La UE, más autónoma

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en una imagen de archivo.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en una imagen de archivo.AFP

La victoria de Joe Biden en las presidenciales de EE UU abre una nueva oportunidad para la relación transatlántica. Y para que el retorno de la complicidad euronorteamericana revierta en recuperar un mundo liberal, multilateral y con menos tensiones. Si cabe, mejorado: mediante una más estrecha sintonía con las demás democracias, trabada sobre sus valores e intereses tradicionales, algo indispensable para su defensa frente a los nacionalpopulismos aislacionistas. Como lo es también un mayor apego a la igualdad y la cohesión social, tan dañadas por la pandemia.

La UE debe definir su rumbo estratégico en este nuevo escenario, que será muy amplio ya que el cambio en Washington no se limita a su retorno al acuerdo climático de París o a la mesa con Irán. Los organismos multilaterales, la actitud ante la OTAN y Rusia, la urgencia de una alianza ante los excesos de China —evitando las guerras comerciales— o una política de paz en Oriente Próximo abren otros tantos campos de colaboración.

Esta será más fructífera para el conjunto, y para la propia construcción europea, cuanta mayor capacidad de acción entrañe para la UE. Esto implica derechos, pero también deberes, incluida una mejor inversión en la propia defensa. Por eso urge trazar un rumbo común, ante el que surgen, como es normal, varias opciones.

Francia apuesta por un gran salto hacia la autonomía estratégica, la cuasi independencia. No implica romper la alianza con EE UU, sino acelerar en temas de Defensa, la independencia industrial (los campeones empresariales) con toques proteccionistas, la reordenación de las reglas de competencia o el uso del euro como palanca política. Es el gaullismo actualizado, que permitiría a París, con ayuda de la autoexclusión de Londres, recuperar el protagonismo perdido. Alemania sueña con recomponer el statu quo quebrado por Trump, sin apuestas que impliquen riesgos: recela de avances profundos en Defensa (su flanco débil) que puedan molestar a los socios orientales ultraatlantistas e irritar a Washington y desdeña la conversión del euro en una explícita arma política. En este debate, España tiende a sintonizar con el pragmatismo concreto de la posición alemana, aunque sin dejar de lado los objetivos de autonomía de los franceses.

Como todo en la UE, la solución tendrá que ser un compromiso. Una vía intermedia entre las posiciones que representan París y Berlín. Lo importante es que el inmovilismo no es una opción y que hay que definir pronto nuevas áreas de consenso para avanzar. Aunque con Biden irá mejor, la reorientación histórica de EE UU hacia Asia es inevitable. Hay que ser conscientes de ello y prepararse para un siglo muy diferente del anterior.


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