El eco del silencio

Ipurua se hubiese venido abajo, en condiciones normales, cuando Unai
Núñez logró el gol de la victoria en la última jugada del partido al cabecear un córner muy bien sacado por Aihen
Muñoz. El tanto del triunfo, sin embargo, se celebró en medio del eco del silencio, esa macabra banda sonora que acompaña al fútbol desde marzo y que ayer también se apoderó de un partido históricamente tan apasionado como el de Euskal Selekzioa.

Jugar sin su gente en la grada es la mayor de las paradojas para un partido cuya mayor razón de ser es la reivindicación. Si no hay nada que gritar, la cita cae en una especie de desangelado vacío en el que no es exagerado preguntarse si jugar tiene sentido. Pero este equipo juega para algún día ser tomado como uno más en el concierto futbolístico mundial. Es su principal razón de ser. Y por eso no se rinde. Aunque cueste convencerse, en no pocos puntos del camino, de que se pongan todos los medios para llegar al destino. Ése fue el motivo de volver a jugar ayer, ubicarse nuevamente, como cada año, en el planeta fútbol. Recordar que hay un pequeño territorio al sur de Europa que tiene fútbol para competir con los mejores y la ambición de poder hacerlo algún día de manera oficial.

El compromiso de los jugadores se situó muy por encima de un escenario con un punto de decadencia. Helador. No era la mejor convocatoria posible, no era el mejor ‘once’ titular posible y, sin duda, no era el mejor ambiente posible. Los futbolistas, sin embargo, le dieron al partido el revestimiento de verdad suficiente para firmar un partido con ritmo, con intención. Era el único salvoconducto para tratar de huir de la intrascendencia.

Al fin y al cabo debutantes como Guevara o Morcillo estaban ante uno de esos días que todo jugador vasco espera en su carrera, más allá de las circunstancias. Con Yuri, brazalete en ristre, al mando de las operaciones, ejerciendo de jefe, y Muniain encontrando buenas posiciones entre líneas, el juego de Euskal
Selekzioa en la primera parte tuvo continuidad. Cuando Costa Rica amagó con elevar su intensidad en la segunda mitad y logró empatar, la segunda unidad de los euskaldunes recuperó el aliente del equipo para acabar empujando hacia la victoria. Keylor
Navas le quitó la gloria a Jon
Bautista, primero, al sacar una buena mano al gran testarazo del de Errenteria pero no pudo hacer nada ante el de Núñez.

Euskal Selekzioa le volvió a recordar al mundo que está ahí. Los jugadores cumplieron con su parte. Es posible que el envoltorio estuviera a años luz del ideal para un partido de la selección vasca pero no hubo dejadez de funciones. Sí profesionalidad. Eran los que estaban. Estaban los que eran. Y muchos o pocos, mejores o peores, derrotaron a Costa Rica en una velada que más que por la propia victoria en sí, será recordada por el eco con el que se celebró. El del silencio.


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