La capital de Uganda, Kampala, amaneció este jueves con largas colas de ugandeses dispuestos a participar en unos comicios legislativos y presidenciales, en un ambiente marcado por un fuerte despliegue militar y algunos colegios electorales que, dos horas después, siguen sin abrir sus puertas. Más de 34.000 centros de votación habían sido habilitados por todo el país, según la Comisión Electoral, para que algo más de 17,6 millones de ugandeses pudiesen elegir una vez más entre el presidente Yoweri Museveni, de 76 años, que busca su sexta reelección, o alguno de los diez candidatos de la oposición. Los primeros resultados se prevén para el sábado por la tarde.
Sin embargo, a las 10.00 hora local (07.00 GMT), dos horas después del inicio programado de esta votación, algunos centros en barriadas y feudos de la oposición siguen cerrados sin contar con el material electoral necesario. Esta votación, además, se produce en medio de un completo apagón de las comunicaciones, con el acceso a Internet restringido -incluso a través de una VPN-, y plataformas como Skype, Facebook, Twitter y WhatsApp bloqueadas.
Según un aviso dirigido al personal de las Naciones Unidas en Uganda al que tuvo acceso Efe, el Gobierno planea asimismo cortar de forma inminente las llamadas al país y los mensajes SMS hasta el próximo día 18.
El Ejército fue desplegado por el Gobierno el pasado 1 de enero, las calles de Kampala y alrededores están custodiadas por vehículos blindados con armas de gran calibre, lo que aumenta el clima de tensión entre los votantes que, pese a ello, han acudido a las urnas de forma masiva. “Tengo la impresión de que los jóvenes han perdido el miedo, que no les importa la presencia de los soldados (y) que saldrán a las calles para defender unas elecciones justas”, aseguró Paul Alitia, un activista que reside y trabaja en la barriada de Kisenyi (Kampala).
El presidente Museveni, en el poder desde 1986, se enfrenta hoy a diez candidatos de la oposición, entre ellos, al músico popular y opositor Bobi Wine, aclamado por los jóvenes por su discurso transgresor y su anhelo de una Uganda libre y próspera para todos.
Tras ser detenido, torturado y haber soportado represión y gases lacrimógenos durante su campaña electoral, este cantante de 38 años se ha convertido en el opositor más popular del país y en la principal amenaza al régimen de Museveni. “En el pasado no estábamos tan unidos. No se trata solamente de mí, yo represento a toda una generación. Todos queremos derrotar a un dictador”, aseguró Wine hace unas semanas en una entrevista en su residencia en Magere, a 15 kilómetros al norte de Kampala.
“No nos definen nuestras tribus, géneros o religiones, sino el dolor compartido por culpa de la dictadura de Museveni y el sueño de una Uganda nueva”, reflexiona bajo su característica boina roja, símbolo de su partido. En 2017, poco antes de empezar su carrera política, Wine -nombre artístico- se cortó las rastas y cambió sus ropas holgadas por una colección de trajes, dando a conocer su nombre real -Robert Kyagulanyi Ssentamu- y transformándose en una de las voces más críticas con el Gobierno.
“Echo de menos pasar más tiempo con mis familiares y amigos”, reconoce el artista, “pero no puedo abandonar (ahora)”, reflexiona. “Los ugandeses transformaron mi vida, pagaron por mis conciertos y canciones. Gracias a ello me convertí en quien soy hoy”, menciona quien de niño no tenía una cama propia ni comía todos los días.
Sin embargo, una buena parte de la población rural identifica a Museveni como el único líder capaz de mantener la estabilidad en un país que de 1966 a 1986 sufrió cinco golpes de Estado y mantuvo regímenes que asesinaron a decenas de miles de personas.
“Museveni es el único candidato presidencial con la experiencia suficiente para gobernar Uganda. Este país lo necesita. Wine carece de formación política, y no tiene ni idea de cómo funcionan las cosas en esa esfera”, dijo una votante de Museveni, camarera de un restaurante en un barrio exclusivo de Kampala.
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