Fue Ernest Lluch uno de los que más hablaban de la obra de un economista llamado Albert O. Hirschman, a quien se mencionaba poco en la opinión pública y en las revistas científicas (lo que cambió cuando el líder socialdemócrata sueco Olof Palme lo citó en su testamento político). Estudió mucho su obra: Lluch era un hirschmanita militante en el sentido de ser “un honesto reformista”. Rector de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, el socialista catalán organizó un seminario sobre Hirschman, le invitó a debatir en Santander (año 1993) y publicó en la revista Claves sus conversaciones. En ellas se exponía con nitidez la disidencia de Hirschman no sólo con las teorías más convencionales, sino también con las de aquellos que se sitúan sin dudas, con absoluta rotundidad, en las teorías críticas. “Se toman demasiado en serio sus propias ideas”, decía Hirschman, a quien le irritaba la intransigencia intelectual tanto del pensamiento ortodoxo como del más heterodoxo: hay también una izquierda intransigente, no sólo la poseen los reaccionarios. Parafraseando al liberal Hayek, que escribió sobre “los socialistas de todos los partidos”, el economista americano estaba en contra de los reaccionarios de todas las ideologías.
Seguir leyendo
Source link