Cuando Roman Bondarenko vio a un grupo de desconocidos cerca de su casa en Minsk arrancando las banderas y los lazos blanquirrojos que los partidarios de la oposición bielorrusa han hecho su símbolo trató de evitarlo. La discusión, el miércoles por la noche, se transformó en un altercado en el que el grupo de enmascarados agredió a Bondarenko. El pintor, de 31 años, recibió varios golpes en la cabeza antes de que agentes de seguridad vestidos de paisano le metieran en una furgoneta sin identificación. Hora y media más tarde le dejaron en un hospital de la capital bielorrusa con edema cerebral, según los informes de las organizaciones de derechos civiles y medios independientes, que han reconstruido el caso. Murió anoche. Las autoridades aseguran que la policía le halló ya golpeado, también que estaba borracho y que participó en una pelea callejera.
La de Bondarenko es, al menos, la quinta muerte relacionada con las protestas desde que estallaron las manifestaciones contra el supuesto fraude electoral en Bielorrusia y contra su presidente, Aleksandr Lukashenko, hace tres meses. El caso ha desatado otra enorme oleada de indignación. Este viernes, miles de personas han vuelto a salir a las calles en Minsk y otras ciudades bielorrusas en repulsa por la sospechosa muerte de Bondarenko. Con velas, flores y pancartas con lemas como “no olvidaremos” o “dejen de matarnos”, miles de ciudadanos han formado cadenas humanas para reclamar el fin de la violencia policial y la salida del líder autoritario. Hay una decena de detenidos, según el recuento las ONG de derechos civiles. En la conocida como Plaza de los cambios, donde fue agredido Bondarenko, en uno de los vecindarios más activos en las protestas por la democracia, cientos de personas dejaron ofrendas, velas y flores junto a un altar improvisado con fotografías del pintor.
Pero ni las continuas y variadas protestas, ni las sanciones occidentales ni los llamamientos a la huelga general han logrado que Lukashenko se mueva un palmo. El líder bielorruso, que el pasado agosto reclamó su sexto mandato consecutivo con un 80% de los votos tras unas elecciones presidenciales plagadas de denuncias de irregularidades, ha respondido a las movilizaciones con el encarcelamiento —o la expulsión— de los principales líderes opositores, más arrestos y con una política de dura de represalias. El domingo pasado, las fuerzas de seguridad bielorrusa arrestaron a más de mil personas. Y las detenciones se suceden en las protestas de mujeres, de estudiantes, de jubilados, de personas con discapacidad, que pese a todo continúan. Desde el pasado 9 de agosto más de 18.000 personas han sido detenidas por participar en movilizaciones y 900 enfrentan cargos penales, según la organización especializada Vesná.
La Unión Europea, que ya ha impuesto sanciones contra Lukashenko y varias decenas de funcionarios por su papel en la dura represión de las manifestaciones, se ha mostrado escandalizada por la muerte del partidario de la oposición y ha dejado la puerta abierta a más sanciones por este caso. “Este es un resultado indignante y vergonzoso de las acciones de las autoridades bielorrusas que no solo han llevado a cabo directa y violentamente la represión de su propia población, sino que también han creado un entorno en el que tales actos violentos e ilegales pueden tener lugar”, ha dicho en un comunicado un portavoz del representante para la Política Exterior de la UE, Josep Borrell. La líder opositora Svetlana Tijanóvskaya, que se exilió a Lituania al temer por la seguridad de su familia, ha reclamado más medidas contra la Administración de Lukashenko. “Debe abrirse una investigación interna. Presos políticos, activistas, periodistas, trabajadores en huelga, artistas necesitan su solidaridad. Nuestro objetivo sigue siendo el mismo, elecciones libres y justas”, ha dicho este viernes en un comunicado.
El líder bielorruso, que ha vuelto a asegurar hoy que las movilizaciones en su contra son un intento de golpe de Estado de Occidente, ha declarado que se asegurará de que haya una investigación “objetiva” en el caso Bondarenko. Su muerte, como ocurrió cuando se hicieron públicos cientos de casos de violencia policial y torturas los primeros días de las manifestaciones, puede marcar otro punto culminante en las protestas.
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