inteligente y la concepción de espacios que inviten a la relajación con vegetación, iluminación y decoración de apariencia natural. Según una investigación de Human Spaces Report, este tipo de entornos tienen un impacto positivo en la creatividad y productividad del trabajador, incrementándolas un 15% y un 6%, respectivamente. “El diseño biofílico ha demostrado mejorar el bienestar, reducir el estrés y facilitar el diálogo entre los empleados, con el consecuente impacto positivo no solo en las personas, sino también en el rendimiento económico de la compañía”, afirma Roberto Lepori, portavoz de la empresa de pavimentos modulares Interface. Una ayuda extra muy necesaria, ya que la pandemia también amenaza nuestra salud mental en el entorno laboral, según la Organización Internacional del Trabajo.
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