A sus 80 años el Eibar por fin sabe valerse por sí mismo fuera de casa. Le ha costado emanciparse, pero nunca es tarde si la dicha es buena. Ha aprendido a ganar saliendo de su hogar, donde curiosamente este año no le salen tan bien las cosas. Esta vez conquistó el feudo de un inofensivo Betis, que apenas le inquietó.
José
Luis
Mendilibar realizó tres cambios con respecto a la pasada jornada. Dos eran obligados por la lesión de Paulo
Oliveira y la sanción de Kike
García. Además, salió del equipo inicial Pedro León. Entraron en su lugar Esteban
Burgos, Takashi
Inui y Alejandro
Pozo. El sistema táctico también varió pasando a jugar con un 1-4-2-3-1 y la principal novedad resultó ver a Pozo como extremo diestro.
Empezaron mejor los locales generando peligro por la banda izquierda. Sin embargo, su única ocasión clara no llegó hasta el minuto 20 cuando Dmitrovic estuvo providencial para sacarle con el pie el remate a Cristian Tello, que se quedó solo tras el único desajuste de la zaga armera en todo el partido. Una intervención digna de un santo en el día del patrón de la ciudad. Habrá que ir buscándole un día al bueno de Marko.
Según iba avanzando el encuentro, los eibarreses fueron encontrando su sitio sobre el césped y gracias a la intensa y agobiante presión que ejercían sobre la salida de balón del cuadro bético pudieron recuperar balones en posiciones interesantes. Habían tenido varios sustos, aunque los hispalenses siguieron arriesgando. Pozo logró robar una pelota que le cayó en segunda instancia a Pape Diop y el senegalés la colgó al área sin pensárselo dos veces. El omnipresente Bryan
Gil le ganó en el salto a Emerson, a quien volvió loco durante el primer acto, y su cabezazo iba directo hacia la portería. Inui quiso asegurar y lo empujó definitivamente al fondo de las redes, pero estaba en fuera de juego. La acción se revisó durante un buen rato y el tanto fue invalidado para desazón del japonés, que salvó a su exequipo de verse por debajo.
No obstante, si algo tienen los nipones es un gran sentido del cooperativismo. Así que Yoshinori
Muto salió al rescate de su compatriota. Recién comenzada la segunda mitad, se remangó el kimono e hizo una jugada para quitarse el kasa forzando un saque de esquina que terminó convirtiendo en gol. Bryan lo sirvió con una rosca suculenta, Burgos prolongó de testa y Joel ni se inmutó ante el toque con la puntera del 12. Al igual que en Huesca, el trabajo del laboratorio de Atxabalpe volvió a surtir efecto.
La fiesta azulgrana continuó con una pena máxima que provocó Rober
Correa incorporándose al ataque y cazando una gran asistencia de Pozo. La transformó con violencia el central argentino, un consumado especialista desde los 11 metros, para colocarse como pichichi del equipo empatado con Kike. Lo habría sido en solitario si llega a aprovechar un regalo que le sirvió Bryan, que también tuvo sus oportunidades para sentenciar a la contra. La puntilla definitiva pudo llegar de nuevo desde el punto de penalti. Sergi
Enrich, en su intento de reconciliarse con el gol, pidió lanzarlo y lo dilapidó.
En los compases finales, el conjunto sevillano trató de reaccionar tímidamente, aunque con tentativas infructuosas. Los guipuzcoanos defendieron el botín con solvencia para llevarse su tercer triunfo a domicilio, dos de ellos a orillas de un Guadalquivir en cuya orilla verdiblanca las aguas corren revueltas. Son tres puntos muy golosos para colocarse con 13 en la clasificación y de paso alejarse de los puestos de descenso, que acechaban hasta hace unas horas.
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