Los entresijos de una negociación oculta: la fusión BBVA-Sabadell

Carlos Torres (BBVA) y Josep Oliu (Sabadell)
Carlos Torres (BBVA) y Josep Oliu (Sabadell)

Los presidentes del BBVA, Carlos Torres, y del Sabadell, Josep Oliu, han jugado al gato y al ratón todo el año. Los primeros encuentros, celebrados en Madrid, que algunos sitúan en diciembre de 2019, fueron fríos y a iniciativa del Sabadell. Pero esa partida de póker se aplazó y ambos jugadores volvieron a sentarse en julio con peores cartas y más prisa. El 16 de noviembre, después de meses despistando a periodistas y analistas, admitieron que el BBVA negociaba comprar el Sabadell. Ahora empieza lo difícil.

¿Por qué ese cambio? Las razones son variadas. Enero arrancó con la pandemia en China, y la ilusión de que no llegaría a Europa, pero el BBVA empezó el año con problemas propios: su ratio de capital CET 1 fully loaded, el de más calidad, descendió un punto y se quedó en el 10,8% en marzo, lo que llamó la atención de analistas e inversores, que castigaron más sus acciones en Bolsa. Todos los bancos empezaron a pasarlo mal, pero el BBVA perdía uno de sus grandes escudos, ser líder en capital entre los grandes.

Con el virus llegó la crisis económica, que anticipó un futuro auge de la morosidad, como siempre sucede, y supuso el segundo problema en la mesa de Torres (y en la de todos los banqueros). Y la pandemia acabó por traer un tercer quebradero de cabeza: la extensión del virus por todo el mundo mostró que, esta vez, la diversificación geográfica de los negocios del BBVA (México y Turquía) no iba a ser una protección, como sucedió en la crisis de 2008. Además, esta situación prolongaba los tipos de interés negativos más de un lustro, así que los bancos entraron en su particular tormenta con baja rentabilidad y más capital que hace 10 años, pero sin vender todo el ladrillo tóxico de la anterior debacle.

Llegan las pérdidas

A todos les apretaba el zapato, pero más al Sabadell, cuya cotización ha caído un 63% en dos años, pese a la fuerte subida de los últimos días. Además, el banco dirigido por Oliu presentó pérdidas en el cuarto trimestre de 2019, lo que hizo presagiar un 2020 muy negro, sobre todo porque su filial británica, TSB, seguía en números rojos y con graves problemas.

En el banco azul también llegaron los nubarrones: el 30 de abril anunció pérdidas de 1.792 millones por las provisiones del coronavirus y el negocio de EE. UU.

Con este panorama, los dos presidentes volvieron a verse en julio. Fuentes financieras apuntan a que Torres ya debía tener en marcha la venta de la filial de Texas y posiblemente algunas jugosas ofertas informales sobre la mesa. Al final, ha recibido 9.700 millones, un buen acuerdo para una mala operación.

El Sabadell entendió que el BBVA entraba al juego y en julio contrató al gigante de EE. UU. Goldman Sachs para analizar los avances de la operación. Tras el verano, con el preacuerdo de fusión entre Bankia y CaixaBank en la prensa, las conversaciones se extendieron a los consejeros delegados, Onur Genç (BBVA) y Jaime Guardiola (Sabadell). Algunas fuentes dicen que incluso hubo contactos telemáticos entre directivos de ambos bancos. Comenzó el intercambio de información.

Pero ahora todo pasa por dos cuestiones: llegar a un precio razonable y dar una salida airosa a Oliu. En el mercado se espera generosidad del BBVA, que podría pagar alrededor de 2.400 millones, con una prima cercana o superior al 30% de la cotización media de estos tres meses. Pero también se debe buscar una salida para Oliu en el consejo, y quizá otro puesto más. Se habla de David Vegara, ex secretario de Estado con Zapatero. Pero si el precio es alto, el banco que encabeza Torres podría no ser tan generoso.

Un solo banco es mejor que dos

La crisis y el empeño de los reguladores hacen cada vez más difícil que no se llegue a un acuerdo, apuntan fuentes conocedoras de la operación. “El banco resultante sería más solvente, el más digital, con gran dominio del negocio de empresas, con menos gastos tras reducir plantilla y cerrar oficinas, lo que supone ahorros de costes de unos 500 millones netos, y con un bad will (fondo de comercio negativo) de 7.700 millones, que sirve para financiar el adelgazamiento”, apunta un analista del mercado.

“Vienen tiempos difíciles y los dos saben que sería más rentable la fusión que seguir separados”, añade un analista. Conviene no olvidar tampoco que sobre Torres (y el BBVA, que está investigado) pesa la amenaza judicial del caso Villarejo, que podría complicar la situación.

Los supervisores, tanto el BCE desde Fráncfort, como el Banco de España, han alentado esta operación con ímpetu, dejando claro que la última decisión debe ser de los gestores. No obstante, dejaron ver que el Sabadell puede ser un buen destino para la fortuna obtenida en EE.UU: invertir en países desarrollados es mejor que en emergentes. Toca repliegue.

El BBVA marca el paso y su rival se hace valer

El Sabadell sabe de fusiones: acumula más de 12, lo que le convierte en uno de los mayores expertos. Y Josep Oliu, su presidente, es un gran negociador en corto. El BBVA lo sabe, pero también es consciente de que puede manejar los tiempos: está en una posición más cómoda, aunque no tanto como transmite al mercado y a los medios.

La entidad catalana hace valer su potencial de mejora y quiere evitar que el BBVA aproveche su mal momento.

Según fuentes conocedoras de la operación, el banco catalán resalta el potencial de su cartera de pymes tras la pandemia, los 1.300 millones de plusvalías de la cartera de renta fija y las posibilidades de su pequeño banco en México. La filial británica, TSB, tiene valor cero en el mercado, pero el Sabadell siempre ha defendido que, una vez que se alcance un acuerdo sobre el Brexit y tras haber arreglado sus sistemas tecnológicos, será un jugador interesante en Londres. La negociación consiste en valorar las expectativas y realidades. Todo está en juego.


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