La Real tiene una mala digestión

El atracón de autoestima que supuso el triunfo ante el Athletic en fin de año derivó en una mala digestión ante Osasuna. El partido fue como esas comidas de 3 de enero en la que todavía se intentan aprovechar las sobras del festín de Nochevieja. Los aperitivos y la carne ya no son lo que eran y cuesta digerirlos. Osasuna no dio tantas facilidades como el Athletic, ni la Real tuvo la fluidez y la precisión que exhibió en diferentes fases San Mamés. Los de Imanol llevaron el peso del encuentro, masticaron cada acción, pero el dispositivo defensivo ideado por Arrasate se le hizo bola, imposible de digerir.

Portu y Barrenetxea no fueron esos cuchillos afilados que el equipo necesitaba. Fueron más bien como esos cubiertos que te dan en un avión, que no cortan ni la respiración y, así, hincarle el diente a este Osasuna en la primera mitad resultó imposible.

De tanto masticar sucedió que la Real se atragantó. Willian
José ayudó en defensa pero cuando había logrado perfilarse para despejar, decidió conducir el balón dentro del área propia, entregándole el esférico a Sagnan que, mal perfilado, sólo pudo intentar resolver el ‘marrón’ con un regate que no fue limpio, lo que permitió a Calleri alimentar su cuenta goleadora y poner por delante a Osasuna. La digestión no iba a ser sencilla.

El paso por los vestuarios sentó bien a los txuri urdin que de vuelta a la mesa lograron empatar. La Real renovó la cubertería y entre Oyarzabal, Portu, Willian
José y Barrenetxea fabricaron el ansiado empate.

Lejos de flaquear, Osasuna pasó el mal trago de la mejor manera y lo que parecía que podía ser un acoso y derribo txuri urdin se convirtió en un quiero y no puedo de una Real que siguió sin poder digerir bien el planteamiento de su rival.

Bautista, que en cada acción parece querer comerse el mundo, dio algo más de mordiente desde el banquillo. Portu se topó con el larguero y la Real con sus limitaciones para hacerle cosquillas a un Osasuna que tampoco hizo nada del otro mundo para irse a buscar un triunfo que necesitaba, con lo que el reparto de puntos resultó inevitable.

Que un equipo como la Real, que amasa el 66% de la posesión, termine haciendo 15 faltas por 8 de su rival, que se pasó todo el partido defendiendo en su campo, no parece un detalle menor.


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