El coronavirus frustra las ambiciones de Arabia Saudí como anfitrión de la cumbre del G20


Mientras el mundo se fijaba esta semana en el príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed bin Salmán (MBS), y su foro de inversiones, una reunión más importante pasó casi desapercibida. El rey Salmán recibió en su palacio de Al Yamama a los príncipes de más alto rango y a los ulemas del reino. La agencia estatal de noticias no explicó el motivo de la cita; solo dijo que había concluido con una plegaria. Nadie duda sin embargo de que, antes de encomendarse a Dios, los asistentes abordaron la crisis que afronta el país por el asesinato del periodista Jamal Khashoggi. A la vista de los indicios que apuntan al sucesor designado, ¿qué precio está dispuesta a pagar la familia real? ¿Sacrificará o protegerá al heredero?

La gestión de la crisis por parte de Turquía, donde se cometió el crimen, parece orientada a minar la credibilidad de MBS y forzar su remplazo. Nada sorprendente dada la renovada hostilidad entre los herederos del imperio otomano y los Al Saud desde la llegada del príncipe al poder. Incluso en EE UU, que considera a Arabia Saudí uno de sus baluartes en Oriente Próximo, veteranos legisladores han pedido que se sustituya a quien va a convertirse en rey del mayor exportador de petróleo del mundo. Pero ¿es posible?

En teoría, el rey Salmán podría hacerlo. Ya lo ha hecho en dos ocasiones desde que llegó al trono (con su medio hermano Muqrin, en abril de 2015, y con su sobrino Mohamed Bin Nayef, un año más tarde) para despejar el camino a su hijo, que también es ministro de Defensa. Sin embargo, las cosas han cambiado desde entonces. Con el control de los aparatos de seguridad, el petróleo y el fondo soberano en sus manos, MBS se ha convertido en el príncipe con más poder desde la fundación del reino en 1932. En Riad se asegura también que fiscaliza el acceso a su padre, lo que limita las posibilidades de que éste reciba información independiente.

La gravedad de lo ocurrido en el consulado de Estambul era sin embargo difícil de esconder. Por más que los medios saudíes estén estrictamente controlados, la noticia estaba en todas las cadenas por satélite y el rey ve la televisión. La decisión del monarca de enviar a Turquía al príncipe Jaled al Faisal, gobernador de La Meca y alguien de su máxima confianza, ha sido interpretado como fruto de la preocupación en la Corte.

No obstante, en su primera intervención pública tras el estallido de la crisis, esta semana en el foro de inversiones, MBS no parecía en absoluto un hombre agobiado por los acontecimientos. Se mostró jovial y lleno de energía, incluso bromeó y se detuvo a hacerse selfies con los asistentes. Si de verdad existe inquietud entre algunos miembros de la familia real como sugieren ciertos analistas, o no le ha afectado o disimula muy bien.

De momento, la línea oficial ha sido cerrar filas. “Quienes crean que va a ver un cambio en la sucesión están equivocados”, ha declarado el príncipe Turki al Faisal, a The Washington Post, el periódico en el que escribía Khashoggi. “Cuanto más se critica al príncipe heredero, más popular es dentro del reino”, añade el hombre que fue jefe de los servicios secretos saudíes (y que tuvo al periodista asesinado como asesor de prensa cuando fue embajador en Londres).

La mayoría de los observadores coinciden en que es “muy improbable” que MBS sea apartado de la sucesión o que se limiten sus poderes. “Aún no está todo dicho”, apunta sin embargo Haizam Amirah Fernández, investigador del Instituto Elcano. “Hay indicios que sugieren que la sucesión está sobre la mesa, como las declaraciones de veteranos senadores que explícitamente han dicho que se tiene que ir, o la proliferación de artículos que plantean el peligro de que llegue al trono un joven, caracterizado por su comportamiento impetuoso”, explica.

“La cuestión de fondo es su fiabilidad y eso es lo que está en juego en este momento”, resume Amirah Fernández antes de recordar que, con sus acciones (Yemen, Qatar, Khashoggi), MBS ha hecho importantes “regalos a sus rivales” que complican la estrategia de Estados Unidos en la región (aislar a Irán). “Al menos se está produciendo una revisión de ideas, otra cosa es en qué se concrete”, concluye.

“MBS llegó para quedarse. El rey carece de capacidad para remplazarle; está bajo su total control. La familia real tampoco puede hacerlo porque el consejo de familia solo es un nombre sin poder real. MBS es el verdadero rey y tiene todo el poder en su mano”, asegura por su parte Ali al Ahmed, director del Institute for Gulf Affairs y muy crítico con el régimen saudí.

Incluso si MBS permanece, parece improbable que pueda mantener su posición internacional. “Nadie va a querer relacionarse o ser visto a su lado, se va a convertir, sobre todo en Europa, en un paria como antes lo fue [el presidente sudanés] Omar al Bashir”, asegura un analista árabe que pide el anonimato por temor a represalias.

De ahí que algunos observadores hayan visto una oportunidad para obtener concesiones saudíes en la guerra de Yemen, o en el aislamiento de Qatar (que le granjeó el apoyo turco). Así se ha interpretado la referencia positiva que MBS hizo hacia ese país durante su participación en el foro antes citado, aunque los responsables cataríes han evitado comentarlo. “No va a cambiar nada porque no depende solo de Arabia Saudí, también Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Egipto participan en el embargo a Doha”, discrepa el analista árabe. En su opinión, “Yemen resulta un dosier más fácil para quitarse peso de encima”.


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