La confianza. Amiga e impostora. Todo futbolista, en algún momento, se ha visto obligado a enfrentarse a las dos caras de esa caprichosa moneda. La dulce transforma cualquier balón aislado en un regalo, empequeñece rivales y agranda espacios. La cruel convierte cada ocasión de gol en un suplicio. La valentía se achica y el pesimismo se abre paso.
Dicen que los delanteros se alimentan de goles. Los números sacian su apetito, es cierto, pero es la confianza lo que llena sus pulmones. Lo que les permite plantarse en el área con el colmillo afilado y la mente despejada. Con la portería entre ceja y ceja para rematar cualquier balón suelto. Para no perdonar.
La Real sufrió ayer en el Camp Nou. Se vio superada durante casi una hora. Minutos que parecían días y en los que la presión, la circulación y las ocasiones azulgranas caían como una losa. 55 minutos para intentar sujetar el mástil con una mano, agarrar el mapa con la otra y, bajo la incesante lluvia de fútbol culé, buscar la manera de salir de la maldita tormenta.
El partido estuvo lejos de ser brillante y, sin embargo, la Real estuvo a punto de pescar en el Camp Nou. De romper una sequía de 25 años, de reventar una racha histórica. Sólo le faltó rematar.
“Cuando Messi y Griezmann acierten, nadie podrá frenar al Barcelona”, afirmó en la previa Imanol. Una frase que, frente al espejo de la Real, parece apuntar a Alexander Isak como sujeto.
Romance en crisis
Isak tiene 21 años y navega por su segunda temporada en la elite. Dos realidades que parecían carecer de importancia gracias a su fulgurante estreno en la Real y en la Liga de la pasada campaña. Saboreaba la cara dulce de la moneda. Su estado de plena confianza le permitía explotar al máximo su potencial. Sus puntos débiles quedaban enterrados. Todo lo que tocaba se convertía en oro. En gol.
Pero su romance con la confianza parece vivir un periodo de crisis. Ayer, Isak entró en el terreno de juego en el minuto 64 sustituyendo a Portu. Como en Nápoles, el sueco volvía a formar dupla ofensiva con Willian
José. Una solución poco utilizada el curso pasado pero que apunta a dar buenos réditos. El brasileño, que mantuvo el gran nivel de sus últimas actuaciones, se multiplicó apara ganar balones sueltos, fajarse con los centrales, combinar con sus compañeros y generar espacios. Terreno abonado para que Isak aprovechase sus virtudes.
Así fue. Isak lo hizo bien al controlar con la cabeza un buen envío de Robert
Navarro pero, cuando estaba perfilado para pegarle con la zurda, algo le hizo buscar un último control. El sueco estuvo rápido para adelantarse a la defensa en el rechace de Ter
Stegen a disparo de Willian, pero, con todo para marcar, la envió demasiado cerca del meta alemán.
El año pasado eran gol. Esta temporada van al limbo. La maldita confianza
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