Se murió Diego Maradona y es como que la vida de quienes lo disfrutamos en una cancha de fútbol se nos viene encima. Yo tenía 10 años cuándo Diego debutó en la primera de Argentinos Juniors, recuerdo sus lágrimas cuándo Menotti lo dejó fuera del Mundial 78, unos meses después ya era figura mundial cuándo llegó a Montevideo para el Sudamericano Juvenil y en ese 79, deslumbró ante Uruguay y en el Mundial Sub-19 de Japón. En el 82 recuerdo su decepción en España, pero su mayor gloria llegó en México 86.
Yo tenía 20 años en aquel 86 y aprontaba mi primer Mundial como periodista deportivo. Con la inconciencia propia de la edad, allí partimos con presupuesto mínimo. El Hotel Antillas en la calle Belisario Domínguez 34, a unas cuadras del Zócalo costaba 15 dólares la habitación triple, y con 50 dolares cambiados cada tres días, era suficiente para comida, traslados y extras.
VI LOS SIETE PARTIDOS DE MARADONA
Me anoté para cada uno de los siete partidos de Argentina, que lo llevarían al título del Mundo. Maradona era figura, pero no era el único. Por ahí se apuntaba Platini, Zico, Rumenigge para pelear por el trono del mejor jugador.
Argentina jugó los tres partidos de la primera fase en el Estadio Olímpico del Distrito Federal en México. Los años dejan los recuerdos más difusos, pero creo tener buena memoria. ¿Alguien recuerda acaso que en esos tres primeros encuentros de Argentina en el Mundial se fue silbada de la cancha? Sí, con silbidos. Aunque parezca poco creíble, así fue.
El debut fue ante los coreanos. Le pegaron a Maradona como pocas veces. Épocas sin VAR y con más franquicias para dar lata, ese mediodía, porque se jugaba a partir de la hora 12, pese al calor y la altura del DF, Diego recibió por doquier. En el siguiente juego, llegó Italia. El empate del equipo de Bilardo fue una maravilla de Maradona. Definió cruzado ante Zenga, equilibrando el cuerpo y la zurda en el aire de una forma poco natural. En el tercero de llave apareció Bulgaria.
Todavía no era el Maradona del 86 que hoy todos recordamos, ni Argentina la candidata más firme.
ANTE URUGUAY APARECIÓ EL GRAN MARADONA
En octavos, nos topamos con Maradona. Uruguay-Argentina en Puebla quedó definido después de las llaves. Aquella tarde llovió torrencial durante todo el segundo tiempo. En Uruguay, casi a modo de leyenda, recuerdan que Ruben Paz ingresó tarde, y que el 1-0, con gol de Pasculli, pudo haber sido revertido.
Siempre he creído que es una forma amable de recordar el pasado. Argentina nos ganó bien, y Maradona aquella tarde fue un fenómeno. Es más, aquella tarde fue la primera gran actuación del genio que terminó deslumbrando en México.
En el segundo tiempo fue imparable. Le anularon un gol que hoy todavía estoy por entender la razón. Diego fue imparable y la victoria ante nosotros le abrió las puertas para jugar con los ingleses en cuartos en el Azteca.
POCOS VIERON EN LA CANCHA SU MANO ANTE LOS INGLESES
No voy a repetir todo lo que se ha dicho sobre su gol con la mano, y sobre la maravillosa genialidad en su segundo gol. Pero si iré a un recuerdo que lo tengo presente en la memoria. Cuándo alzó su puño para anticiparse a Peter Shilton y el juez convalidó el gol, miré hacia todos en el Sector de Prensa.
“Mano, no?????” , pregunté insistentemente a los colegas que tenía más cerca, y nadie respondió. A mi me pareció la mano en el golpe de vista, pero tampoco estaba seguro. A los que tenía cerca, ni siquiera se habían percatado. La jugada fue muy rápida, y hoy, con cientos de repeticiones televisivas parece muy clara, pero en el momento, en la cancha, la duda quedaba. No es una disculpa para el árbitro y el línea, pero así fue.
El segundo gol fue de tal magia, que cualquier palabra es poca. Agradezco a la vida haber podido estar aquel 22 de junio del 86 en vivo en la cancha, siendo testigo presencial de un monumento al fútbol mundial. En la semifinal con los belgas, otra vez apareció Maradona. Sus dos goles volvieron a marcar la diferencia.
El 29 de junio a mediodía fue la final ante los alemanes. Ganaba bien Argentina, le empató Alemania y así entramos en los minutos finales. Otra vez el genio de Diego para alargar la pelota hacia Burruchaga y el 3 a 2 fue definitivo para Argentina campeón del mundo.
Creo que no es exageración escribir que en un deporte colectivo como el fútbol, ninguno fue tan decisivo a nivel individual, como Maradona en México 86. En ningún Mundial anterior, ni en ninguno posterior.
MANO A MANO EN EL 2014, CUANDO LA SANCIÓN A SUAREZ
Tengo otra anécdota con Maradona que tampoco olvidaré. En el Mundial 2014 en Brasil, aquel jueves a las 10.40 de la mañana cuándo conocí la sanción de FIFA a Suárez, en una de las cosas que pensé insistentemente fue en Diego.
Recordé el episodio del Mundial de Estados Unidos, cuándo la efedrina lo dejó fuera de la Copa, y de paso, le pegó un sopapo bárbaro a Argentina, que no pudo superar el impacto y quedó eliminada.
Me pasé todo el día pensando en lo que había sucedido 20 años antes, y todo mi pensamiento es que a Uruguay le sucedería lo mismo. Que el golpe de la suspensión a Suárez sería tal que el equipo quedaría poco menos que inmovilizado y el partido de octavos ante Colombia iba a ser imposible de ganar. Así me pasé todo aquel jueves, pensando en Maradona.
De noche llegó Uruguay al Sheraton en Barra de Tijuca. De pronto vi a Diego Lugano, que ya no estaba jugando por lesión, desviarse del resto de la delegación y arrancar hacia un lugar desconocido del hotel. Allí me mandé, a través de pasillos enormes y vacíos. No encontraba a nadie, hasta que…. De frente tenía a mi a Diego
Maradona. Es que venía de entrevistar a Diego Lugano para Telesur, en el programa especial de televisión que realizaba cada día.
Saqué el grabador, lo frené en aquel pasillo desierto en el que había quedado mano a mano, y le conté que había estado todo el día pensando en él a consecuencia de la sanción a Suárez. “Será que nos tienen miedo”, me contestó, buscando una explicación a su sanción en el 94, y la de Luis en el 2014.
Maradona es parte de nuestra vida, y parte de ella se nos está muriendo con su partida. Maradona fue un genio sin par, pero también existió Diego, aquel chiquilín de Villa Fiorito que nunca supo vivir ni con la fama ni sin ella. Ojalá ahora pueda encontrar la paz que en vida siempre le escaseó.
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