Los pasillos de la Escuela Superior de Música Reina Sofía, en Madrid, se mantienen estos días extrañamente silenciosos. Estudiantes e instrumentos (violín, piano, oboe, violonchelo, trompeta, clarinete…) apenas se perciben, limitados presencia y movimiento por la amenaza invisible del coronavirus, y las escasas clases presenciales que se celebran, en aulas insonorizadas, son individuales. En una se desarrolla una lección online de violín con Marco Rizzi (profesor titular), Ricardo Ali (pianista acompañante) y María Ramos (alumna salmantina); y solo al abrir otra se escucha la voz, potente y cálida, de Mailyn Cruz, soprano de 25 años, y unos acordes de piano interpretados por la profesora acompañante Madalit Lamazares: ensayan la primera aria de La reina de la noche, de Mozart. “Mailyn llegó el año pasado de Cuba, con el potencial y el talento que tiene, pero todavía hay mucho que arreglar”, esgrime. Solo la virtud abre estas puertas, y la exigencia es máxima.
De las 600 solicitudes que llegan cada año a sus instalaciones de la madrileña plaza de Oriente, tan solo se admiten unas 30 plazas que se repartirán entre el Grado Superior de Música, un Máster en Enseñanzas Artísticas de Interpretación Musical y un plan de estudios propio, para aquellos alumnos que, habiendo completado su formación musical, quieran obtener un mayor grado de perfeccionamiento antes de iniciar su carrera profesional. Todo en torno a dos pilares fundamentales: la excelencia y la inclusión, porque desde el curso pasado el 100 % de los alumnos gozan de matrícula gratuita, y dos de cada tres disfrutan también de una beca de residencia: “Nadie se queda fuera por una cuestión de recursos, y esto hace que el único criterio para entrar en la escuela sea el talento. Se hace un proceso de audiciones que empieza ahora en diciembre y continúa hasta abril. Y solo entran aquellos con el suficiente talento”, afirma Julia Sánchez, CEO de la escuela Reina Sofía.
Ante la pandemia, clases digitales
Continuar las clases durante la pandemia no ha sido fácil para los más de 150 estudiantes matriculados. “Cuando nos confinamos, muchos tuvieron que volver a sus países, a Colombia, Rusia, Armenia… Ahí los medios digitales tuvieron muchísimo que ver y conseguimos conectar a la mayoría de ellos, para que pudiesen continuar estudiando”, cuenta Sánchez. Un esfuerzo que resultó todo un desafío tecnológico, ya que muchos estudiantes “no contaban con el equipo para compensar lo que tienen acá, y con frecuencia tenían que trabajar con un teléfono o en un lugar con poca cobertura, así que, por mucho que se quiera, la calidad no es la misma”, recuerda Lamazares. “Yo, a veces, tenía alumnas a las que entendía la mitad de lo que decían, porque tenían el wi-fi en la cocina, y había ruido de la calle”.
Para el curso 2020-2021, la escuela tuvo que adaptarse a fondo, y encontrar las plataformas que mejor funcionasen. Para las clases en línea, por ejemplo, cuentan con una herramienta italiana, MF Classrooms, que está diseñada para las clases de música y tiene en cuenta todas las particularidades necesarias para que la transmisión sea lo más fluida posible, con una latencia muy reducida. “Más o menos, alrededor de un 40 % de las clases las estamos haciendo presenciales, y el 60 % online (normalmente las más teóricas). Aquellas que son con profesores locales se hacen aquí, manteniendo todas las medidas de seguridad. Pero como tenemos un gran cuerpo internacional de profesores que no pueden desplazarse, esas clases se mantienen digitalmente”, explica Sánchez.
El avance de la tecnología ha sido fundamental a la hora de garantizar las mejores condiciones educativas posibles, y por ello Sánchez reconoce que hace tan solo cinco años no hubieran podido hacer lo que están haciendo ahora. “De hecho, ahora que van a lanzar el 5G, en el que la latencia es mucho más baja, hemos hecho con una empresa tecnológica la prueba de un cuarteto de música, que está separado en diferentes habitaciones y que puede tocar de forma conjunta gracias al 5G, con una calidad de sonido altísima. La evolución de la tecnología ha sido tan alta que, incluso algo tan fino como es la música clásica, puede llegar a escucharse con una calidad excepcional”.
Mantener la presencialidad, una prioridad
En esta situación dominada por la inseguridad, una de las prioridades de la escuela ha sido la de mantener la actividad presencial todo lo posible, tanto en lo que respecta a las clases de interpretación como a nivel de conciertos y actuaciones. “La parte presencial es esencial porque, además de las habilidades de interpretación, están desarrollando otras como el pensamiento crítico, de gestión de proyectos, de creatividad… Y la interacción de unos con otros es máxima”, añade.
“El catedrático está dando clase desde su casa, porque no puede venir, y nosotros estamos aquí. Por mucha que sea la energía, al alumno le falta la presencia de la persona que no está físicamente; por más que quiera trabajar; por más buenos que sean los equipos, falta ese contacto, que es tan importante, aunque estemos a dos metros de distancia”, dice Lamazares, que es profesora de la escuela en la cátedra de canto desde el curso 2000-2001. “En el caso de las clases de repertorio vocal, la presencia es importantísima, porque siempre hay un pequeño desfase entre la música y la imagen”.
Izem Gürer (Turquía, 1999) es alumna de la escuela desde hace siete años, en la cátedra de piano Fundación Banco Santander. Comenzó a tocarlo con tan solo ocho, y hace tres recibió de manos de Su Majestad la Reina Doña Sofía el diploma de alumna más sobresaliente de su cátedra. Para ella, la situación de crisis actual tiene también un lado positivo: “A nivel personal, sentí que todos los planes que tenía, conciertos y concursos, se pospusieran o cancelaran. Pero también he tenido tiempo para hacer más cosas, como estudiar las obras que siempre había querido tocar, leer… Así que me he seguido desarrollando de otra forma”.
Para Marlon Mora (Colombia, 1995), estudiante de la cátedra de trompeta IF International Foundation, lo más complicado ha sido la falta de contacto directo con los profesores y con sus compañeros: “El no poder tener a nuestros amigos y compañeros ha sido lo más difícil, porque estaba acostumbrado a convivir con muchas culturas de otros países, aquí en la escuela, y aprender tanto de la parte humana como artística”. Él fue uno de los alumnos que tuvieron problemas para regresar a Madrid este curso, debido al cierre de fronteras, hasta que gracias a la gestión de la escuela, pudo finalmente encontrar un vuelo con escala en Quito (Ecuador).
Puesto que el objetivo fundamental es preparar a los alumnos para su futura carrera profesional, y que puedan tocar en cualquier orquesta, el escenario es aquí considerado una prolongación del aula. Por ello, el Auditorio Sony de la escuela ha mantenido su actividad con, eso sí, un aforo reducido de entre un 10 y un 30 % de la gente, y con muchas precauciones tanto en la entrada como en todo el recinto: desde la toma de temperatura y un reconocimiento facial hasta el mantenimiento de la distancia de seguridad y el uso de gel hidroalcohólico. “Si, dentro de su formación, les quitamos la oportunidad de dar conciertos, eliminamos una parte importantísima”, apunta. Los conciertos, además, se retransmiten por streaming en el canal que la escuela tiene en YouTube.
La música, una herramienta de transformación social
Uno de los aspectos fundamentales para el sector de la música en este periodo de crisis ha sido la fragilidad del sector. En países como Italia, Francia o Alemania, se han cerrado los teatros, y como los artistas son freelance, tienen dificultades para sobrevivir; en otros, como en España, se sigue intentando hacer conciertos, con todas las medidas de seguridad necesarias. “Se ha puesto en valor la relevancia de tener un sector público importante, que apoye a la cultura y que la considere un bien esencial. Yo creo que los alumnos han podido ver esas diferencias dentro de la comunidad educativa, y al mismo tiempo reflexionar sobre las implicaciones que tiene y cómo podemos apoyarnos unos a otros”, reflexiona Sánchez. En su opinión, “los Gobiernos han visto que no es solo un entretenimiento, sino que tiene un poder que va más allá. Es una herramienta importante de transformación social, que nos mantiene cuerdos y unidos en muchos casos, y hace sentir bien a muchísimas personas”.
La escuela es consciente, sin embargo, de que la situación podría cambiar en cualquier momento, de forma que fuera necesario volver a una situación de confinamiento total y adaptarse de nuevo a un entorno puramente digital que sí tendría un efecto más visible en su formación, ya que impediría la celebración de conciertos. “En un año normal, organizamos unos 380, y cada alumno hace, de media, unos 20. Conciertos que son de música de cámara, con orquesta, como solistas… Esta variedad de registros, de interpretación, será muy difícil de mantener este año, pero estamos contentos porque estamos pudiendo celebrarlos”, explica Sánchez. “También estamos diseñando una camerata para el programa de Navidad, con la que hacemos siempre una gira de seis o siete conciertos. Este año, lo que probablemente haremos es organizar cuatro de ellos de forma presencial, con todas las medidas, y tres de forma digital, en los mismos escenarios donde suelen hacerse (uno de ellos, por ejemplo, en la catedral de Santander), pero sin público”.
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